Los valores cristianos, los valores del Reino, pueden redimir la vida política.
Quizás, muchos me podrían decir que con hablar de projimidad, de las orientaciones y mandamientos de Jesús para con el prójimo, sería suficiente. Y yo estaría de acuerdo, pero, a efectos didácticos y para potenciar lo que de injusto y opresor del prójimo pueden tener algunas políticas, quiero hablar de este concepto de projimidad política que puede resultar un tanto extraño para muchos cristianos.
Preguntas: ¿Pueden redimir los valores cristianos, de alguna manera, el concepto de política? ¿Se podría hablar de una projimidad política desde el concepto de una política redimida con la aplicación de los valores del Reino? ¿Es esto posible, es utópico? ¿Debemos los cristianos dejar el concepto de política allí en el cubo de la basura de las ideas negativas? ¿Practicaron la projimidad política los profetas en defensa del prójimo injustamente tratado?
[destacate]Cuando los cristianos se preocupan de lo público, están practicando también la projimidad política.[/destacate]Si nos fijamos en los profetas, éstos usaron su voz contra la injusticia de los gobernantes, a favor de los injustamente tratados, de los pobres, los extranjeros, los huérfanos y las viudas. Oseas, por ejemplo, denuncia, siempre a favor del prójimo, a la realeza y a las clases políticas dirigentes: “Estad atentos, casa de Israel y casa del Rey, escuchad; porque para vosotros es el juicio”. (Oseas 5:1). Protestan contra los tributos injustos, contra la insensatez de la política internacional: “Llamarán a Egipto, acudirán a Asiria. Cuando fueren tenderé sobre ellos mi red”. Oseas 7:11-12. Protestan contra la falsificación de pesos y medidas, contra el injusto salario. Tienen frases tremendamente duras contra todos ellos: “Vendieron por el dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos. Pisotean en el polvo de la tierra las cabezas de los desvalidos y tuercen el camino de los humildes”. Amós 2:6 y 7. ¿Se podrías hablar de la práctica de una projimidad política, intentando redimir la política trabajando en el campo de los políticos y poderosos injustos, denunciando a los políticos corruptos?
Quizás, una redención de la política implicaría este concepto de projimidad política que debería entenderse no como una ayuda asistencial directa al prójimo, sino como la crítica, la denuncia, la búsqueda de justicia y el intento de cambiar y mejorar las estructuras económicas y sociopolíticas sociales a favor del prójimo sufriente para que, así, se pueda eliminar tanta pobreza y tanta exclusión, tanto dolor, hambre y enfermedad que afecta a nuestro prójimo excluido de los bienes de la tierra o en sufrimiento, de forma colectiva, en el terreno de lo público, en el campo de la política injusta que da lugar al crecimiento de la opresión y al hecho de que acaben socializándose todos esos pecados que emanan de la corrupción de lo público. Los valores cristianos, los valores del Reino, pueden redimir la vida política.
En la injusta política se da nada menos que el pecado social, estructural en el que se mueven los tirados al lado del camino esperando al prójimo que se pare, contemple, denuncie y actúa. Aquí, la projimidad política, aunque vaya mucho más allá, pues coadyuva al acercamiento del Reino de Dios entre los más desprotegidos, puede ser un elemento renovador de la vida política, social y económica.
¿Llega este concepto de projimidad política a su radicalidad con el mismo Jesús? Es como si todo ese pecado estructural que afecta a nuestro prójimo y que está, en muchos casos potenciados, por los políticos de turno, fuera algo que no solamente afecta a mi prójimo tirado al lado del camino, sino que, al afectarle a él como ser humano, me está afectando a mí también, afecta a toda la humanidad, a la dignidad humana. De ahí el mandamiento de Jesús: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Así, pues, la preocupación por el prójimo también se puede mostrar a través de la projimidad política. Puede ser que parezca extraño que el prójimo se nos configure como un grupo, como un colectivo, como un pueblo, pero en los profetas encontramos esta defensa del prójimo como colectivo abusado, oprimido y engañado por las clases dirigentes, atrapados por unas estructuras sociopolíticas endémicas que reproducen continuamente el dolor y la marginación de los más débiles. Clamar por la justicia global para estos colectivos, denunciar los abusos y corrupciones que dan lugar a que muchos prójimos nuestros sufran dolor, puede ser la base de la projimidad política.
La projimidad política convierte a muchos cristianos en agentes de liberación del prójimo oprimido y empobrecido, del prójimo sufriente. El cristiano vive en sociedad, conociendo todas sus problemáticas, y se mueve dentro de las estructuras sociopolíticas del mundo, y no puede dar la espalda al dolor del prójimo, aunque éste se nos configure como colectivo. El prójimo como colectivo, como grupo —sin quitar el hecho de que pueda centrarse en un individuo concreto—, es el objeto de toda projimidad política. En medio del mundo, con sus corrupciones, injusticias y gobiernos que puedan dar la espalda al dolor de los pobres y maltratados de la historia, el cristiano tiene que ser sal, luz y elemento transformador.
Cuando los cristianos, a favor del prójimo, se preocupan de lo público, se interesan por la economía, por la justicia social, por el cuidado de los dependientes, la enseñanza y la medicina, denunciando, a su vez, la desigual redistribución de bienes en el planeta tierra, la mala redistribución del trabajo y de los salarios, el hambre infantil, la muerte por falta de medios sanitarios, el trabajo de los niños pobres trabajadores en el mundo y de los niños explotados sexualmente, y acaban denunciando públicamente todos estos pecados públicos y todas estas anomalías de un mundo injusto, están practicando también la projimidad política, aunque su acción denunciadora y solidaria traspase todos estos límites y se transporte hacia lo trascendente.
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