Curiosamente nadie lucha por el amor, el de verdad, no sólo el erótico y sentimental.
No hace falta decir que está de moda posicionarse a favor del feminismo. Y como toda palabra que cae en abuso, cae en desuso su significado original. Como amor, libertad, tolerancia, que son utilizados a menudo por quienes odian, tiranizan al prójimo o son intolerantes.
Inicialmente el feminismo nació con raíces sociales e ideológicas protestantes en EEUU, fundamentalmente en torno al movimiento sufragista, el derecho al voto de la mujer. Hoy nadie se atrevería a cuestionar este aspecto, como todos aquellos en los que los derechos fundamentales de hombres y mujeres son los mismos como seres humanos y ciudadanos.
Pero a partir de este inicio, el feminismo se amplió a horizontes nuevos, muchos legítimos, pero se fue mezclando con conceptos vinculados a otro tipo de ideologías, especialmente la denominada ideología de género, que enfatiza el derecho al aborto sin considerar la vida humana en gestación, una sexualidad “libre” que es en realidad anárquica (ya fracasó con el movimiento hippy), y sobre todo una indefinición de la identidad sexual (mujer y varón) convirtiéndola en sexualidad fluida bajo el paraguas de “géneros”.
Esta mezcla ha hecho que muchas iglesias, líderes y entidades cristianas (evangélicas) se mantengan al margen de todo lo que se apode feminismo, creyendo que este posicionamiento aséptico sea neutral; cuando en realidad es dejar que las justas reivindicaciones que atañen a la violencia contra la mujer en la pareja, en las agresiones y abusos sexuales, en la discriminación en puestos de responsabilidad y decisión acorde a su valía y dones, quede relegado como si no importasen. Y lo que es peor, dejando que todo este campo libre para quienes nada tienen que ver con la cosmovisión bíblica del hombre y la mujer.
(Sólo se salva la enorme labor en la lucha contra la trata de mujeres, pero creo que esto ocurre porque no se ve como un movimiento relacionado con el feminismo, sino contra la dignidad y libertad de la mujer de forma aislada).
Quien niegue que esto ocurre en la sociedad, y también en la iglesia (en menor medida, pero ni mucho menos ausente) es que prefiere la ceguera o ha elegido vivir en una burbuja. “¡Oh, santa simplicidad!”, que dijo el reformador Juan Hus mientras una anciana echaba leña a la hoguera en que iba a morir quemado como hereje por defender, como Lutero, la libertad de conciencia a las luz de la palabra de Dios.
Dicho esto, y volviendo al uso de las palabras, sin desdecir nada de lo escrito, creo que lo que actualmente se llama feminismo, en un sector cada vez más amplio está entrando de lleno en el término de “hembrismo”.
Hembrismo es el equivalente al machismo. Se define como hembrismo “una actitud que legitima el menosprecio y los ataques hacia los hombres por el hecho de serlo”.
Veo manifestaciones “feministas” donde realmente se respira un ambiente que ve al hombre como opresor, tirano, el famoso heteropatriarcado dañino. Estando de acuerdo con la justa igualdad entre hombre y mujer; sin embargo siendo sincero las proclamas, gritos y rostros de muchas mujeres que veo en los informativos y redes de estas manifestaciones me hacen sentir como peligroso por el hecho de ser hombre, un violador en potencia, un obstáculo en la libertad de la mujer. En definitiva, un sospechoso que debe demostrar su inocencia.
Este camino lleva a una sociedad cada vez más polarizada, porque genera un enfrentamiento entre sexos. Como en política, se crispa y malinterpreta lo positivo, y se usa como justificación para que haya quienes se vayan al extremo contrario.
Caemos en estar luchando unas contra otros.
Curiosamente nadie lucha por el amor, el de verdad, no sólo el erótico y sentimental (que son excelentes compañeros en el matrimonio, pero nunca el motor que lo impulsa).
Nadie se para a pensar que la lucha debería ser fomentar hombres que pongan a la mujer como una prioridad en su vida personal y social, y mujeres que valoren de la misma forma a los hombres. Y en esa línea construir juntos, desde la complementariedad, sin opresiones, desde el compañerismo que reconoce la valía y necesidad del otro.
La sociedad lo está haciendo mal. Pero la iglesia no está construyendo nada, o casi nada, en cuanto a un verdadero proyecto que rechazando lo negativo del machismo y del hembrismo, rescate el feminismo, un feminismo cristiano, al que el propio Jesús puso las bases en su vida y enseñanza.
Y también que rescate lo bueno del varón. Por cierto, ¿se han dado cuenta de que no existe en masculino una palabra positiva equivalente o similar a feminismo? ¿masculinismo, virilismo, virilidad, varonismo? No sólo no se usan, sino que suenan fatal.
No es que pretenda equiparar o minusvalorar las desigualdades de la mujer respecto al hombre. Es que el lenguaje mismo nos muestra que no existe término alguno que rescate lo positivo del varón, de su identidad.
Génesis relata que Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza (inmenso honor inmerecido), y especifica: A su imagen lo creó, varón y hembra lo creó.
La mujer no alcanzará su auténtica imagen sin el varón. Y el varón no alcanzará su verdadera imagen sin la mujer. ¿Se levantará alguna vez una voz, un movimiento, que rescate este principio en positivo, tal y como fue diseñado originalmente?
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