Pablo no deja ninguna duda: los judíos tienen futuro en el plan de Dios.
Uno de los pasajes más importantes que define la relación entre los creyentes gentiles y judíos son los versículos de Romanos 11. Después de explicar el tema del remanente, Pablo recurre a un ejemplo de la horticultura para explicar un principio teológico de importancia fundamental. De entrada, Pablo constata dos cosas:
En primer lugar: Los que son étnicamente judíos dentro del pueblo de Dios son un grupo minoritario dentro de su propia etnia. El término bíblico es “remanente”. La gran mayoría de los judíos -tanto en los tiempos de Pablo como hoy en día- rechazó y sigue rechazando al Mesías que ya vino. Su propio orgullo y su autosuficiencia les llevaron a un callejón sin salida.
Pero por otro lado Pablo no deja ninguna duda: los judíos tienen futuro en el plan de Dios. Esta sencilla verdad se expresa claramente en estos capítulos. Sin embargo, no ha sido tomada en serio por segmentos importantes de la iglesia cristiana a lo largo de los siglos.
En Romanos 11:11-16 Pablo habla detalladamente de este tema y expresa cuatro verdades sencillas:
a.El rechazo de Israel no es definitivo (11ª)
Obviamente en los tiempos de Pablo y aún más después de la destrucción del templo, muchos cristianos se preguntaban: ¿esto es ya el final de los judíos? ¿Ya no hay una esperanza para ellos? Y la respuesta de Pablo es tan enfática que sorprende que históricamente no ha sido tomado muy en cuenta por muchos cristianos: de ninguna manera. No es la última palabra de Dios. Muchos pueblos han desaparecido en el mundo en los útlimos 2000 años. Los judíos, sin embargo, siguen allí.
b.El rechazo de Israel es oportunidad para los gentiles (11b)
Ahora los gentiles tienen su momento de gloria. Es cierto que Jesús dijo claramente en Mateo 21:43 que el Reino le será quitado a los judíos y dado a otro pueblo que produzca los frutos. Es la gran oportunidad del mundo: el evangelio viene a todas las naciones, todo el mundo es invitado porque los que fueron invitados primero no quisieron venir en su gran mayoría. Pero esto no quiere decir que Dios ha olvidado al pueblo judío.
c.El rechazo de Israel es para provocarles a tener celos (11c.13-14)
Dios tiene un propósito con todo esto: la idea es provocar a Israel a tener celos. Celos de ese pueblo de Dios de entre los gentiles. Y en este punto hay un problema con el cual tenemos que enfrentarnos mirando los dos mil años de historia: ¿realmente hay razón para que un judío tenga celos de los creyentes gentiles? Si un judío viniese y participase en nuestro culto o viviese con nosotros en nuestra casa ¿tendría celos? Celos al ver nuestra forma de honrar a Dios, al ver en nuestra vida frutos de santidad verdadera, celos al ver la importancia que damos al estudio de la Palabra de Dios, celos al ver que no somos hipócritas, formalistas y superficiales? Me parece que en términos generales, la Iglesia cristiana poco ha hecho para causar celos entre los judíos y anhelar nuestra fe en Yeshua haNotzri, Jesús de Nazaret, el Mesías. Y entre otras cosas tengo mis dudas, porque simplemente hemos negado nuestra herencia judía.
d.El arrepentimiento de Israel será de mayor bendición todavía (11b.12.15)
De todos modos, Pablo deja claro que cuando llegue el momento de la conversión de Israel a gran escala, será una bendición aún mayor para la Iglesia. Llegará el momento cuando Israel, los judíos, este pueblo tan especial, volverá al redil de su Dios.
Y para que esto se entienda mejor, Pablo pone dos ejemplos muy ilustrativos. El primero es el ejemplo de las primicias (16ª)
¿De qué está hablando Pablo aquí? El ejemplo viene del Antiguo Testamento. Según Números 15:17-21 un israelita tenía que presentar el primer pan hecho de la primera cosecha al Señor, como ofrenda. De esta manera todos los panes estaban bendecidos. La aplicación a Israel es evidente: Toda la nación es bendecida por las primicias, los primeros que creen. Porque significa que el resto va a seguir. Y los primeros que creyeron fueron los judíos.
