Lo que conlleva la moneda digital Libra

“…un homer de siembra de cebada se valorará en cincuenta siclos de plata” – Levítico 27:16

Al anunciar Libra, la moneda digital de Facebook, podría decirse que el CEO Mark Zuckerberg se ha metido en un berenjenal. La reacción de los legisladores de los Estados Unidos, podría resumirse en una palabra: consternación. Y con ese sentimiento se las han tenido que arreglar para recopilar toda la información posible sobre el uso de las nuevas tecnologías e investigar acerca de las implicaciones exactas de esta decisión.

En la lista de preocupaciones que despierta la moneda digital, en las primeras posiciones se encuentran las ideas siguientes: blanqueamiento del dinero, compra de drogas y financiación a terroristas. Todo esto da la impresión de que las objeciones pueden evitar que el Congreso de los Estados Unidos apruebe Libra. Pero aún hay más. Lo que está en juego va más allá de beneficiar a la delincuencia organizada (de todas formas, el dólar americano siempre ha sido el medio principal desde hace décadas). Estamos hablando de quién tiene las llaves de la imprenta. Hablamos del alma del dinero.

Dinero bíblico

Es preciso hacer una pequeña recapitulación, aunque será breve porque este tema ya se trató en el artículo sobre involucrarse en el Brexit y en el que se habla sobre si su valor vale la pena, así como en el que reseña el libro Crumbling Foundations (“Fundamentos que se derrumban”). 

- El dinero bíblico, en diferentes épocas y circunstancias, adoptaba formas distintas: oro, ganado y sobre todo plata y cebada.

- Su creación y gestión era independiente del estado o de cualquier otro poder centralizado.

- Los levitas jugaban un papel importante en el mantenimiento honesto tanto del valor como de la integridad de la fuente de dinero.

- El dinero era una forma de unión social pensado para fortalecer las relaciones.

- El interés se prohibió como algo inherentemente abusivo, pues fue la raíz de la pobreza y aumentó la desigualdad.

Ir a contracorriente

Nuestros bancos centrales y comerciales, medidos en contra de los ideales de la Biblia, no se han absuelto correctamente. La plata bíblica fue una fuente de valor excelente. Por otro lado, para las transacciones del día a día, la cebada se usaba con frecuencia (o ambas cosas, como se relata en Oseas 3:2). La cebada, aunque no crece en los árboles, era accesible para todos en los campos de cultivo y al mismo tiempo era lo suficientemente escasa como para considerarse valiosa. En contraposición a esto, nuestro dinero respaldado por deudas se ha comprobado que ha terminado siendo una fuente de valor terrible a largo plazo y que está controlada por un puñado de protectores de la élite, cuyos fracasos colectivos han contribuido de forma directa a la crisis económica global.

Por desgracia, no parecen muy dispuestos a entregar las llaves del árbol mágico del dinero. Ya en 1984, Friedrich Hayek, el economista austriaco y autor de La desnacionalización del dinero, comentó: “No creo que podamos volver a tener un dinero que sea bueno a no ser que se lo quitemos al gobierno de forma violenta. Y como no podemos hacer eso, lo único que nos queda es introducir de forma astuta e indirecta algo que no puedan detener”. 

Facebook puede que haya intentado usurpárselo al gobierno, pero su error ha sido ser poco sutil. Aun así, quizás les sale bien si siguen ignorando juiciosamente a los reguladores estadounidenses. Si no lo hacen ellos, alguien lo hará. Tristemente, Libra está lejos de ser la panacea. 

Los pros y los contras de los ZuckBucks

Hay varias razones por las que estar a favor de Libra. Asimismo, algunas deberían preocuparnos seriamente. La centralización del sistema monetario ha terminado generando injusticias, tal como era de esperar de forma casi inevitable. En cuanto a la Biblia, una centralización innecesaria siempre se ve como algo malo, lo cual resulta en una concentración de poder y que por lo tanto se convierte en una oportunidad irresistible para hacer un uso incorrecto. Deuteronomio 17 proporciona muchas advertencias al rey de Israel (donde la monarquía una concesión, ver 1ª de Samuel 8). 

Es, por lo tanto, bueno que haya una gran variedad de elección monetaria, que exista una pluralidad de opciones y competición entre monedas, como en los tiempos bíblicos. También existe la posible democratización de Libra: la habilidad de depositar una proporción de los 1,7 miles de millones de personas que no tienen acceso al banco, dos tercios de los cuales tienen un teléfono móvil que les permite acceder a servicios financieros de una forma que los sistemas bancarios actuales encuentran antieconómica. 

¿Quid custodet ipsos custodes?

Por otro lado, Libra presenta un problema. A diferencia de los gobiernos (y, de forma indirecta, los bancos centrales), las empresas no son responsables ante los ciudadanos. Tienen responsabilidad con los accionistas. Un gobierno elegido democráticamente se puede cambiar y, además, se van haciendo inspecciones y balances sobre cómo se gestiona la economía. Un estado, básicamente, tiene un propósito moral, aunque no siempre se luzca ejecutándolo. 

Esto, en cambio, no suele darse en una corporación o sociedad. Su principal objetivo es generar ingresos para los accionistas y es muchísimo menos confiable que un gobierno. 

En resumen, Facebook, una entidad supranacional con 10 veces más usuarios activos que votantes en los Estados Unidos, con un pasado algo oscuro en cuanto a la protección de los derechos y privacidad de sus usuarios, es el posible próximo banco central que no da confianza y con ánimo de lucro sobre su propia moneda global. 

¿Qué podría salir mal?

¿No es un cambio pequeño?

Esto demuestra que todo cambia por dinero. Tanto si Libra tiene éxito como si no, cualquier otro sin duda lo conseguirá, ya sea la plataforma social Telegram, el gran Walmart, Binance o cualquiera de las docenas de otras empresas multimillonarias. Sea como sea, aquí es cuando (de forma “astuta o indirecta” o por vías menos sutiles) vemos que el dinero va alejándose progresivamente de las manos del gobierno. En teoría, que se descentralice cada vez más y que como consecuencia disminuya el abuso del sistema que todos utilizamos tendría que ser algo bueno. 

Sin embargo, tenemos que ir con cuidado y no cambiar un sistema imperfecto por otro que aún lo es más. La historia del dinero va de una centralización progresiva. La historia de la tecnología es prácticamente lo mismo. Otorgarles a los gigantes tecnológicos con falta de responsabilidad y de, posiblemente, moralidad la capacidad de emitir nuestra moneda puede llevarnos en una dirección que nos recuerde a tiempos anteriores. 

Guy Brandon ha trabajado como investigador y escritor para el Jubilee Centre desde 2006.

Este artículo se publicó por primera vez en la web de Jubilee Centre y se ha reproducido con permiso.