El Adviento pone los cimientos de una gran revolución que nos hace estar exultantes de alegría. Cuando llegue su final e irrumpa la Navidad, el Nacimiento, se establecerá el reinado de Dios en la tierra y a los pobres será predicado el Evangelio.
Abandonamos en estos tiempos navideños los temas estrictamente sociales y nos metemos en las entrañas del gozo y de la alegría. Es Adviento no es solamente tiempo de espera y de esperanza. En él se encuentran retazos de alegría. Es tiempo de espera gozosa. El Señor llega. No lloremos más, mortales de la tierra. Con la llegada del Mesías, el llanto se convertirá en alegría y la oscuridad del mundo en una luz cegadora, espléndida, brillante como la de las estrellas del cielo. El acontecimiento es grandioso, pues es nuestra posibilidad de salvación la que irrumpe en nuestra historia con el grito navideño de “¡No temáis!”, pues el mundo se llena de retazos de alegría y de regocijo.
Se acerca nada menos que aquél de quien se dijo: “quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos”. ¡Alegraos y regocijaos, pobres de la tierra! Buscad esos retazos de alegría, saboread el gozo y el regocijo. Las cosas van a cambiar. Viene el Rey de reyes y el Señor de señores para establecer su reino entre los hombres. Así, podemos gritar llenos de alegría: “El pueblo que andaba en tinieblas, vio gran luz”. El Adviento pone los cimientos de una gran revolución que nos hace estar exultantes de alegría. Cuando llegue su final e irrumpa la Navidad, el Nacimiento, se establecerá el reinado de Dios en la tierra y a los pobres será predicado el Evangelio, la buena noticia: ¡Dios ha llegado!
Por tanto, disfrutad de esa alegría, pobres de la tierra, confiad vosotros, proscritos, pobres y desclasados. Todo lo que los profetas predijeron, llenos de alegría y júbilo, se cumplirá. Hay que echar fuera todo temor y disfrutar de la alegría del Adviento… Hasta el desierto florecerá para todos aquellos que quieran preparar el camino del Señor: “Voz que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas”. Preparad un camino que, aunque, al final, tenga sus espinas, latigazos y muerte de cruz, es para todos nosotros un camino de alegría que nos abre las puertas del cielo.
Quien viene, el que se acerca, no es un líder cualquiera. No. Por eso de ahí que emanen fuentes de alegría. Quien viene es el Rey de Gloria, el Rey de la Gloria. Viene a liberarnos a todos nosotros, tristes y cambiará todo temor en gozo, en alegría imparable, en un regocijo sin fin. Adviento, preludio de que en el mundo va a reinar el contento, alegría y paz en lugar de ceniza. El Rey de Gloria se acerca, viene, va avanzando y, sin duda llegará y debemos estar preparados para recibirlo: “¡Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas! Y entrará el Rey de Gloria…”. Se cumplirá lo predicho por el profeta: “El pueblo que andaba en tinieblas, vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos”. ¿Hay, acaso, un mejor motivo de alegría? Busca, recolecta, aprópiate de todos los retazos de alegría que puedas en esta época de Adviento.
¿Te has olvidado de quién es el que viene? Pues es Dios, el fuerte y el valiente, el poderoso en batalla. Jehová de los Ejércitos. Él es el Rey de la Gloria. ¿Quiénes están tristes? ¿Quiénes tienen sus rodillas endebles? ¿Quién tiene el corazón apocado? Pues para liberarnos de todo esto se aproxima el Señor, el Rey de la Gloria. También, para los que no esperan nada, para los despreciados, los maltratados, los violentados y traficados, los injustamente encarcelados, todas las víctimas del mundo. Para vosotros es el Adviento, para vosotros, muy especialmente, se aproxima el Señor, llega, se acerca.
Quédate con estas palabras y da cauce a la alegría. Salta de gozo, canta, da gritos de júbilo, rompe tu valle de lágrimas. Las palabras son éstas: “Súbete sobre un monte alto, anunciadora de Sion; levanta fuertemente tu voz, anunciadora de Jerusalén; levántala, no temas; di a las ciudades de Judá: ¡Ved aquí al Dios vuestro!”. ¡Alegría, alegría! ¡Luz, luz! Dios viene a cargar con nuestros miedos. ¡Ya llega, ya llega! Hay palabras de consuelo y ánimo para todo el mundo. ¡Bonito tiempo de Adviento! Jesús, el Mesías, el Todopoderoso, deja su trono de gloria y de esplendor para acercase a nosotros. Él viene “para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por caminos de paz”. Regocíjate y canta. Da paso a una alegría desbordada.
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