Los denominados dioses que tienen a Dios sobre ellos no pueden ser dioses ellos mismos. Es decir, Dios no tiene similar.
En la crucial batalla que se ha desatado sobre las palabras, no podía estar ausente de la misma la palabra Dios. La ofensiva atea, pagana y anti-cristiana que estamos viviendo ha hecho de ese vocablo un objetivo prioritario de su ataque, de modo que ahora es corriente ver en lengua española ese término escrito dios. Antes, dios en minúscula se empleaba para referirse a las divinidades falsas de las mitologías, reservando el empleo de Dios para referirse al Dios de la Biblia. Pero como el uso de la mayúscula supone concederle un rango especial, es por lo que ahora aparece referido como dios, al mismo nivel que cualquier divinidad, llámese Júpiter, Agni o Thor.
Supongo que pronto los promotores de esta campaña presionarán, si no lo está haciendo ya, a la Real Academia de la Lengua para que cambie a minúscula todas las referencias a Dios que hay en el diccionario, lo cual no es extraño, ya que es coherente con la filosofía del secularismo, que tiene como propósito reducir a Dios a la mínima expresión para convertirlo en dios.
Lo que es alarmante es que el vocablo aparezca en minúscula en algunos textos cristianos, donde aparece escrito dios. ¿Se trata simplemente de una falta de ortografía, debido a que la ignorancia ortográfica está extendida por doquier? ¿O es solamente el ahorro de una pulsación añadida en el teclado? Aunque también puede deberse al deseo de no desentonar con la corriente dominante y que la palabra Dios no sea un obstáculo inicial que suponga un impedimento insalvable. Si fuera ésa la razón, sería una concesión más en el cúmulo de concesiones que ya se han hecho y que lejos de entablar puentes con las ideologías contemporáneas, en realidad son síntomas de debilidad que son percibidos como tales por los adalides de tales ideologías. ¿Llegaremos a ver la publicación de una Biblia (o biblia) adaptada, en el que Dios aparezca como dios? Todo puede suceder, si lo que importa es no ofender a las fuerzas hegemónicas que buscan socavar al cristianismo.
Aunque siempre hay quien puede argumentar que, después de todo, en el alfabeto hebreo, lengua en la que fue escrito el Antiguo Testamento, no hay distinción entre mayúsculas y minúsculas. Y los antiguos manuscritos en griego, lengua en la que fue escrito el Nuevo Testamento, son unciales, es decir, todas las letras van en mayúscula. De manera que la palabra Dios no es distinguible por esa cualidad del resto de palabras ni en hebreo ni en griego. ¿Por qué no podemos volver nosotros a escribir dios con minúscula? Aunque si llevamos el argumento a su lógica concluyente según la escritura griega, resultaría que habría que escribir todo en mayúscula, lo cual haría el texto muy dificultoso de leer. Precisamente por eso se inventó la letra minúscula.
Pero la razón para no escribir la palabra Dios en minúscula es que nosotros sí tenemos la opción de mayúsculas y minúsculas, en cuya diferenciación no sólo hay un matiz ortográfico sino teológico. Matiz que los escritores del Antiguo y Nuevo Testamento tenían claro, aunque no tuvieran el medio ortográfico para expresarlo.
Es decir, en esta cuestión hay algo más que simplemente un convencionalismo gramatical, porque hay un abismo de diferencia entre Dios y dios. Por ejemplo, para referirse a Satanás es muy apropiado escribir ‘el dios de este siglo [o mundo]’ (2 Corintios 4:4), porque evidentemente estamos ante un dios falso, aunque tenga millones de adeptos. O también es muy apropiado escribir ‘no tendrás dioses ajenos delante de mí’ (Éxodo 20:3), referido a cualquier divinidad ficticia, sea material o inmaterial, por más popular que pueda ser.
En cambio es muy apropiado hacer la diferenciación entre Dios y dios cuando se escribe ‘alabad al Dios de los dioses’ (Salmo 136:2), que es un superlativo hebreo para expresar la supremacía absoluta y única de Dios, no sea que alguien imagine que el Dios de Israel es semejante a otros, ya que los denominados dioses que tienen a Dios sobre ellos no pueden ser dioses ellos mismos. Es decir, Dios no tiene similar.
Pero no solamente es muy apropiado escribir Dios cuando se le compara con dioses falsos, sino también cuando es referido en sí mismo, de ahí que nada más aparecer esa palabra en la Biblia: ‘En el principio creó Dios los cielos y la tierra’ (Génesis 1:1) es natural escribir Dios en mayúscula, porque estamos ante el creador de todo, lo cual lo sitúa antes, aparte y por encima de todas las cosas.
Mayúscula es sinónimo de superlativo y superior, lo que le corresponde a Dios. Minúscula es sinónimo de intrascendente e insignificante, todo lo contrario a Dios. No te hagas un dios a la carta, según tu capricho. Busca al que verdaderamente es Dios con mayúscula, en toda la extensión del término, del cual se afirma: ‘Su grandeza es inescrutable.’ (Salmo 145:3).
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