El segundo ejemplo es el de las raíces (16b). Aquí Pablo empieza a hablar del ejemplo de un olivo. En el AT Israel fue comparado con un olivo. Oseas lo hace en el último capítulo de su libro y Jeremías también recurre a esta imagen en su profecía. La lección para nosotros es: si las raíces están bien, entonces también las ramas. El olivo vive de sus raíces. Y estas raíces son los patriarcas, Abraham, Isaac, Jacob. Ellos son destinatarios de las promesas. Abraham iba a ser el padre de un pueblo inmenso. Estas raíces también son nuestras raíces. Y las raíces se llaman “Israel”. La historia de Abraham no solamente es la historia de los judíos. Es también nuestra historia, la de Isaac, la de Jacob, las promesas de bendiciones, somos granos de arena, somos estrellas en el firmamento, por la gracia de Dios.
Lo que Pablo enfatiza es que somos un pueblo. Un solo pueblo. Un árbol, no dos. Pero lo que nos diferencia es que Israel, siendo raíz y tronco de este árbol, tiene la promesa de un gran futuro como pueblo. Esto no lo tiene garantizado nadie, salvo los judíos.
Y para que todo se entienda todavía mucho mejor, Pablo sigue con el ejemplo del árbol. Y nos explica lo que está pasando desde hace 2000 años con un ejemplo inmejorable. Viene de la horticultura:
EL EJEMPLO DEL OLIVO (17-24)
a.Las ramas desgajadas son los judíos (17ª)
Son aquellos que no creyeron, que rechazaron al Mesías, que no entendieron lo que estaba pasando: los sumos sacerdotes, por ejemplo. Lo que me parece muy importante en este contexto es que Pablo dice “algunas de las ramas”. No dice: “todas las ramas”. Eso habla del remanente de judíos fieles.
b.Las ramas injertadas son los gentiles (17b)
Nosotros siendo gentiles somos de un olivo silvestre. Y ahora disfrutamos de la savia rica de Dios que son las promesas. Las promesas vienen de lejos, de las raíces de los patriarcas. Ahora pertenecemos a este árbol milenario. Como si siempre hubiéramos estado. La historia de Israel es nuestra historia. Es una de las imágenes más impresionantes en este contexto. Ahora ¿Qué aprendemos de todo esto?
c.Aviso contra la arrogancia (18-24)
El principio es que las raíces llevan las ramas y no al revés. El gran pecado de la Iglesia Cristiana ha sido siempre el de sentirse superior y despreciar a los judíos. La raíz del pueblo de Dios son las promesas dadas a los patriarcas, las promesas del Mesías. La raíz de la Iglesia son los 39 libros que llamamos el AT. La gran lección del árbol - en este caso el olivo - es: las raíces sostienen a las ramas, no al revés. La Iglesia del Señor tiene raíces israelitas, raíces judías. Nada ni nadie nos debe confundir en esto. Las raíces de la iglesia cristiana están en Jerusalén, no en Atenas o Roma.
Cuántos errores hubiéramos podido evitar a lo largo de 2000 años de historia de la iglesia si hubiéramos tomando en cuenta esto. Pero otra cosa nos llama la atención en la argumentación de Pablo: las ramas originales no fueron desgajadas para hacer sitio para nosotros, sino por su falta de fe (19.20).
Y si no prestamos atención, nos puede pasar exactamente lo mismo (21.22). A los creyentes con trasfondo gentil nos viene bien recordar: la arrogancia viene antes de la caída, o sea: antes de ser desgajado. Fe y arrogancia son con como agua y aceite. No se pueden mezclar. Donde gobierna la arrogancia, la fe ha dejado de ejercer su poder. La arrogancia y la vanidad son señales de que puede pasar lo mismo: ser quitado del árbol después de haber sido injertado.
Nos conviene recordar: Dios es severo en sus juicios. No lo olvidemos nunca. Él es bueno con los que se quedan en él. Jesucristo habla de lo mismo cuando dice: yo soy la vid, vosotros los pámpanos. El que en mi permanece llevará mucho fruto.
Y el pasaje termina con un mensaje de esperanza: las ramas desgajadas pueden ser injertadas de nuevo (23.24). Para cualquier judío incrédulo, en cualquier momento hay esperanza. Dios es poderoso para injertarles de nuevo. ¡Qué bendita esperanza, qué buen mensaje para el pueblo judío! Solo podemos animarles: dejaros injertar de nuevo.
Y en cuanto a nosotros: Deberíamos ser felices poder participar en esta savia rica y vivificante: la savia de la vida eterna. Y sobre todo: al cristiano que no ama profundamente al pueblo judío le falta el entendimiento de estos versículos.
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