Tal vez Dios esté dando a la iglesia la oportunidad de capacitar a las futuras generaciones de niñas y mujeres para superar la opresión de género de una sociedad patriarcal.
Entre 1985 y 2005 en Uganda, decenas de miles de niñas fueron secuestradas, violadas y reclutadas a la fuerza por el Ejército de Resistencia del Señor (LRA).[1]Durante su cautiverio, estas niñas sufrieron una violencia sexual y física inimaginable como “esposas forzadas” para los comandantes y “madres forzadas” para sus hijos.[2] Los comandantes de mayor rango recibían como remuneración múltiples esposas que eran obligadas a casarse y quedaban embarazadas.[3]
Estas y otras prácticas dañinas significaban el restablecimiento de normas sociales y sesgos de género extendidos que están profundamente arraigados en la estructura patriarcal de la cultura ugandesa. Para que las niñas soldado reciban plenas oportunidades de sanarse durante el proceso de reinserción, se necesita una estrategia social concertada para erradicar estas actitudes y prácticas patriarcales. Esta estrategia deberá ser diseñada para romper el ciclo de transmisión intergeneracional de prejuicios, estigmas y violencia de género contra niñas y mujeres.[4] La intención de este artículo no es “africanizar” este fenómeno mundial de niñas soldado. Más bien, aborda las implicaciones de algunos sesgos de género previos al conflicto en el proceso de reinserción de niñas soldado a la sociedad posconflicto. El fenómeno de las niñas soldado del LRA es usado como ejemplo.
Sesgos y estigmas de género previos al conflicto
Una de las principales fuentes de sesgos y estigmas de género contra las niñas es la actitud en Uganda hacia el matrimonio como una institución socioeconómica. En este tipo de comunidad patriarcal, las niñas son tratadas como mercancía cuyo valor está determinado únicamente por el precio de la novia y la capacidad de tener hijos.[5] El matrimonio precoz es fomentado y practicado como norma cultural. A veces se presiona a las niñas para que abandonen la escuela para que la familia pueda prosperar a partir del precio de la novia. De esta forma, el precio de la novia sirve para reforzar el dominio masculino y el sesgo de género.
De manera similar, la aceptación de la poligamia también perpetúa los sesgos de género y la violencia sexual contra las niñas. En algunas comunidades, se aceptan cónyuges múltiples para los hombres, pero no para las mujeres. Esta práctica también intensifica el dominio masculino y el abuso de niñas y mujeres. En consecuencia, la violencia sexual contra niñas y mujeres es aceptada con impunidad y está normalizada.[6] Como los perpetradores de violencia sexual no tienen que responder por sus actos, esto legitima y alienta a todos los hombres de la sociedad a explotar a las niñas y mujeres. A menudo, las niñas vulneradas por violación y violencia sexual son objeto de burla y son estigmatizadas como promiscuas y quedan “devaluadas” por no estar en condiciones de casarse.
Otra fuente importante de estigmatización previa al conflicto proviene de la creencia en el fenómeno de los cen (espíritus vengadores). En el contexto de la cultura hiper espiritualizada de Uganda, se cree que los cen son manifestaciones espirituales enigmáticas de espíritus malignos que poseen a los vivos. Cada vez que ocurre un mal, ya sea en la vida de un malhechor, su familia o su comunidad, se lo atribuye al espíritu de la persona agraviada o asesinada que busca venganza. Se cree que esta venganza continuará hasta que la muerte sea resarcida y el espíritu sea aplacado. En muchos aspectos, las enfermedades, dolencias y desgracias se asocian con el acoso por parte de los cen. Así, las personas que se considera que están siendo acosadas por cen son marcadas como extremadamente peligrosas para la comunidad y, por lo tanto, son estigmatizadas y excluidas.
La persistencia de estas y otras actitudes patriarcales y prácticas espirituales previas al conflicto suponen un nuevo trauma para las niñas soldado que intentan reinsertarse en la sociedad posconflicto.
Algunas implicaciones
En 2006, el LRA fue expulsado del norte de Uganda. Sin embargo, los prejuicios, la violencia y los estigmas de género contra las niñas soldado siguen siendo las principales barreras para que las repatriadas intenten reintegrarse a la vida civil. Las niñas soldado y sus hijos nacidos durante el cautiverio se han convertido en la población más estigmatizada y excluida de Uganda. Las personas los rechazan porque son un recordatorio constante de las atrocidades que ocurrieron durante la guerra. En particular, las ex niñas soldado son percibidas como personas violadas sexualmente y, por lo tanto, son rechazadas y estigmatizadas como niñas dañadas.[7] En consecuencia, las niñas soldado están devaluadas a los ojos de la comunidad como algo que ya no es comercializable por el precio de la novia.
Otro impedimento para el proceso de reinserción surge de la creencia de que los cenpredominan entre las ex niñas soldado. Las repatriadas que sufren problemas de salud como fístulas, VIH/SIDA y trastornos de estrés postraumático son temidas como potencialmente peligrosas y estigmatizadas por estar poseídas por cen. Los síntomas de los cen se describen a menudo como pesadillas, escuchar voces, sentimientos de culpa o tristeza, ansiedad y diversas formas de depresión.
Algunas niñas soldado han informado que no experimentaron síntomas de cen tanto en la selva como en las comunidades a las que regresaban. Esto puede indicar que los cen son un subproducto del rechazo y estigmatización comunales. Por lo tanto, confrontar las preocupaciones comunales por los cen es crucial para el proceso de reinserción de las niñas soldado.
