Porque es creación de Dios.
El Planetario de Madrid es una visita instructiva para niños y mayores, existiendo además de espectaculares proyecciones en una gran pantalla circular superior, interesantes audiovisuales y exposiciones sobre todo lo que tiene que ver con la Tierra y el espacio. Las imágenes que muestran diferentes galaxias y constelaciones dejan asombrado al espectador, que puede constatar la grandeza, inmensidad y belleza del Universo. Lástima que no se pueda acceder al telescopio para echar una ojeada a la Luna, Marte o algún otro astro de nuestro sistema solar y más allá.
En la exposición permanente que hay en el piso inferior se procura concienciar al visitante sobre la importancia de cuidar nuestro planeta, pudiendo interactuarse con diversos experimentos que muestran el funcionamiento de nuestro mundo.
En esa sala me llamó la atención la existencia de un panel que presenta cuatro frases que son cuatro grandes principios por los cuales es vital salvar una especie. El primero reza así: ‘¿Por qué salvar una especie? Porque existe.’ (Principio ético). El segundo: ‘¿Por qué salvar una especie? Por su belleza.’ (Principio estético). El tercero: ‘¿Por qué salvar una especie? Porque toda nuestra comida y un tercio de los medicamentos procede de la diversidad biológica.’ (Principio económico). Y el cuarto: ‘¿Por qué salvar una especie? Para investigarla, porque en ella puede estar la solución a un problema que aún ni siquiera se ha planteado.’ (Principio científico).
Es evidente el peso que tienen estos cuatro grandes principios y que cualquiera con sensibilidad, conocimiento y sentido común estará de acuerdo con los mismos, dado que tanto la ética como la estética, así como la económica y la científica son razones suficientes para que cada especie y todas las especies sean preservadas. Nadie pondrá en disputa la gran verdad que hay tras estos cuatro principios, aunque otra cuestión es si se está dispuesto a observar las condiciones que impone cumplirlos.
Pero en el panel del Planetario de Madrid percibo la ausencia de un quinto principio, que en realidad es el primer principio de todos o principio teológico: ‘¿Por qué salvar una especie? Porque es creación de Dios.’ Los otros cuatro principios derivan de éste. Por supuesto, no soy tan ingenuo como para imaginar que ese principio fuera a aparecer en el Planetario de Madrid, lo cual sería algo tan imposible como esperar que en Saturno hubiera tomates. Pero que se niegue una verdad primordial no significa que no exista, simplemente se niega que exista. Porque una cosa es la existencia y otra la negación de la existencia.
Y aquí es donde surge la diferencia radical entre la visión secularista del mundo y la visión bíblica del mundo. La visión secularista del mundo está bien expresada en los cuatro principios del Planetario de Madrid para conservar cualquier especie. Es una visión en la que prima el utilitarismo, porque de los cuatro principios, tres son para nuestro beneficio. En cambio la visión bíblica del mundo parte de una base de sustentación superior, porque si la razón suprema para conservar una especie no está en nuestro propio beneficio ni en el beneficio de la especie misma sino en que es creación de Dios, eso significa que el valor que tiene no está determinado por el criterio humano, que es falible y está sujeto a modas, sino porque en cada especie hay un reflejo de la grandeza, sabiduría y bondad de Dios. Y eso es lo que le da su sentido ético, estético, económico y científico.
De hecho, la Biblia no nos presenta un mundo mudo, con unas especies mudas, como las que quiere presentarnos la visión secularista. La Biblia nos presenta un mundo y unas especies que hablan. ¿Habla el sol y la luna? ¿Hablan las estrellas? ¿Habla el fuego y el granizo? ¿Habla la tierra? ¿Hablan los montes y los árboles? ¿Hablan los seres vivientes que pueblan el aire, las aguas y la tierra? Claro que sí. Y ¿qué es lo que hablan? ¿Qué dicen? El Salmo 148:3-10 responde a todas esas preguntas, al enseñar que esas criaturas, con su existencia y el desempeño de la función que es propia a sus características y con las cuales él las dotó, están alabando a Dios, es decir, le están dando gloria.
El hecho de que los secularistas no quieran oír esa proclamación, despojando así a las especies a las que dicen proteger del principal sentido de su existencia, no merma en nada el virtuoso canto en esa sinfonía universal de alabanza en honor del Creador. Pero esas mismas especies gritan contra ellos, ante el inútil intento de querer silenciar su armonioso himno.
¿Por qué salvar una especie? Porque es creación de Dios. Nada más y nada menos.
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