En una cultura dominada por el secularismo, el relativismo y la tolerancia, no es de extrañar que el cristianismo, con sus afirmaciones de verdad y absolutos excluyentes, sea incompatible con la cultura secular.
Un estudio reciente en el Reino Unido indicó que el 71 por ciento de los jóvenes de 18 a 24 años dice no tener creencias religiosas de ningún tipo.[1] Según Operación Mundo, una creciente mayoría de los países europeos, incluidos Francia, la República Checa y España, tienen un uno por ciento o menos de cristianos evangélicos.[2]
De acuerdo con el libro Churchless, «Más de un tercio de los adultos de los Estados Unidos son esencialmente seculares en su creencia y sus prácticas». Significa que hay unos 156 millones de estadounidenses que «no tienen relación con una iglesia».[3]
Gran parte del antiguo mundo «cristiano» está dejando atrás sus raíces y está dominado por el secularismo (muerte a la religión) y el relativismo (muerte a la verdad). La Biblia ya no es considerada la brújula moral, sino que cada uno es libre de decidir por sí mismo lo que está bien y lo que está mal. Los jóvenes ven a la iglesia como algo irrelevante en su vida diaria: una tradición muerta y vacía del pasado.
Y la secularización, una tendencia estrechamente vinculada a la globalización de la cultura entre la juventud urbana, no se limita a las regiones poscristianas como Europa o los Estados Unidos. Está impactando a las culturas de los centros urbanos de todas las regiones del mundo, incluidos Oriente Próximo, Asia y África. Esta próxima generación, conectada por el consumismo, las redes sociales y la industria del entretenimiento, forma la cultura global más grande que haya existido jamás.
En todo Oriente Próximo, por ejemplo, ha surgido una generación completamente nueva influenciada por el secularismo global. Esta es una generación muy versada en la tecnología moderna y muy comprometida con la música y las tendencias artísticas globales. A pesar de la agitación política y social que ha caracterizado a la región, estos jóvenes son dinámicos, altamente innovadores y creativos. Al mismo tiempo, desconfían cada vez más de los valores culturales y religiosos tradicionales, ya que aspiran a un cambio y a una nueva forma de vida. Al presentar tanto un desafío como una oportunidad en términos de evangelización, esta cultura emergente requiere nuevos modelos y enfoques misionales, ya que los esfuerzos tradicionales en esta región han tendido a centrarse en los valores y la cosmovisión de la generación anterior.
Vivimos en una época de conectividad sin precedentes. Los principales medios de comunicación, las estrategias económicas globales y, sobre todo, Internet han erosionado las fronteras culturales. La cultura juvenil es más homogénea que nunca, lo que conduce a una cultura juvenil verdaderamente globalizada. En el corazón de cualquier cultura están las ideas centrales que forman su visión del mundo. Para la cultura juvenil globalizada, estas ideas centrales son el secularismo, el relativismo y la tolerancia.
El secularismo
Es importante entender que el secularismo no es la ausencia total de Dios. El secularismo se caracteriza con mayor precisión por la marginación y privatización de la espiritualidad.[4] Los jóvenes no rechazan conscientemente a Dios en sí mismo; simplemente no piensan en el tema. Apropiadamente, estos jóvenes post-Dios han sido apodados “los ningunos”, una generación sin ninguna pertenencia religiosa.
La religión y el cristianismo son irrelevantes para su vida diaria. En el mejor de los casos, ven a Jesús como una buena persona o un maestro, y, en el peor, como un símbolo de represión e intolerancia. Un poco más del 60 por ciento de los “millennials” consideran que el cristianismo es «moralista», y el 64 por ciento dice que el término «anti-gay» «es el que mejor describe a la mayoría de las iglesias en la actualidad».[5]
Las falsas percepciones de Dios que conducen a la secularización masiva de los jóvenes son probablemente el mayor desafío para la iglesia hoy. La religión no solo ha sido relegada a un segundo plano de la relevancia social, sino que también se ha convertido en algo estrictamente privado.
El relativismo
La segunda visión del mundo que define la cultura secular es el relativismo. El relativismo es la idea de que no hay una verdad trascendente y, por lo tanto, no hay una moralidad universal. Conceptos tales como el bien y el mal, la justicia y el deber, son construcciones sociales y, en última instancia, ilusorias. Con la ética tradicional dejada a un lado, el relativismo es un pilar absoluto de la cultura juvenil globalizada. «Tú tienes tu opinión y yo tengo la mía» es el lema de nuestros días. No tiene que tener sentido; simplemente no lo violes.
Irónicamente, la única verdad que no es relativa es que la verdad es relativa. Las personas con mentalidad secular no tienen ningún problema en abrazar dos perspectivas mutuamente excluyentes, siempre y cuando sirvan a la forma en que quieren vivir. Es la filosofía última que se resume en la expresión “ten tu pastel y cómetelo también”. El relativismo se ha convertido en una fuerza dominante que está arraigada en la mente de los jóvenes.
Allan Bloom, en The Closing of the American Mind, señala:
Hay una cosa de la que un profesor puede estar muy seguro: prácticamente cada estudiante que ingresa a la universidad cree, o dice que cree, que la verdad es relativa. Si esta creencia se pone a prueba, la reacción de los estudiantes es previsible: estarán desconcertados. El hecho de que alguien considere que la proposición no es evidente les sorprende, como si estuviera poniendo en duda que 2 + 2 = 4.[6]
Si se sigue hasta su final lógico, el relativismo moral conduciría a un mal absoluto y a un colapso total de la sociedad; sin embargo, no ha sucedido. Esto se debe a que nadie vive como si el relativismo fuera cierto. Las nociones del bien y el mal, el deber, el honor y la justicia son temas habituales en el entretenimiento y la cultura pop, y hablan del rechazo generalizado del relativismo como una forma práctica de vivir.
