Toda planta, tiene sus ramas, que son los pámpanos, los cuales ‘están colgados’ de la vid. Si tales pámpanos no ‘están colgados’ de la vid, no sirven para nada, porque, por sí mismos, no pueden dar fruto.
La publicidad no deja de ser un abundante caudal de información, que es reflejo del mundo en el que vivimos y fuente de reflexión, aunque la intención de sus promotores no es tanto que reflexionemos sino que compremos. Una reciente campaña que ha aparecido en algunas marquesinas de autobuses en Madrid es la impulsada por una conocida marca de tomate frito, en la que a la imagen de unos tomates acompañaba la frase: ‘Es mejor estar colgados de una rama que colgados de un móvil’. El anuncio fue fugaz y duró solo unos días. Me temo que causó más ofensa que estímulo, por lo que los responsables del producto se apresuraron a retirarlo. Escocía, más que seducía. Y es que llamar colgados a unos potenciales compradores no es la mejor publicidad, aunque sea una verdad como un templo.
En mis tiempos jóvenes la expresión ‘estar colgado’ era muy corriente entre los consumidores de hachís y LSD. La aspiración máxima del consumidor habitual de esas sustancias era ‘quedarse colgado’ de forma permanente. Por tal expresión se quería decir que los efectos de esas drogas no fueran temporales, con la subida y bajada típica, sino que la subida siguiera siendo siempre subida. De esa forma no se bajaría nunca del mundo supuestamente feliz al que esos estupefacientes transportaban. Sería el paraíso, o mejor dicho, el nirvana perfecto, ya que los usuarios de hachís y LSD eran proclives al budismo y otras filosofías orientales. Si se percibía que alguno de tales adictos estaba como ausente de manera continuada, se consideraba que había llegado al envidiable estado de ‘estar colgado’, aunque la realidad fuera que sus facultades mentales podían haber quedado fatalmente trastocadas.
Pero con el paso del tiempo la expresión ‘quedarse colgado’ adquirió preponderancia en el mundo de la informática y de los ordenadores. Una de las peores pesadillas que podían ocurrir era que el ordenador, en pleno proceso de ejecución de algún programa, se quedara de pronto bloqueado y por más teclas que tocaras la máquina no respondiera. Sin saber por qué, el ordenador sufría una parálisis total, una especie de colapso, de muerte súbita, siendo la única solución resetear el ordenador, es decir, pulsar al mismo tiempo las teclas Ctrl, Alt y Supr, aunque a veces ni por esas se reponía, debiendo apagarlo y encenderlo de nuevo, con toda la pérdida de trabajo que conllevaba. ¡Cuántos quebraderos de cabeza dio a más de uno que el ordenador se ‘quedara colgado’! Algo que ocurría con más frecuencia de la deseada hace unos treinta años.
Pero actualmente resulta, según la acertada publicidad de la marca de tomate, que es posible ‘estar colgado’ del móvil. Una de las diferencias entre ‘estar colgado’ por el hachís o el LSD, ‘quedarse colgado’ el ordenador y ‘estar colgado’ del móvil, es que los dos primeros ‘cuelgues’ tenían que ver con un sector muy reducido de la población. En los años sesenta y setenta los consumidores de aquellas sustancias estimulantes eran los hippies, una minoritaria fracción de la sociedad. En los años ochenta y noventa los que tenían ordenadores personales eran pocas personas. Pero actualmente el móvil es universal. Así que el ‘cuelgue’ del móvil también lo es. Es todo un proceso evolutivo, en el que la sociedad moderna va pasando por distintas etapas de ‘cuelgues’, desde las más residuales hasta la más generalizada. Antes algunos querían ‘quedarse colgados’ a ciertas sustancias, las máquinas muchas veces se ‘quedaban colgadas’, pero ahora un abrumador conjunto ‘está colgado’ a las máquinas. Al final, en todos los casos, se trata de un ‘cuelgue’, yendo de menos a más la cantidad de ‘colgados’. De manera que la nuestra podría definirse como una ‘sociedad de colgados’… al móvil.
Sin embargo, según la publicidad del tomate frito, hay una manera mejor de ‘estar colgado’, que es ‘estar colgado de una rama’. Y efectivamente así es, aunque en un sentido diferente al que los responsables de la marca estaban pensando.
En un momento dado, Jesús se comparó a sí mismo con una planta, una vid; mejor dicho, con la vid verdadera, la que lleva fruto auténtico para Dios. Como toda planta, tiene sus ramas, que son los pámpanos, los cuales ‘están colgados’ de la vid. Si tales pámpanos no ‘están colgados’ de la vid, es decir, si no permanecen unidos a ella, no sirven para nada, porque, por sí mismos, no pueden dar fruto. En otras palabras, los pámpanos no pueden ser independientes de la vid, no pueden desentenderse de ella, ya que es ella la que les suministra la savia necesaria para que vivan y den fruto. Por tanto, es forzoso que los pámpanos permanezcan unidos a la vid, o sea, que ‘estén colgados’ a ella, porque de lo contrario acabarán siendo echados en el fuego.
No te quedes ‘colgado’ de tu móvil. Vas a estar dominado por una máquina y es patético que un ser humano, del que Shakespeare dijo: ‘¡Qué obra admirable es el hombre!’, esté encadenado a una máquina. Más bien, quédate ‘colgado’ de Jesús. No hay color.
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