La insensatez no es una deficiencia mental sino moral; no se trata de un mal cerebral o neuronal sino espiritual.
Una de las tendencias más acusadas en el ser humano es, cuando surge una dificultad, la de cargar la responsabilidad en otros, eximiéndose a sí mismo el que tal hace de toda obligación. Es una tendencia extendida por doquier y no es exclusiva de tal o cual generación, ni de tal o cual cultura o civilización, sino que es patrimonio común de la humanidad. Es fácil de realizar y quien la efectúa queda siempre en una cómoda posición, que no le compromete a nada ni nada le demanda, porque todo el peso recae en la parte a la que se hace responsable. Todos los argumentos y todas las razones que sean favorables se emplearán para afianzar esa actitud, evitando o negando cualquier evidencia que la contradiga.
Ya en los albores de la humanidad encontramos esta tendencia, porque cuando se produjo la Caída la inmediata reacción de los protagonistas fue acusar a otro, descargándose de cualquier deber propio. El hombre culpó a la mujer y ésta a la serpiente. Pero no hubo ni el más mínimo atisbo de acusarse a sí mismos, aunque la cuota de culpa personal de cada cual era más que indiscutible.
Pero esa tendencia horizontal de excusarse a uno mismo y desviar toda la carga sobre nuestros semejantes, tiene también su contraparte vertical, esto es, al excusarnos a nosotros mismos y acusar a Dios por las consecuencias de lo que nosotros hemos hecho. En realidad, la tendencia horizontal no es más que el resultado de la tendencia vertical. Sabemos muy bien acusar a otros, porque primero hemos aprendido muy bien a acusar a Otro.
Hay un tweet de Dios que enseña bien cómo lo que nosotros hacemos mal lo revertimos sobre Dios y es el que dice: ‘La insensatez del hombre tuerce su camino y luego contra el Señor se irrita su corazón.’ (Proverbios 19:3). Lo primero es constatar que el origen del camino torcido está en el hombre, quien es su artífice y autor. No hay que buscar en otra parte. No se trata de la mala suerte, ni del hado, ni de las estrellas. No hay que andar buscando lejos un responsable, al cual achacar la culpa de lo que está pasando. Es el hombre el que ha labrado su camino.
Pero hay además un factor que explica por qué el camino del hombre es el que es y ese factor es la insensatez, que es un ingrediente no adquirido sino congénito, pues ya viene con nosotros desde nuestro nacimiento. La insensatez no es una deficiencia mental sino moral; no se trata de un mal cerebral o neuronal sino espiritual. Tiene que ver con la actitud de presumir saber todo lo que hay saber, sin necesidad de nada ni nadie más. Se trata de una postura de independencia, que llega a la insolencia.
Pero el problema del insensato se agrava cuando el camino, que él deliberadamente ha fraguado, se manifiesta en toda su dureza e intensidad. Es una regla general que de acuerdo al hombre así es su camino; luego si el hombre es un insensato, los frutos de su camino serán de acuerdo a tal insensatez, estando esa senda plagada de quebranto y descalabro. Los dolores y sufrimientos que acontecen tienen una explicación, que rigurosamente se resume en la primera parte del tweet.
Pero el tweet tiene una segunda parte y es que en lugar de reflexionar sobre lo que está pasando y sacar consecuencias provechosas y saludables, el insensato se revuelve contra Dios y le acusa de lo que él mismo debería acusarse. Estamos aquí ante una demostración palmaria de hasta dónde puede llegar la insensatez humana, que en vez de reconocer el fracaso propio, achaca las consecuencias del mismo a Dios. Detrás de este supremo acto de insensatez se oculta la soberbia humana, que no está dispuesta a humillarse y tiene la osadía de encararse con Dios y pedirle cuentas.
Hubo un hombre que actuó de esta manera insensata. Se llamaba Asa y fue rey de Judá. Al ser reprendido por el mal proceder con que había actuado cuando tuvo que enfrentarse a sus enemigos, al apoyarse en el brazo humano en lugar de en el de Dios, su reacción fue la de encolerizarse con quien le hablaba de parte de Dios y echarlo en la cárcel. La palabra con la que el profeta había definido su actuación fue ‘locura’. Y la locura de Asa consistió en confiar en su propia sagacidad, lo cual supuso la dura reprensión de la que fue objeto. En vez de admitir su necedad, Asa se irritó contra Dios, en la persona de su representante, cumpliendo así no sólo la primera parte del tweet sino también la segunda.
Si tu insensatez te lleva a torcer tu camino y ese extravío, a su vez, es fuente de toda clase de calamidades, no lleves tu insensatez al grado más elevado, acusando a Dios. No seas como Asa. Más bien, párate y medita. Eso ya será un buen indicio. Después, pregúntate a ti mismo dónde está el origen de lo que ha ocurrido. Tras ello, busca a Dios, porque esa búsqueda ya será una señal de desviamiento de la insensatez y comienzo de un mejor itinerario.
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