Aunque parece que hay una ventaja inmediata en evitar la batalla que supone la adversidad y la prueba, a la larga, el resultado de la actitud del mínimo esfuerzo siempre será ir a menos.
‘Si fueres flojo en el día de trabajo, tu fuerza será reducida.’ (Proverbios 24:10). Estamos ante el tweet de Dios más corto de todos los que hay registrados en Proverbios, siendo acompañado en esa brevedad por unos poquitos más, al estar compuesto de solamente cinco palabras en hebreo, mientras que en la traducción que uso en español tiene doce. Hay otra particularidad que este tweet tiene y es el juego de palabras que emplea en el original, juego que en la traducción se pierde, pero que podría conservarse si se tradujera de esta manera: ‘Si fueres flojo en el día de la estrechez, tu fuerza será estrechada.’ La palabra que se ha traducido como ‘trabajo’ tiene el significado de adversidad, dificultad o estrechez, en definitiva de todo aquello que requiere una reacción de vigor y entrega.
El tweet enseña un principio que es aplicable a todos los órdenes de la vida, siendo verdadero tanto si se es joven como si se es adulto. En la etapa de los estudios, ser flojo por la dificultad de cierta asignatura supondrá cosechar malos resultados, con la consiguiente merma de ánimo para enfrentarla de nuevo y el previsible nuevo descalabro que vendrá a continuación. En la etapa profesional, ser flojo supondrá estancamiento y retroceso en la promoción, con la resultante pérdida de posibilidades y ascenso que la acompaña.
Aunque parece que hay una ventaja inmediata en evitar la batalla que supone la adversidad y la prueba, porque así se ahorra el sufrimiento, sin embargo, a la larga, el resultado de la actitud del mínimo esfuerzo siempre será ir a menos. Tal vez, momentáneamente, se gana, pero en última instancia, se pierde. Mas este principio universal natural tiene también su aplicación en el ámbito espiritual, en el que es igualmente verdad que si se es flojo en el día de la estrechez, la fuerza será estrechada.
Hay un claro ejemplo en la Biblia de una generación que tuvo esa actitud de flojera y acabó cuesta abajo, hasta llegar a lo más bajo. Fue la generación que vino después de la de Josué. Pero para captar bien lo que le pasó a dicha generación, lo mejor es compararla con la generación anterior, es decir, la que tuvo a Josué como dirigente. Ésta tenía delante de sí un reto enorme, como era apoderarse de aquella tierra, de la que algunos dijeron, antes de entrar en ella, que era inconquistable. Sin embargo, la orden de Dios era determinante y la promesa que la acompañaba también, orden y promesa a la cual Josué y su generación se aferraron, acabando por conquistar la tierra. Los enemigos y las dificultades eran muy grandes, es verdad, pero por el denuedo y la lucha con que les combatieron lograron el objetivo. El lema que guio a aquella generación de vencedores fue que al ser esforzados en el día de la estrechez, su fuerza sería aumentada. Y los resultados de no escatimar sudores, de pelear a pesar de las dificultades, se vieron ampliamente recompensados. Había merecido la pena tanto sacrificio y abnegación, porque finalmente los frutos cosechados no pudieron ser mejores.
Pero la generación que vino después estaba hecha de otra pasta y en vez del sudor y la lucha, decidieron que era más cómodo evitar todo lo que tuviera que ver con confrontación y pelea, pensando que de esa manera se ahorrarían muchos sinsabores. Y así fue como llegaron a un entendimiento con los enemigos, con aquellos que Dios había ordenado exterminar, porque de lo contrario se convertirían en tropiezos mortales. Tribu tras tribu hicieron dejación de su responsabilidad y optaron por el camino de las componendas y los acuerdos fáciles, en el que las cesiones sobre cuestiones fundamentales se sucedieron una tras otra, como en una catarata inacabable. Al actuar de esa manera, imaginaron que nada grave ocurriría. Pensaron en su fuero interno que, después de todo, no hacía falta ser tan fanáticos como lo fueron sus padres, pues había otras maneras más suaves y menos costosas de hacer las cosas. Lo que para la generación anterior era inconcebible, una entente con el enemigo, para esta otra generación era admisible.
Pero pronto llegaron las consecuencias. La primera, y más grave, fue la pérdida del agrado de Dios. Ellos supusieron que la amistad con los enemigos de Dios era compatible con la amistad con Dios. Pero la amistad con esos enemigos significó la adopción de sus dioses, costumbres, pensamiento y estilo de vida; es decir, la negación de todo lo que la generación anterior de esforzados había creído. Al entrar en esa dinámica dieron por bueno lo malo, siendo el resultado que en lugar de prevalecer sobre sus enemigos, éstos los absorbieron en su sistema de creencias, adoptando a los baales, que se van a convertir, desde entonces, en el recurrente pecado de toda la nación, hasta el punto de hundirla en la apostasía, la debilidad y la derrota.
Para Josué y su generación, el esfuerzo fue lo normal y por eso su fuerza se vio aumentada. Para la siguiente generación, la flojera, que debería haber sido lo anormal, fue lo normal y por eso su fuerza disminuyó. Los primeros conquistaron a sus enemigos; los segundos fueron conquistados por ellos. Dar por normal lo anormal es el camino más corto a la ruina. ¡Qué advertencia hay para nosotros en este tweet de Dios!
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