Asumamos de forma rotunda y sin ambigüedades que un móvil u otros dispositivos similares, especialmente si están conectados a Internet, no son juguetes.
Los niños juegan al teléfono constantemente, aunque ni ellos mismos lo sepan. Alguien les dice algo que otro les ha dicho, lo relacionan con una situación que han experimentado, y entonces hacen un remix con alguna historia que han escuchado de sus padres (sí, cuándo parece que no están prestando atención). Una vez reunidos todos los ingredientes, meten esta particular pizza de recortes aleatorios en su horno mental y la comparten generosamente con todos sus amigos, que prosiguen con este curioso proceso de corta y pega. Algo así vivió Manuel, padre de Noé, de apenas siete años de edad, cuándo descubrió, casi por casualidad, a qué se refería su hijo cuándo hablaba de “un señor malo que asusta a los niños y se llama M.M.”.
A este padre le pareció una historia algo extraña e intentó investigarla sin llegar a aclarar el asunto. Sin embargo, cuándo ya se había olvidado del tema, leyó una noticia que le encendió esa bombilla de la cabeza y los cabos se ataron por sí mismos: su hijo se refería, aún sin él saberlo, a un siniestro, peligroso y conocido reto que circula por las redes sociales, y que se ha vuelto a poner de moda en estas últimas semanas.
No es que el chaval hubiera visto el reto (gracias a Dios), sino que era una de esas historias que se explican los niños del colegio y que, cómo dicen en Hollywood, está “inspirada” en hechos reales (aunque con grandes dosis de licencia artística por parte de los pequeños). Sin embargo, otros menores, muchos realmente, sí que lo han visto, ya sea este en concreto u otros, y en muchos casos a través de dispositivos que pertenecen a sus padres.
Cómo padres debemos asumir de forma rotunda, completa y sin ambigüedades que un móvil u otros dispositivos similares, especialmente si están conectados a Internet, no son juguetes. Está claro que lo pueden parecer, que tienen contenidos y apariencia de juguete, sirven en la mayoría de casos para entretener y cumplen su cometido con asombrosa efectividad.¡Es más fácil utilizar un móvil que la mayoría de artefactos destinados a los niños! Pero a pesar de todo, siguen sin ser juguetes.
La realidad es que una comida de locos en un restaurante se puede tornar en un apacible tiempo para la pareja, si le entregamos una tableta a nuestros hijos. Un largo y tedioso viaje en coche (o incluso de veinte minutos) puede pasar de una guerra nuclear en ciernes a un paseo por el campo, cuándo estos dispositivos entran en acción. La tentación es enorme para cualquier padre y el peaje a pagar parece mínimo. Quizá deberíamos reflexionar por qué las escuelas elitistas de Silicon Valley, meca de lo tecnológico, tienen ahora cómo uno de sus principales reclamos la ausencia de pantallas en sus instalaciones.
Sin embargo, en el momento en el que ponemos la tableta o el móvil a nuestros hijos, hemos de ser conscientes de qué conlleva esa decisión y tomar las medidas necesarias para garantizar su seguridad. Es obvio que la conexión a la red trae consigo un sinfín de información, en muchos casos de gran calidad -Protestante Digital sin ir más lejos, por supuesto-, pero también abre la puerta a toneladas de basura que están a nuestro alcance. Retos tóxicos, violencia, pornografía o juego online son sólo algunas de sus manifestaciones y las ponemos al alcance de nuestros hijos pequeños cuándo les entregamos un dispositivo conectado a la red sin nuestra supervisión.
Sobre esta cuestión, la Policía Nacional lanza tres normas básicas que todos deberíamos aplicar:
1. Supervisa. Nunca dejes a tus niños pequeños solos consumiendo videos de una plataforma online o de cualquier otro tipo, podrían “verse expuestos a contenidos tóxicos” citando a la Policía. No te fíes del supuesto contenido infantil (recuerda que a veces ese material para niños ya es basura en sí mismo) ya que hay algunos descerebrados que están dispuestos a insertar ese material dañino entre esos videos.
2. Corta. No compartas lo tóxico. Ni tan siquiera para que otros padres puedan experimentar semejante toxicidad y puedan comprobar por sí mismos “lo mal que está el mundo”. Con esa acción lo pones todo al alcance de los niños. ¿O es la primera vez que cogen el móvil sin tu permiso?
3. Denuncia. Si te has topado con alguna imagen desagradable, debes reportarlo a la propia red social, para que procedan a eliminarlo. A veces es tan sencillo como eso.
La Palabra nos enseña que no debemos buscar el peligro de forma innecesaria. Cuándo el Maestro nos enseñó a orar nos explicó que era bueno pedirle a Dios que mantuviera el mal a raya. Salomón nos deja también una aparente obviedad: si caminas por las brasas, te quemas. Si alguien quiere pasearse con los pies desnudos por una parrilla ardiendo ya es cosa suya, pero nuestra responsabilidad con los hijos es evitar exponerlos a riesgos innecesarios, en este caso los contenidos tóxicos que están al alcance de sus dedos. En definitiva, hay edades en las cuales es mejor jugar al teléfono que con el teléfono.
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