Incluso los escritores seculares parecen estar de acuerdo. Considere los pensamientos de Helen Rittelmeyer, escritora de The American Spectator:
Artistas superexitosas y sobreprocesadas como Katy Perry y Kesha no actúan como si quisieran ser juzgadas por la brutal honestidad de su autoexpresión, y tampoco predilectos artistas indie amanerados como The Decemberists. En cuanto al cine, los antihéroes ya no van y los héroes están de vuelta. La virtud, la autoridad y la ley y el orden están todos de moda, como lo atestiguan las cuentas bancarias de Chris Nolan, J.K. Rowling y Marvel Comics.[7]
Es casi imposible encontrar a alguien verdaderamente comprometido con el relativismo moral en Hollywood o en cualquier otro lugar. Lo que uno encuentra en abundancia, sin embargo, son personas que dicen que la moral es relativa, pero viven como si no lo fuera. Los jóvenes con mentalidad secular no han abandonado la moralidad y los deberes; más bien, han rechazado los anclajes morales y los puntos de referencia tradicionales, creando un sistema de valores propio.
Jonathan Merritt sostiene en The Atlantic que «en lugar de estar centrada en los roles de género, los valores familiares, el respeto por las instituciones y la piedad religiosa, [la noción moderna de moralidad] gira en torno a valores como la tolerancia y la inclusión. Este nuevo código ha creado un momento paradójico en el que todo es tolerado excepto lo intolerante, y todo es incluido excepto lo excluyente».[8]
El relativismo es una característica importante y unificadora de los jóvenes de mentalidad secular en teoría, no en la práctica. Aunque no ha producido los monstruos morales y los nihilistas filosóficos que debería haber producido, ha dado lugar a otra creencia fundamental de estos jóvenes: la tolerancia.
La tolerancia
Se nos dice que tengamos una mente abierta, y esto suena noble en la superficie. Todas las ideas, creencias y puntos de vista son iguales y deben ser respetados por todas las personas en todas partes. No hace falta ser un filósofo profesional para ver que esta ideología se refuta a sí misma. La tolerancia es la extensión lógica del relativismo, y comparte su incoherencia. Después de todo, exigir la tolerancia de todos los puntos de vista no es demasiado tolerante.
Como señala D.A. Carson: «Esto [tener una mente abierta] ya no significa que uno puede tener o no puntos de vista fuertes mientras asume el compromiso de escuchar honestamente los argumentos contrarios. Más bien, significa que está dogmáticamente comprometido con la opinión de que todas las ideas que digan que cualquier punto de vista es erróneo son inapropiadas y de mente estrecha».[9]
La mejor forma de tolerancia reside en la capacidad o voluntad de escuchar a personas con creencias y opiniones que difieren de las propias. En el pasado, las personas eran sagradas, mientras que las ideas eran objeto de debate. Hoy, la tolerancia protege a las ideas y ataca a las personas. Esto ha creado un clima de conformidad. Las personas ya no tienen la libertad de pensar críticamente sobre los temas y llegar a sus propias conclusiones, por temor a ser rechazadas o intimidadas. De pronto, la tolerancia no es tan tolerante.
En una cultura dominada por el secularismo, el relativismo y la tolerancia (al menos tal como se define y aplica liberalmente), no es de extrañar que el cristianismo, con sus afirmaciones de verdad y absolutos excluyentes, sea incompatible con la cultura secular. Cada vez más jóvenes rechazan el cristianismo porque seguir a Jesús significa nadar contra la corriente de nuestro tiempo: el camino es demasiado estrecho y el costo, demasiado alto.
Como seguidores de Jesús, está claro que debemos responder, pero ¿cómo?
1. Responder desarrollando relaciones auténticas. Salir de nuestro gueto cristiano, desarrollar relaciones auténticas con los incrédulos, hacerles preguntas y realmente escuchar. El aislamiento es nuestro enemigo. Necesitamos reintegrarnos a la cultura secular y eliminar las diferencias superficiales que nos mantienen aislados e irrelevantes. La vida de Jesús muestra un delicado equilibrio: ser parte de la cultura sin estar contaminado por ella.
2. Responder cuestionando amablemente las presuposiciones. Ayudarlos a ver cómo creer en Dios es racionalmente sólido, históricamente preciso y filosóficamente congruente. Demostrar que, a diferencia del humanismo secular, nuestra fe tiene una consistencia interna y se corresponde con la forma en que realmente experimentamos la vida.
3. Responder buscando a Dios. Orar como nunca antes hemos orado. Dejar que altere nuestra agenda. Pedir cosas irrazonables y exigir que Dios se mueva de manera poderosa en y a través de nuestra vida, y no dejar de pedir hasta que lo haga.
4. Responder venciendo el temor. Predicar audazmente la cruz, tomar riesgos guiados por el Espíritu Santo y no esperar. Podemos sentir que tenemos todo el tiempo del mundo, pero no es así.
Pablo nos recuerda en Efesios 5: 15–16: «Tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios, sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos”. (NVI)
El tiempo es corto, y las necesidades son grandes. ¡Es hora de actuar!
Notas
La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.
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