En lugar de personas de Estado, estamos votando a maestros del entretenimiento.
El coste de la formación en el mundo natural es el tiempo, poco pasa sin él. Las semillas necesitan décadas y siglos, más que años, para crecer y convertirse en robles. La fuerza y firmeza de un roble solamente se producen a través de un proceso. No hay forma de recortar este proceso y, de hecho, si un árbol hiciese algo parecido sería en su propio perjuicio.
En el liderazgo público se necesita un proceso similar. Los líderes que tienen el carácter y la resiliencia para prosperar en medio de la adversidad no nacen así; más bien, se forman mediante las decisiones que toman. A menudo, estas decisiones se toman en crisoles secretos de prueba, bajo presión gerencial, interna o relacional. Incluso afrontando acusaciones, malentendidos, traiciones, decepciones, debilidades personales y fallos. En ese periodo de formación, un líder emergente debe tener una visión a largo plazo que está arraigada en los caminos de Dios y una comprensión de que el proceso es esencial para su propio desarrollo. Esto le permite reconocer lo que está ocurriendo y perseverar a través de las pruebas y el sufrimiento, que son elementos de la formación que no se pueden evadir.
De hecho, el líder creciente aprende del sufrimiento apropiado como un vehículo para obtener perseverancia, y la perseverancia da el carácter; y el carácter, la esperanza, que no avergüenza a causa del derramamiento del amor de Dios en el corazón a través del Espíritu Santo, que nos ha sido entregado. Esto, quizás suena algo masoquista, pero estas palabras ya las dedicó Pablo a los Romanos (capítulo 5).
Si observamos las tendencias del liderazgo en diferentes países democráticos, quizás nos sintamos perplejos mientras tratamos de explicar o interpretar cómo los líderes se han separado de la fundación esencial de su carácter. Por ejemplo, el caso del Reino Unido, que estrena primer ministro con Boris Johnson. Puesto que Johnson es un clasicista (estudió a los clásicos en el Balliol College, en Oxford), un artículo reciente de The Economist utilizaba la filosofía política de Platón para evaluar el carácter del nuevo premier en un test.
Uno de los argumentos centrales de Platón es que el carácter importa mucho. Puede incluir la veracidad, el amor por la sabiduría, una experiencia gubernamental efectiva estudiada y sazonada, un desarrollo, una visión coherente del mundo y un compromiso diligente para desarrollar las cualidades esenciales para la responsabilidad pública. Y, como dice el medio, todo esto no está bien representado por figuras como la de Johnson.
Una buena pregunta para formular es por qué a nosotros, los votantes, parecen no solo atraernos, sino también escoger a líderes que fallan demostrando su carácter y un conocimiento práctico de los aspectos básicos de los gobiernos nacionales. Más que a personas de Estado, hemos escogido para la élite de la Administración pública a un profesor de drama, (Canadá), a una personalidad de la televisión y hombre de negocios (Estados Unidos), o a un comediante (Ucrania). Ellos han escalado, como si estuviesen impulsados por propulsores invisibles, a posiciones de liderazgo nacional a pesar de tener poca o ninguna experiencia ni conocimientos prácticos sobre cómo gobernar un país. En lugar de personas de Estado, estamos votando a maestros del entretenimiento. Como se lee en otro artículo de The Economist, “los ciudadanos están tan consumidos por la búsqueda de placer que mendigan la economía, tan hostiles a la autoridad que ignoran que el consejo de los expertos, y tan comprometido con la autoridad que pierden cualquier propósito común”. [1] El fenómeno de líderes como Justin Trudeau, Donald Trump o Volodimir Zelenski, se explica en parte por la postura de la gente.
Entonces, ¿cómo responder a los extraños paisajes políticos de nuestras sociedades? Debemos quejarnos, resistir, protestar denunciar, o simplemente huir? Para un seguidor de Jesús, la respuesta a estas preguntas tiene cuatro consideraciones:
En primer lugar, orar. Podemos presentar con toda libertad nuestras peticiones ante la máxima autoridad tanto en el cielo como en la tierra. Vamos a interceder para que el reino de Dios venga sobre la tierra como en el cielo, y a hacer “plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por toda la gente, también por los reyes y todos los que están en autoridad para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida piadosa y digna”. [2] La oración no debe darse por sentada, sino que es uno de los principales vehículos con el que se puede extender la paz en tiempos de crisis.
Segundo, entender que nuestras oraciones para que el reino de Dios venga serán respondidas primeramente en nosotros. Por lo tanto, abracemos con alegría el proceso de crecimiento, incluyendo las diferentes formas de pruebas y sufrimientos, que forma en nosotros un carácter similar al de Cristo y que evidenciará el peso de nuestras oraciones.
Otro aspecto es ser sal y luz en el mundo, especialmente a largo plazo. La llamada primaria de Cristo no es a una solución rápida, sino conocer al Padre, ser testigos de Cristo en el mundo y un hábitat para el Espíritu Santo. Abrazar el misterio y la paradoja de esta realidad reconfigura nuestro celo por cambios instantáneos en una obediencia larga y fiel en la misma dirección [3], que es el verdadero vehículo del cambio, y en la confianza de que, en última instancia, Dios está trabajando sus propósitos en el desarrollo de la historia.
Por último, recordemos el roble. Consideremos su significado en nuestras vidas personales, colectivas y también cuando evaluamos a nuestras figuras públicas. El roble nos conduce al interior de la crisis de carácter actual en el liderazgo público. No puedes comprar carácter. No puedes apresurar el carácter. No puedes inventarlo. No se forma mientras uno está acostado en la arena de la playa o planeando el camino hacia la cima. Se forma a través de la perseverancia, que implica afrontar diferentes formas de dificultad. Hablando en general, nuestra cultura más amplia no abraza la dificultad y el sufrimiento como vehículos de crecimiento, sino que los rechaza como imposiciones sobre nuestra libertad y felicidad, seas un contable, tengas una tienda o estés en un cargo público. Naturalmente, no amamos sufrir ni perseverar, sin embargo, en los misterios ocultos de Dios hay una gloria que llega cuando cedemos, una esperanza que se produce y un amor que se derrama sobre nuestros corazones. Con humildad, recordemos el roble y crezcamos.
Este artículo se publicó por primera vez en la web del Jubilee Centre y se ha difundido con permiso previo.
Notas
1- The Economist, 22 de junio de 2019, Bagehot, The Plato Test.
2- 1 Timoteo 2:1-4
3- Eugene Peterson
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