El rechazo y estigmatización continuos de las niñas soldado que regresaban a menudo las dejaba en la indigencia con un sentimiento de desesperanza. Esto conduce a un ciclo de victimización y trauma repetidos. Para algunas niñas, la incapacidad de cuidar de sí mismas o de sus hijos las obligaba a recurrir al crimen, la prostitución y relaciones con hombres abusivos para sobrevivir. Al parecer, las experiencias de abuso verbal y agresión sexual por parte de familiares y miembros de la comunidad eran generalizadas y aceptadas impunemente.[8]
Por lo tanto, la Uganda posconflicto presenta a las niñas soldado con un dilema social por el cual las normas sociales las rechazan, y se ven excluidas debido a los efectos de sus traumas durante la guerra. Ambos son desafíos para la reinserción exitosa de las niñas soldado a una vida normal. Es así que la reinserción debe incorporar un enfoque de género que sea sensible a las implicaciones de los sesgos y estigmas de género societales. Sin un enfoque de género, la reinserción exitosa de las ex niñas soldado seguirá siendo una tarea difícil para muchas niñas y continuará perpetuando sus traumas después de la guerra.
Respuestas sugeridas de ONG cristianas
1. Respuesta bíblica
Las ONG cristianas deben proporcionar el evangelio junto con servicios de reinserción eficaces para equipar a las niñas soldado para que regresen a la vida civil. Específicamente, el problema de los cen debe enfrentarse desde una perspectiva bíblica pertinente al contexto, tanto en privado con la ex niña soldado como en público con la comunidad.
Podría ser útil usar un enfoque de cambio de paradigma para formular una respuesta bíblica al problema de los cen:
Este enfoque debe proceder primero de una comprensión integral del mundo espiritual contextualizado dentro de la cultura. ¿Cómo entienden y se relacionan las personas de la comunidad con los cen? En otras palabras, los cen deben ser encarados como una realidad espiritual. Segundo, es imperativo comunicar que los creyentes en Jesucristo tienen poder sobre los espíritus demoníacos a través del poder del Espíritu Santo que mora en nosotros. Finalmente, es importante enseñar que toda retribución y venganza pertenece solo a Dios.
2. Respuesta espiritual
Las sociedades que creen en espíritus malignos también creen que los espíritus malignos pueden ser exorcizados de las personas y las comunidades. Tradicionalmente, los cen son encarados a través de sacrificios de sangre de animales, en los cuales se cocinan y comen animales sacrificados, y mediante una ceremonia en la que se rocía agua sobre los pies de personas que han caminado sobre muertos. Ya que los cen son percibidos como un problema espiritual, tal vez los sacramentos cristianos públicos del bautismo y la Cena del Señor pueden ser el antídoto público para convencer tanto a la ex niña soldado como a la comunidad de que sus pecados del pasado son perdonados y lavados. Cuando sea necesario, bajo la dirección del Espíritu Santo y de la manera en que Jesús enseñó a sus discípulos, los demonios deben ser expulsados de los afectados por los cen.
3. Respuesta educativa
Los cen también deben ser confrontados a través de la educación comunal práctica. Según se informa, los niños soldado que se han convertido al cristianismo han recomendado formas eficaces de lidiar con los cen. Por ejemplo, un niño de 12 años relató la historia de otro ex niño soldado que fue aceptado en la comunidad porque les contó a todos cómo siempre disparaba para errar al blanco y permitía escapar a los que debía matar. Dice: “Este niño no tiene ningún problema alguno con los cen”.[9] Este niño de 12 años comprendió que el rechazo comunal es una raíz potencial de los cen. Tal vez, las ONG cristianas deberían educar a las comunidades sobre el poder del amor y la aceptación para ahuyentar a los cen.
Después de la guerra, Uganda está madura para que las semillas del evangelio sean plantadas y regadas. Tal vez Dios esté dando a la iglesia la oportunidad de capacitar a las futuras generaciones de niñas y mujeres para superar la opresión de género de una sociedad patriarcal. Algunas niñas soldado, mientras estaban en cautiverio, han reconocido su capacidad para liderar como comandantes en el LRA. Otras aprendieron que tienen una resistencia innata para sobrevivir. Y algunas han usado estas fortalezas para capacitar a otras para caminar en libertad frente al trauma de su pasado. “Empoderar a las mujeres es lo que mejor hacen las mujeres” es el lema de Empowering Hands, una ONG autóctona fundada por cuatro ex niñas soldado que han sobrevivido al ciclo de «reinsertar y rechazar» del proceso de reinserción.[10]
Conclusión
Las niñas soldado que sufrieron violencia sexual y trauma psicológico espantosos sufren nuevos traumas y vuelven a ser victimizadas durante el proceso de reinserción. Las realidades de sus experiencias específicas de género en la sociedad deben ser consideradas en el proceso de reinserción. Los programas de reinserción deben adoptar un enfoque sensible al género que aborde las distintas experiencias de las niñas soldado que regresan a una sociedad patriarcal que acepta sus vulneraciones como normativas.[11]
Las actitudes y prácticas profundamente arraigadas de sesgos y estigmas de género que impregnan todos los aspectos de las sociedades patriarcales deben ser cuestionadas. Las ONG cristianas deben garantizar que los derechos humanos de todas las niñas soldado sean restaurados con dignidad. Esto es de vital importancia. Subraya la convicción de que las inversiones en la reinserción de las niñas soldado en la sociedad permitirán a las generaciones futuras de niñas y mujeres contribuir a la reconstrucción de comunidades en las que todas las personas puedan vivir en paz con dignidad y prosperidad.[12]
Notas
La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.
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