Consejo pastoral: hombres y mujeres

Aquellos que no están de acuerdo con mi propuesta de que las mujeres así llamadas y preparadas por el Señor puedan formar parte del consejo pastoral, ya desde el principio desestimarán todo cuanto pueda decir en este artículo sobre las “ventajas” que pudieran derivarse de ello. Lógico.

Por nuestra parte, sin entrar en discusiones seguimos adelante con nuestra propuesta, siempre teniendo en cuenta que, a la hora de hablar de autoridad en la iglesia, en el Nuevo Testamento esta era siempre colegiada. No residía ni era llevada a cabo por un hombre solamente, sino varios. Esto es algo que se puede comprobar, además de la Escritura consultando a cualquier historiador serio.[i]

Ya dijimos en el anterior artículo que no se trataba tanto de negar la autoridad del hombre, ni en el hogar ni en la Iglesia, sino hacerla extensiva a la mujer, para ejercerla conjuntamente en la comunidad cristiana.

Así la autoridad no reside ni en “un pastor” ni en “una pastora” sino en el consejo pastoral, compuesto por hombres y mujeres acordes con el llamado y la capacitación para el ejercicio de su ministerio en la iglesia. Esta está compuesta por hombres y mujeres que presentan un cúmulo de necesidades espirituales, intelectuales, emocionales, etc., y de otro tipo relacionadas con la familia y el trabajo laboral, fuera de casa. Dichas necesidades deben ser atendidas con el mayor conocimiento y la mejor preparación de parte de los que se dedicarán a atenderlas; en este sentido, hombres y mujeres.

En ninguna manera se trataría de “cuotas” sino de llamado y capacitación divinas para el ministerio pastoral. Por tanto, aquí dejo, de forma breve, mis consideraciones cobre la conveniencia y las ventajas consecuentes de que la mujer venga a formar parte del consejo pastoral.

1.- En principio se acabaría con la eterna discusión acerca de los pasajes “problemáticos” que han traído tantas discusiones a lo largo de los años, en los cuales se mezcla lo que es esencial con lo que es cultural. Por ejemplo el respetado autor John Stott afirmaba que el silencio y el velo pudieran ser elementos culturales. Luego, pasa a admitir que una mujer bien podría formar parte de un consejo pastoral, aunque afirma que no debería ser “presidente” del mismo.[ii] Sin embargo, muchos comentaristas estarían en total desacuerdo con su posición en relación con esos tres temas mencionados; pero para otros la postura de Stott pudiera ser excesivamente débil y quedarse muy corto al respecto. Es lo que tenemos. Pero por nuestra parte, la posición de Stott es la nuestra y creo que así se representaría mejor al ser humano en relación a “como fue hecho al principio” de la creación. Lo de que sea “presidente/a” o no, dependerá de la propia iglesia en general y del consejo pastoral en particular, si así lo estima oportuno. Personalmente, no lo juzgaría.

2.- Que una mujer forme parte del consejo pastoral de una iglesia vendría a cumplir con, al menos, el 50% (en muchos casos, mucho más) del trabajo pastoral de la propia comunidad cristiana compuesta, en su mayor parte, por mujeres. Siempre se ha dicho que un hombre -por muy pastor que sea- no debe aconsejar a una mujer, salvo que esté acompañada de otra mujer u otra persona. Sin embargo esa tarea pastoral la puede llevar a cabo (¡y de hecho la llevan!) una mujer “pastora” en muchos casos, incluso mejor que un hombre; pero al contrario, una mujer no debería aconsejar, dirigir o guiar a un hombre, por mucho ministerio que ella diga tener, o tenga.

3.- Que en el consejo pastoral se incluyan mujeres con ese llamado y debidamente capacitadas para el ministerio puede enriquecer a los demás, tanto con su visión en relación a la iglesia que representan, como en relación con las necesidades de la misma. Una mujer con dotes para el ministerio pastoral, en muchas ocasiones conoce mucho más de la iglesia de lo que conocen algunos hombres/pastores, por razones del todo lógicas que casi no es necesario explicar.

4.- Que en el consejo pastoral se incluyan mujeres para el ministerio viene a cumplir, de alguna forma, con aquel propósito por el cual fue creada la mujer como “ayuda idónea” para el varón y sin la cual la obra estaría a medio hacer. No sería justo aplicar esa realidad solo en relación al matrimonio. En el primer relato de Génesis hombre y mujer son creados en relación con la gran comisión general y todo cuanto tenían por delante encomendado por el Creador. En el segundo relato de la creación la mujer es creada además en relación con el matrimonio. Por tanto la encomienda tiene que ser doble para que sea completa. Entonces esta estará relacionada tanto con el cumplimiento de la comisión cultural/creacional como en relación con la Gran Comisión espiritual, dado que será a través de esta que, finalmente, Dios dará a luz la nueva humanidad, es decir el nuevo hombre colectivo.[iii] En esa nueva re-creación del ser humano por medio de la obra de Jesucristo en la cruz, la polémica sobre el papel entre hombres y mujeres habrá desaparecido totalmente, en vista de que “ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo”.[iv]

5.- Esta visión cumple perfectamente con el papel universal que el Espíritu Santo dio en el día de Pentecostés a “hijos e hijas” y “siervos y siervas” sin hacer acepción de personas, sexo, raza, posición social, ni edad para ser llenos del Espíritu Santo y ejercer el ministerio profético.[v] También explica que entre los ministerios mencionados en Efesios 4.11 y que sean de actualidad permanente hoy día, se encuentran entre ellos hermanas llamadas para desempeñarlos. De todo ello se desprende de que una mujer que forme parte del consejo pastoral podrá predicar y enseñar al igual que lo hace un hombre. Otras mujeres podrán enseñar a niños (como lo hacen hombres) y a otras mujeres en particular, pero la mujer llamada y que está debidamente capacitada podrá hacerlo a toda la congragación reunida, tal y cómo también lo hace cualquier hombre llamado por Dios y capacitado para ello.

Sin duda, se podrían hacer algunas otras consideraciones, pero basten de momento las presentadas aquí.

Para terminar solo deseo resaltar la necesidad de que entre los miembros del consejo pastoral debería haber una sumisión mutua entre ellos, como corresponde a “siervos y siervas” de un mismo Señor. [vi]

Aún aquellos que por edad en el Señor, experiencia, madurez, conocimiento y sabiduría son reconocidos con mayor autoridad, deberían ser los primeros en dar ejemplo en la sumisión y en el servicio a sus colegas más jóvenes, siguiendo el principio enseñado por el Señor en Marcos, 10.43-45.

Por otra parte, los miembros del consejo que sean más jóvenes, con más razón deben seguir el mismo principio. La autoridad así, es colegiada y no es monopolio ni privilegio de ninguno en particular, sino de todo el consejo pastoral en general, como ya dijimos anteriormente.