Los evangélicos de nuestros días han aceptado y combinado tantas ideas de otras creencias y filosofías que han creado su propio sistema de fe.
En esta serie sobre los desafíos que se presentan a las iglesias evangélicas hemos llegado a un fenómeno que he llamado “analfabetismo” bíblico. En otras palabras: el conocimiento de hechos y doctrinas más básicas de nuestra fe evangélica es cada vez más escaso. Indudablemente, eso nos debería preocupar.
Ahora, el siguiente paso -después de constatar el problema- es preguntarse: ¿qué nos ha llevado a este problema?
Uno de los factores es -en mi opinión- la crisis de la teología misma. Y no solamente hablo de la teología académica, sino de la teología a nivel de iglesia. La teología como correctivo de tendencias nefastas en el seno de las iglesias no ha desempeñado su papel de forma suficiente. Dando bandazos entre un intelectualismo infumable e incomprensible para los mortales comunes y un simplismo infantil y superficial, poco ha aportado últimamente para fortalecer a los creyentes. Los teólogos hemos sido incapaces en la mayoría de los casos de transmitir una visión vibrante, apasionada e inspiradora para los creyentes. Solo la palabra “teología” despierta cansancio y aburrimiento.
¿Qué pasó con la teología? ¿Por qué existe una crisis tan acentuada en todo lo que tiene que ver con la doctrina evangélica y el conocimiento de la Biblia? Existen por lo menos tres razones:
• En primer lugar, la Iglesia evangélica fracasa en términos generales en su intento de transmitir sus creencias a la generación siguiente. “Teólogo” no solo es el que lleva un título más o menos académico sino cualquier persona que enseña, aunque sea a sus propios hijos. Y en términos generales se sobre-enfatiza la experiencia personal y se descuida la educación cristiana.
La vida espiritual ha llegado a ser, por lo tanto, no algo que se aprende sino una pura cuestión de experiencias o tradiciones. Esto se refleja, por ejemplo, en la manera como se predica.
Los sermones son cada vez más terapéuticos y menos educacionales. Y la relevancia de lo que hacemos en el culto los domingos por la mañana se basa sobre todo en lo que sentimos y cada vez menos en lo que pensamos.
• En segundo lugar, muchas iglesias evangélicas han abandonado la exposición de la Biblia y han dejado de enseñar teología. La exégesis histórica se ha convertido en un arte perdido en el púlpito. En vez de explicar el contexto histórico de un pasaje, el texto se convierte en la base de reflexiones devocionales. Pasajes bíblicos son sacados de su contexto, ya que el predicador está buscando aquellas historias que provocan las respuestas o actitudes deseadas entre la gente. No se expone el texto. Se busca un texto para pretexto de lo que el predicador de turno quiere decir. En consecuencia, los sermones hoy en día se han reducido a charlas de unos 20 a 30 minutos y son sobre todo reflexiones cargadas de emociones, o son discursos interminables de predicadores gritones que cuentan sus anécdotas y historias personales, confundiendo decibelios con el poder de lo alto.
[destacate]Muchos evangélicos han aceptado y combinado tantas ideas de otras creencias y filosofías que han creado su propio sistema de fe[/destacate]En muchas de las iglesias de nuestros días raras veces hay tiempo para hablar sobre asuntos teológicos o doctrinales con la Biblia abierta. Si preguntamos a nuestros pastores contemporáneos si se enseña sistemáticamente doctrinas bíblicas, la respuesta es por regla general negativa. Simplemente no hay tiempo para ello. O no se ve la importancia. Lo mismo es infelizmente cierto en la escuela dominical de los niños.
La fe cristiana ya no se edifica sobre el fundamento firme de enseñanzas y argumentos que han probado su validez a través de los siglos, sino sobre emociones y experiencias personales, o ideologías que vienen directamente del secularismo rampante de nuestros tiempos. Esto nos lleva al tercer punto:
• Una tercera razón para el analfabetismo doctrinal que reina hoy en día es la tremenda y terrible influencia de filosofías y opiniones seculares. Como sabemos el racionalismo teológico enseña que la Biblia simplemente es un producto humano que habla de experiencias personales pero no una revelación divina. De esta manera, se opone frontalmente a la doctrina de la inerrancia bíblica, la deidad de Cristo, la realidad de Satanás la redención y otras doctrinas claves de la fe cristiana. El existencialismo y su énfasis sobre la experiencia humana hace que la gente mire a sí misma y no a Dios o las Escrituras para encontrar la verdad. El post-modernismo ha convencido a muchos de que no existe una verdad universal. Según Barna, solo una minoría del 32% entre aquellos evangélicos que se consideran nacidos de nuevo todavía creen en la existencia de verdades absolutas en el campo de la moral.
Muchos evangélicos aceptan elementos de estas filosofías y pensamientos sin ni siquiera darse cuenta de ello. Por eso Barna y Hatch incluso llegan a la conclusión de que realmente no podemos llamar la fe de los creyentes norte-americanos una fe basada sobre la Biblia. Se trata de una fe sintética y sincretista. Malas noticias para aquellos que ven en las estrategias “made in USA” el remedio para todos los males que nos achacan en nuestras iglesias aquí.
Según Barna y Hatch, los evangélicos de nuestros días han aceptado y combinado tantas ideas de otras creencias y filosofías que han creado su propio sistema de fe. Ambos autores concluyen que una persona promedio bautizada, que se considera nacida de nuevo, ha asumido y aceptado elementos del budismo, hinduismo, judaísmo, islam, de los mormones, la cienciología, el unitarismo y de la ciencia cristiana sin darse cuenta que acaban de crear su propia fe.
El post modernismo ha convencido a muchos de que no hay una verdad universal. Muchos evangélicos aceptan elementos de estas filosofías y pensamientos sin ni siquiera darse cuenta de ello. Se trata de una fe sintética y sincretista. Muchos evangélicos de nuestros días han aceptado y combinado tantas ideas de otras creencias y filosofías que han creado su propio sistema de fe.
Y me temo mucho que este análisis no solamente se aplica a los evangélicos en EE.UU. Solo que allí suelen investigar las cosas más a fondo porque hay más fondos para investigar.
“No usarás el nombre de Dios en vano”. Posiblemente es el mandamiento contra el cual la iglesia al siglo XXI peca con más intensidad porque usamos el nombre de Dios en vano cuando predicamos un cristianismo vacío, hueco, quietista, descafeinado y sin pasiones por un lado y una fe sensacionalista, manipuladora, ególatra, superficial y mercantil por el otro lado.
Indudablemente, uno de los grandes problemas que tiene que ver con el tercer mandamiento es el cristianismo formal, pero ahora no quiero limitarme al cristianismo formal a nivel individual, sino a nivel colectivo. Si un marciano viera la situación que tenemos actualmente en Europa, tendría que llegar irremediablemente a la conclusión de que vivimos en un tiempo post cristiano, al menos si por si acaso en Marte le han dado clases de teología histórica. De hecho, la misma expresión “post-cristiano” se ha puesto muy de moda en algunos círculos teológicos que se dedican a la misiología.
Las grandes catedrales europeas hablan de un pasado donde la fe inspiraba a hacer grandes cosas, y nunca mejor dicho. Pero nuestro visitante extraterrestre tendría que llegar a la conclusión de que este tiempo ha pasado y que estos monumentos son simplemente esto, museos de un pasado mejor para la fe de Jesucristo. Uno podría llegar a ver el futuro muy negro… si no fuera por el hecho que el Señor mismo siempre se ha encargado de cuidar de su Iglesia. Y indudablemente, en esto está.
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