A veces, en nuestra buena voluntad y la de nuestros pastores, nos acostumbramos a vivir la espiritualidad cristiana como una ética de cumplimientos virtuosos.
Seguro que tú que me lees, también vas a la iglesia, quieres vivir la espiritualidad cristiana, quieres seguir a ese Maestro que anduvo por la tierra haciendo bienes. Pues bien, a veces, la asistencia a la iglesia y el seguir las líneas de experiencia religiosa que se nos enseña en este sacro lugar que hemos de amar y trabajar para que se adapte lo más posible a ser una iglesia del Reino, que irrumpe en nuestra historia con la llegada de Jesús al mundo, puede tener también sus riesgos. Quizás es que todos somos humanos. Por tanto, no es crítica, sino amor a la iglesia del Señor.
A veces, en nuestra buena voluntad y la de nuestros pastores, nos acostumbramos a vivir la espiritualidad cristiana como una ética de cumplimientos virtuosos. Hay que guardarse siempre de posicionamientos, costumbres o comportamientos que puedan parecer indecentes.
Así, en el discurso de la iglesia, se nos va a enseñar a tener cuidado con nuestros comportamientos sexuales. En la mayoría de los casos, se va a rechazar todo aquello que nos enseñan y que condena la Biblia. Así puede ser con la homosexualidad —no en todos los casos, pues hay algunas iglesias inclusivas— u otros desórdenes sexuales que se dan en el mundo.
Se nos enseña que un buen cristiano no debe mentir, ni calumniar, ni tener desórdenes de la conducta. En muchas, se nos quiere enseñar a ser felices: “Sonríe, Dios te ama”. En muchas otras, el servicio se ve como el trabajo en la iglesia en sus diaconías, su enseñanza e, incluso, en el mantenimiento, en la limpieza y el orden que incluiría también en guardar las formas durante los cultos, participar en la alabanza, ir al culto de oración que, desgraciadamente, serán siempre los menos.
Todo esto no es malo. Nos va introduciendo en un pietismo, una especie de vida piadosa y puritana con la que nada tengo en contra. Sin embargo, hay preguntas que pueden surgir y martillearnos la mente y el corazón cuando leemos la Biblia. ¿Consiste en eso la vivencia de la auténtica espiritualidad cristiana? ¿Es todo esto la línea fundante y básica en el seguimiento del Maestro? ¿Es el cristianismo una ética de cumplimientos piadosos?
La verdad es que hay que tener cuidado, porque los cristianos podemos vivir la espiritualidad cristiana desde dos perspectivas o parámetros diferentes que, en muchos casos, desgraciadamente, parecen excluyentes. Una línea o perspectiva, sería la ya comentada, la de la vida piadosa y la ética religiosa de cumplimiento, de reglas, de formas recomendadas de comportamientos o la honestidad virtuosa.
Sin embargo, hay otra línea que va mucho más allá de la búsqueda de estas purezas. Es la que supera y va mucho más allá de la búsqueda de la decencia puritana y de la ética de los cumplimientos y rituales religiosos. Es la vivencia de la espiritualidad cristiana que se debe dar desde la vivencia de los valores del Reino que nos trajo Jesús.
En la esencia y vivencia de esos valores está el mandato de projimidad, el amor y el servicio al prójimo, la solidaridad cristiana para con los más débiles, el trabajar por la justicia, por el hacer justicia que reclamaban los profetas, el entrar en la denuncia profética del mal en el mundo, el trabajar por romper en pedazos las estructuras injustas de poder y económicas que oprimen a tantos hombres, el posicionarse con nuevos valores que no deben caer nunca en la admiración de las riquezas y el prestigio humano.
Esta segunda línea de la vivencia real de la espiritualidad cristiana nos lanza a ser las manos y los pies del Señor en medio de un mundo de dolor en solidaridad con los excluidos, empobrecidos y marginados del mundo, en la lucha contra la opresión, en la crítica de todo poder injusto y de todo abuso del prójimo en debilidad o en necesidad. Eso solo se consigue desde la experiencia de la fe, del nuevo nacimiento, del empoderamiento del Espíritu que se nos da como seguidores del Maestro.
Por eso es por lo que he dado el título a este artículo de “Cristianos: su discurso y sus Vivencias” en la práctica de la espiritualidad cristiana, en la enseñanza de la iglesia, en el compromiso del creyente con el mundo. Incidir en el hecho de que los cristianos, los auténticos seguidores del Maestro tienen que tener una vida de servicio muy diferente a aquellos que lo hacen solamente desde humanismos que pueden ser ateos o, en su caso, de aquellos que pasan insolidariamente ante el prójimo sin hacer nada cayendo en el pecado de omisión de la ayuda.
Creo que Jesús no vino al mundo, ni nos dejó sus valores del Reino en donde muchos últimos deben ser los primeros, solamente para que seamos más puritanos o algo más decentes. No. Él quiere que nos unamos a su proyecto del Reino, que ya está entre nosotros, para hacer justicia y buscar misericordia como práctica de una fe viva. Lo otro, el puritanismo y la decencia, no lo critico y pueden llegar incluso a ser algo positivo si se hace dentro de una convicción de ser diferentes y de tener unos estilos de vida distintos a los no creyentes, pero si falta toda esta última perspectiva solidaria y de amor en acción, todo puede ser “como metal que resuena o címbalo que retiñe”, haciendo daño a los propios oídos del mismo Dios.
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