Desciende hasta tu prójimo, ese hombre que, siendo coetáneo tuyo, ha quedado apaleado y tirado en los márgenes del camino.
Baja tu mirada, siempre, baja tu mirada. Tenemos un Dios que, estando en lo más alto, con todo poder y gloria, bajó su mirada, descendió hasta tocar con sus manos y sus pies los más bajos fondos de una humanidad pecaminosa. Su pasión fue descender, morar con los hombres con la especial sensibilidad de estar cerca de los más débiles, sentir su dolor, hacerse humano, muy humano. Desde su gloria, miró hacia abajo. ¿Por qué no vamos a descender nosotros?
No mires solamente hacia arriba. Tenemos que bajar la mirada. Hoy hay en el mundo muchos humanos que se llaman seguidores de Jesús. La pregunta sería: ¿hacia dónde miran, hacia dónde miramos? ¿Somos unidireccionales con respecto a la vivencia de nuestra espiritualidad cristiana? Desagraciadamente, muchos de los que se llaman discípulos del Maestro, piensan que su función es mirar hacia arriba, estar lo más cerca posible de los ángeles y, si fuera posible, tocar con su mano el mismísimo trono de Dios. A todos estos habría que decirles: ¡Baja tu mirada, baja tu mirada! ¡Desciende!
Aunque te sea difícil baja tu mirada. En la vivencia de la vida cristiana, a veces es más difícil bajar la mirada que elevarla hacia arriba. Por eso el grito debe ser continuo, desgarrador y fuerte: ¡Baja tu mirada, baja tu mirada! No sea que te pierdas no sea que te pierdas por el mundo celeste y angelical. Intenta imitar a Jesús, pídele que te ayude a bajar la mirada, a descender de su mano a los lugares en donde tu prójimo sufre aunque esté en focos de conflicto, en los degradados y bajos fondos de una sociedad impía y egoísta.
¡Baja tu mirada! ¿Qué ves? Desciende hasta tu prójimo, ese hombre que, siendo coetáneo tuyo, ha quedado apaleado y tirado en los márgenes del camino. Ten empatía, intenta ponerte a su lado y caminar con él para liberarle y restituirle con la ayuda de Dios.
¿Es posible bajar la mirada sin dejar de mirar hacia arriba? Algo importante es que, en tu tarea de descenso, no dejes mirar hacia arriba, hacia ese Dios que te tiene que dar las fuerzas, pero desciende, baja, mira hacia las simas en donde se dan los gritos de los sufrientes del mundo, de los empobrecidos de la historia, de los maltratados, de los abandonados y solitarios.
¡Mira, de nuevo, hacia abajo! ¿Qué es lo que puedes observar? No. No son los infiernos, a no ser que sean los infiernos terrenales. Algunos discípulos discutían por saber quién sería de entre ellos el que estaría sentado a la derecha de Jesús. Querían estar muy pegaditos a Él, allá en las alturas, pero estaban olvidando que la vida cristiana consiste también, como parte esencial, bajar su mirada hacia los infiernos mundanos, allí donde los hombres sufren.
Si eres discípulo del Maestro, baja tu mirada. No lo dudes, bájala. Si somos seguidores de Jesús, y Jesús descendió bajando su mirada hacia allí donde estaban los sufrimientos de sus criaturas, tenemos que imitarle. Si miramos con fe los ojos y las manos del Señor, éstos van a reorientar nuestra mirada, y nos van a indicar que bajemos nuestros ojos también hacia esos nichos de sufrimiento en donde moran muchos hombres de nuestra historia.
Comienza la senda del descenso. El camino que observamos mirando solo hacia arriba, no es el camino estrecho que nos va a llevar hacia el cielo. Ese camino estrecho se encuentra en el mundo, y solamente lo perciben y siguen aquellos que son capaces de bajar su mirada, de descender, de dejar comodidades, banquetes, participaciones consumistas y lujos humanos, y, en su lugar, comienzan un camino de descenso hacia aquellos lugares de conflicto en donde se encuentran nuestros prójimos sufrientes.
Inicia el descenso. Sí. Los seguidores de Jesús estamos obligados a bajar nuestra mirada, a iniciar el descenso a los infiernos terrenales para llevar los valores del Reino de Dios que son liberadores, transformadores, dignificadores y dadores de una vida nueva y digna, tanto para el más allá, como para el aquí y el ahora que les ha tocado vivir.
Baja tu mirada, desciende. Los ojos de la fe también tienen que dirigirse también hacia los apaleados de la historia sin dejar por ello de mirar hacia arriba… a no ser que nuestra fe esté muerta, y mire unidireccionalmente hacia arriba con ojos ya sin vida. La vivencia y la práctica de la espiritualidad cristiana es siempre bidireccional. Si no, es que no hemos entendido la encarnación, el descenso y la bajada de los ojos de Jesús hacia nosotros, hacia nuestra tierra, hacia nuestra historia en donde irrumpe con nuevos valores para el aquí abajo, nuestro aquí y nuestro ahora que debe ser transformado con los mismísimos valores del Reino.
Yo intento seguir al Dios glorificado y miro hacia arriba buscando su rostro, pero éste me indica, me dirige a que yo también mire hacia abajo y descienda, precisamente para conocer, comprender y actuar en la línea en la que actuó el redentor del mundo que nos trajo una revolución en los valores que siempre fueron contracultura con los valores injustos de una humanidad perdida.
¡Desciende, desciende! ¡Baja tu mirada! Allí te encontrarás con el rostro de los hombres sufrientes que, en cierta manera, te estarán mostrando también el rostro del mismo Dios a quien quieres seguir.
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