La crisis medioambiental de esta era es síntoma de una crisis relacional aún más profunda.
Katharine Hayhoe, una querida científica climática cristiana dio una charla en Cambridge hace unas semanas.
Dijo lo siguiente: “Preocuparse por la creación de Dios –la gente y otros seres vivos que ya están viéndose afectados por el cambio climático actual– es una expresión genuina de nuestra fe, una aceptación fiel de nuestra responsabilidad, así como una expresión verdadera del amor de Dios”.
El cambio climático no es una hipótesis científica, sino que impacta a los más vulnerables de cualquier parte del mundo. Este impacto es injusto: mientras que los países industrializados construyen sus economías apoyándose en los combustibles fósiles, los que son menos culpables sufren las peores consecuencias.
Tal como dice Mary Robinson, enviada especial a la ONU para el Cambio Climático: “Esta injusticia –que aquellos que no han contribuido al problema acarreen con las consecuencias más graves– deja claro que abogar por los derechos de los más vulnerables (comida, agua potable, sanidad, educación y hogar) no tiene ningún efecto si no prestamos atención al cambio climático de nuestro planeta”.
En el Jubilee Centre hemos estado pensando mucho sobre comida, relaciones y el medio ambiente. Publicaremos un informe al respecto muy pronto.
Estamos llevando a cabo también algunos eventos en Irlanda del norte, Cambridge y Londres para explorar este tema y desarrollar patrones de alimentación con conciencia y sostenibilidad.
Este tema ha sido un reto, pero una de las ideas clave ha sido que hay una dinámica relacional entre Dios, la humanidad y la creación no humana.
La crisis medioambiental es sintomática de una crisis relacional más profunda; Se puede afirmar que ilustra un fracaso de la misión de amar a Dios y al prójimo.
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”. Ese es el primer mandamiento y el más importante. Y el segundo dice así: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Toda la Ley y los profetas se aferran a estos dos mandamientos, leemos en Mateo 22:37-40.
Una responsabilidad de amar al planeta: ama a tu Dios
Una visión bíblica de la creación reconoce que tanto la humanidad como la creación no humana fueron esculpidas cuidadosamente por Dios para su gloria.
Por lo tanto, la relación correcta entre la humanidad y la creación no humana requiere respeto por el valor intrínseco del medio ambiente.
La vocación humana de cultivar y cuidar el medio ambiente requiere que las personas intentemos ver la creación a través de los ojos de Dios, tal como declaró al crear la creación antes de la humanidad y dijo que “era buena” (Génesis 1:12).
La creación y la provisión es un regalo de Dios, lo cual se expresa claramente en el salmo 104:14-15:
“Él hace producir el heno para las bestias,
Y la hierba para el servicio del hombre,
Sacando el pan de la tierra,
Y el vino que alegra el corazón del hombre,
El aceite que hace brillar el rostro,
Y el pan que sustenta la vida del hombre”
¿Cómo somos capaces de responder a esto con apatía y degradación? Escribiendo en los años 70, el granjero y poeta cristiano Wendell Berry comentó: “Cada vez que nos entregamos o dependemos del derroche de nuestra economía (y el principio de nuestra economía es, de hecho, derrochar) provocamos una crisis. Casi todos nosotros, casi cada día de nuestras vidas contribuimos de forma directa a la ruina de este planeta”. [2]
Hacerse responsable de esta crisis es un elemento clave para amar al planeta y honrarlo como dádiva de Dios que es.
Son clave más formas sostenibles de energía y agricultura, donde las personas puedan contribuir de forma individual al no derrochar y abordar el tema del consumo (de comida o productos) con más conciencia.
Una responsabilidad de amar a los pobres: amar a tu prójimo
Los cristianos también estamos llamados a amar al prójimo. Los países con ingresos inferiores y con menos recursos para poder mitigar esos efectos son los más vulnerables a los cambios extremos en el clima; esto es una injusticia que debemos combatir los cristianos cuando abordamos este tema.
El cambio climático exacerba la pobreza extrema, la inseguridad alimentaria y amenaza el sustento de todo el mundo. Las inundaciones de 2017 en el sur de Asia, especialmente en Bangladesh, desplazaron a millones de personas y se cobraron las vidas de más de 1400 personas.
El cambio climático aumenta la frecuencia, la intensidad y los impactos de los acontecimientos climáticos extremos, crea nuevas amenazas de subidas en el nivel del mar y exacerba los alimentos existentes y la inseguridad del agua.
Haití es otro ejemplo muy conocido. El huracán Matthew golpeó Haití en octubre del 2016 y según las estadísticas de la ONU, 2,1 millones de personas se vieron afectadas, y cientos de ellas fallecieron.
A esto le siguió una crisis de inseguridad alimentaria a causa de la destrucción de los campos de cultivo y sistemas alimenticios.
En marzo de 2019 el ciclón Idai devastó el sur de África y afectó a casi 3 millones de personas en Mozambique, Malawi y Zimbabwe con un número de muertos superior a 843 personas.
Una atmósfera más cálida hizo que la lluvia que precedió a la tormenta fuera más intensa, la extrema sequía de los últimos años ha aumentado al endurecerse la tierra, y finalmente los niveles del mar siguen aumentando, lo cual hace que la costa sea más vulnerable frente a las inundaciones.
Jeff Wright, director de respuesta de World Vision, dijo lo siguiente acerca del ciclón Idai: “El ciclón Idai ha mostrado cómo es de vulnerable la gente frente a este tipo de desastres que destrozan hogares, destruyen los cultivos, desplazan a cientos de miles de personas y fuerzan a que niños salgan de las escuelas que están afectadas o que se vuelven centros de evacuación”. El coste humano del cambio climático cada vez se ha vuelto más devastador.
En palabras de Katharine Hayhoe, estos datos son aterradores, y el miedo puede activar respuestas de compasión y pena, pero necesitamos una visión para el futuro que aporte esperanza.
Necesitamos una visión para entender cómo honrar a Dios preocupándonos por su planeta y amando a nuestro prójimo, no solo hoy sino de forma intergeneracional. Y no solo a nuestros vecinos geográficos, sino también a los que lo son de forma global, “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”. (2ª de Timoteo 1:7).
Tenemos que tomar medidas (pues tenemos poder), debemos amar y debemos retarnos a luchar con la ciencia y la verdad de la situación (pues tenemos dominio propio y conocimiento).
Hannah Eves participa en la escuela de posgrado SAGE del Jubilee Centre. Se graduó de la Universidad de Nottingham con un máster en Gobierno y desarrollo político.
Este artículo se publicó por primera vez en el Jubilee Centre y se le ha concedido permiso para publicarse de nuevo.
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