¿Criticón o profeta?

Los profetas que denuncian y anuncian injusticias no pueden demorar demasiado  tiempo lo que han de decirle a la congregación, pues todo tiene su momento y los del profeta suelen ser más urgentes que otros. Si el profeta se lo toma con calma, la misión de su mensaje perdería la fuerza de su sentido. Es la voz de Dios y, a la vez, la voz del grupo que ha enmudecido porque se ha debilitado a causa de las injusticias que sufre.

Cuando un profeta recibe el mensaje, a la vez tiene dudas. Se siente completamente solo y con unas ganas tremendas de desnudarse de su misión y salir corriendo. Quiere, pero no puede. Después de examinarla para descartar errores, para asegurarse en sus percepciones, se convence de que es verdadera y sabe que no puede actuar como actuó Jonás al principio de su misión porque, tarde o temprano, dé las vueltas que dé, terminará yendo a Nívive sin nadie que le acompañe. Solo dará la cara. Solo recibirá las bofetadas. Sólo cuenta con el apoyo que le da el Señor y eso es algo intangible. Irá sin la certeza de que quieran escucharle, creerle y aceptar lo que con sencillez va a comunicar. Nínive puede ser su propia comunidad. Nínive es siempre un riesgo, un reto desconocido que a todas luces se le aparece al profeta como un ente inalcanzable, porque si algo tiene claro es que entre los diez dedos de sus manos no está ni la fuerza ni el cumplimiento de su cometido. Es simplemente un mandado consciente de que en cualquier momento pueden partirle la cara.

Todo profeta pasa, no todos los días, pero sí con frecuencia por la fase de ser criticado y tachado de criticón. Es la actitud de cualquiera que reconoce que la misiva viene directamente para él y no puede menos que darse por aludido. Desprestigiando al mensajero se exculpa. Además se dedica a divulgar la noticia de que el mensaje que da tal o cual miembro de la iglesia no es cierto y no hay que hacerle caso, pues más que edificar, destruye.

Hay muchos trucos en las iglesias para desacreditar e intimidar al profeta y hay mucha gente dispuesta a pedirle que se largue. Es más, cuando no tiene más remedio que salir corriendo, los que se quedan sienten alivio porque ya no lo van a tener más como a esa mosca  que de tanto en tanto resulta molesta. Es tratado como mosca porque uno de los problemas que tiene el profeta es que destaca en poca cosa, su físico no es el recomendado por el canon y es posible que no sepa explicarse tan bien como desea. Por eso es fácil atacarle, cerrarle la boca con textos bíblicos sacados de contexto, empujarle hacia la salida y cerrar tras él la puerta. 

Así quedan a gusto los de dentro, teniendo lo que desean tener, el apacible ánimo que precisan, la tranquilidad de conciencia, contentarse con las pocas ansias por mejorar que les queda y felices porque con eso ya les basta. Pero también queda con ellos, dentro del cubículo que se han fabricado, la falta de responsabilidad y compromiso que conlleva  pertenecer al Cuerpo.