Hay valores que entran en la iglesia, que son antibíblicos, pero que, subrepticiamente, se cuelan en las congregaciones.
Hemos de reconocer que la oración, además de ayudarnos en la relación con Dios, en el agradecimiento a su bondad, en la adoración, la alabanza y el reconocimiento de la grandeza de Dios, los cristianos la usan también para pedir a Dios ayudas en todas aquellas cosas que necesitamos, que deseamos, que anhelamos.
¿Cómo puede influir la sociedad consumista en la oración de los creyentes? Hay que tener en cuenta que estamos en medio de sociedades que nos están incitando continuamente al consumo. Hay valores que entran en la iglesia, que son antibíblicos, pero que, subrepticiamente, se cuelan en las congregaciones como si fueran valores buenos y positivos. Así ocurre con la riqueza como prestigio, la escalada social rápida sin importar los que quedan tirados, la búsqueda de la comodidad y el placer y otros valores que, claramente, son contracultura bíblica.
[destacate]La sociedad de consumo tiende a alejarnos de los valores del reino.[/destacate]¿Puede distorsionar todo esto, tanto la vivencia de la espiritualidad cristiana como a la oración que dirigimos al Padre? ¿Puede hacer que nuestras oraciones se vean enturbiadas en nuestras peticiones por los estímulos que nos lanzan las relaciones consumistas, el poseer, el éxito, las apariencias, el deseo de bendiciones económicas, las constantes peticiones por nuestra salud física u otras? ¿No estaremos reduciendo la oración a ruegos demasiado materialistas y que no están en consonancia con el estilo de vida que deben seguir los cristianos imitando al Maestro en obediencia, sencillez y no aferrándonos a lo superfluo ni a las acumulaciones vanas? ¿No debería conformarse el cristiano con lo estrictamente necesario para vivir sin anhelar esas escaladas sociales a las que, a veces, nos vemos lanzados y que, en muchos casos nos llevan a la frustración?
La oración del cristiano no debe tener nunca la perspectiva del éxito y del disfrute, sino las dimensiones del servicio, la sobriedad, el compartir el pan y la palabra con aquellos más desfavorecidos, y el ser las manos y los pies del Señor en medio de un mundo de dolor cual buenos samaritanos. A veces, en nuestras oraciones, podemos ser demasiado mercantilistas, materialistas, buscadores de favores y disfrutes de espaldas al prójimo sufriente.
Nuestras oraciones también deberían buscar que estuvieran de acuerdo con las prioridades y estilos de vida de Jesús, del Maestro al que decimos seguir y servir. Respuesta de Dios a una oración: No te preocupes, “porque mi potencia se perfecciona en la debilidad”. Esta respuesta se la dio el Señor nada menos que al Apóstol Pablo. No sé si a nosotros, ante nuestras peticiones, nos gustaría mucho recibir esta respuesta. Más aún en una sociedad de consumo que valora lo que tienes por encima de lo que eres, que aprecia y sobrestima el poder del dinero, el culto al cuerpo que pugna por reflejarse incluso en el caso de nuestras enfermedades. No, no. A veces las respuestas del Señor no son fáciles cuando tenemos tantos y tanto estímulos en contracultura con los valores bíblicos.
También, en medio de esos valores consumistas, es difícil decir a Dios ante lo que pedimos en oración “hágase tu voluntad”, que no se haga mi voluntad sino la tuya. No. Los valores consumistas en búsqueda del disfrute y de situaciones de comodidad y confort, no nos permiten a veces orar así. Creemos o pensamos que el Señor, necesariamente, nos tiene que dar lo que pedimos, y el “hágase tu voluntad” no se usa con la intensidad de sentido que esta frase tiene, frase que nos debería llevar a la humildad y al sentido de dependencia de nuestro Dios. La sociedad consumista trastoca los valores cristianos y nos moldea a su imagen y semejanza.
¿Podríamos aprender nosotros la lección que el Apóstol Pablo aprendió con su experiencia del agujón en su carne? ¿Podríamos aceptar en nuestras peticiones en medio de nuestras sociedades consumistas la frase respuesta de Dios: “Mi poder se muestra en la debilidad”? La sociedad de consumo nos lleva a pedir a Dios que nos dé éxito en los negocios, a ser competitivos, a tener buena presencia, y todo aquello que las sociedades consumistas nos hacen creer que es la línea de los escogidos, de los fuertes, de los que saben hacer negocios y crear almacenes para ellos y sus descendientes.
La sociedad de consumo puede distorsionar nuestra oración, el concepto de Dios, el concepto de las prioridades cristianas, la vivencia de la espiritualidad, el concepto de servicio cristiano, la solidaridad y el compromiso con los débiles, negando todo aquello que nos pueda causar alguna sensación de displacer.
La sociedad de consumo nos va a llevar, con sus valores en contracultura con los valores bíblicos, a peticiones que nos hagan ser más admirados, más exitosos, más sanos, más competentes, más cómodos. La sociedad de consumo va a tender a alejarnos de los valores del Reino, en donde los últimos serán los primeros y la dignificación del prójimo está en primera línea.
Si la sociedad consumista tiende a hacer de nuestra oración la petición de fuentes de bendiciones olvidando al prójimo, el servicio, el amor y la solidaridad cristiana con los débiles, estamos perdiendo el camino. Debemos orar en la línea de que el Señor nos habilite a ser fuentes de bendición para los demás. Lo otro, son simples apariencias, el potenciar nuestra imagen como sepulcros blanqueados por fuera, pero que por dentro son podredumbre.
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