Llora sin consuelo su abandono delante del grupo que ha salido a recibirla y la rodea, la escucha, la consuela.
Al ver Noemí que Rut estaba decidida a acompañarla, no insistió más, y así las dos juntas siguieron su camino hasta llegar a Belén.
Cuando entraron en Belén, hubo un gran revuelo en todo el pueblo. Las mujeres decían:
–¿No es ésta Noemí?
Pero ella les respondía:
–Ya no me llaméis Noemí; llamadme Mará, porque el Dios todopoderoso me ha llenado de amargura. Salí de aquí con las manos llenas, y ahora las traigo vacías porque así lo ha querido el Señor. ¿Por qué me llamáis Noemí, si el Señor todopoderoso me ha condenado y afligido?
Así fue como Noemí volvió de Moab con Rut, su nuera moabita. Llegaron a Belén cuando comenzaba la siega de la cebada.
Rut 1:18-22
En aquel tiempo Belén no era una ciudad grande, por eso todos se conocían, por eso, los mayores recordaban con claridad el caso de Elimélec y Noemí, un matrimonio que por causa del hambre, como tantos otros decidieron mudarse a Moab antes de que la desgracia les alcanzase por completo. Hasta allí marcharon acompañados por sus dos hijos, Mahlón y Quilión.
Después de un tiempo, a los vecinos les llegó la noticia del fallecimiento del esposo. Noemí se había quedado sola, sola con sus dos hijos y sintieron el luto como propio. A aquellos que se habían marchado para encontrar años mejores, la mordedura del infortunio se les había presentado de manera atroz.
La vida siguió adelante sin remedio. Los hijos se prometieron con moabitas, una de ellas era Rut y la otra Orfá. Poco tiempo después, llegaron estas buenas nuevas al lugar y se regocijaron. Parecía que la suerte les había cambiado. Mahlón y Quilión habían crecido y estaban a punto de formar una familia. Sabían lo importante que era celebrar casamientos y Noemí iba a lograrlo. No todo lo que les sucedía era injusto, ¡claro que no! Estos acontecimientos lograrían traerles descendencia y, con ella, la bendición del Señor para su casa.
Sin embargo, cuenta la historia que al cabo de diez años murieron también los hijos. No se habla del legado de descendencia alguna en el relato así que, Noemí, se encontró desamparada por completo al perder a los tres varones que componían la esencia de su linaje.
Este aviso llegó a los habitantes y se afligieron. ¿Qué sería ahora de la que se había quedado tan sola? ¿Cómo podría sobrevivir y cuál sería su esperanza?
Para no extendernos demasiado en algo que ya conocemos, daremos un pequeño salto para situarnos en el camino que conduce a Belén de Judea, el territorio al que esta mujer no había contemplado volver nunca más pero, del mismo modo que el hambre los hizo salir de allí, ahora la desventura la obligaba a regresar.
Continúa el autor del libro de Rut contando que las dos viudas llegan como dos almas en pena, sin el amparo de hombres que las protejan. Por más que Noemí le ha insistido a su nuera Rut en que lo mejor para ella es volver con los suyos y buscar otro marido, ésta no ha consentido en dejarla sola. La relación entre ellas es buena, se aman.
Entramos ahora en el punto exacto al que queremos llegar con esta reflexión, la complicidad entre amigas que se identifican como hermanas, que aflora aunque no lleven la misma sangre. La solidaridad, la muestra de apoyo a la que vuelve con la humillación desgarrada de haber sido derrotada.
Cuando se acercan a la ciudad se arma un gran revuelo y son las mujeres las que dejan sus quehaceres, avisan a las más despistadas y salen corriendo al encuentro de aquellas dos figuras que se aproximan. Bendita costumbre la de alegrarse de verse.
Está claro que, a pesar del tiempo transcurrido, han logrado identificar sin lugar a duda a su antigua vecina cuyo nombre tienen presente en la memoria, ¿no es ésta Noemí?, se preguntan unas a otras. Aún teniendo la certeza de quién es necesitan responderse unas a otras en la carrera hacia el abrazo, un abrazo de hermandad entre mujeres que viven sumidas en el patriarcado de una sociedad en la que si falta el hombre, falta todo. Salvo por las canas y las arrugas que adornan sus caras, Noemí nota en el trato que no han pasado los años, que parece que fue ayer cuando se marchó de allí, que siguen siendo las mismas y que el apego no ha menguado. Está convencida, porque así se lo enseñaron, de que cualquier desdicha que sobreviene al ser humano es enviada por un Dios justiciero, por un Dios cruel que no ha querido tener compasión de ella, ni de su marido ni de sus hijos. Todavía no sabe que muy pronto las puertas de las desgracias van a cerrarse. No es consciente de cuánto cambiará su suerte y cuánto la va a bendecir ése Dios en el que en estos momentos no confía.
En tal ambiente de acogida necesita desahogarse, sacar afuera sus pesares por ver si siente algún alivio, y lo hace con razón. Llora sin consuelo su abandono delante del grupo que ha salido a recibirla y la rodea, la escucha, la consuela. Amigas que siguen llamándola Noemí, "mi dulzura", aunque ella ha renunciado a él porque entiende que su existencia se ha vuelto "amarga", muy amarga, y les pide que la llamen Mará. Ante esta situación, palpa primero el cariño con el que la están tratando y luego el respeto que le regalan. Lo acepta. Se deja abrazar. Forman una sola y una sola abarca a todas. Gracias a este singular comportamiento, el consuelo comienza a entrarle con timidez. Es el principio de su sanidad interna, la base de recuperación de aquella fe que tenía perdida. Respira y parece que el aire se atreve ya a entrar en sus pulmones, el dolor que se le había instalado en el pecho amaina. Para ella y su nuera se abre una nueva etapa en la que las mujeres las sostendrán hasta que muy pronto a Rut se le ocurra la idea de ir a buscar un segador que la deje recoger espigas en la siega de la cebada que acaba de empezar.
Y aquí termina este corto ejemplo de sororidad sobre el que hemos estado reflexionando. ¡Qué importante es tener amigas que te acojan, te escuchen, te ayuden, te comprendan!
Notas
*El término sororidad empezó a ser acuñado en el área de las ciencias sociales para conceptualizar la necesidad de la creación de vínculos y alianzas naturales entre las mujeres con el fin de eliminar las opresiones sociales que las afectan como, por ejemplo, el patriarcado.
La sororidad es una forma contemporánea de ver el feminismo que ha sufrido bastantes críticas debido a su inflexibilidad e intolerancia que irónicamente se encuentran presentes también en el machismo.
La sororidad es una nueva forma de encarar los problemas sociales mediante una relación más íntima y comprensiva entre mujeres creando así el empoderamiento del género femenino en la sociedad actual. https://www.significados.com/sororidad/
Recomiendo la lectura de Rut la moabita. Una historia de amor. Ediciones Camino Viejo. Stuart Park.
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