El siglo XX marcó un cambio en el flujo de personal misionero y recursos financieros del mundo occidental hacia el mundo no occidental o mayoritario, y del Norte Global hacia el Sur Global. ¿Cuáles son las realidades de esta transición?
El modelo histórico de expansión en la asignación de recursos para la misión no ha sido un proceso de avance uniforme desde un único centro. El siglo XX marcó un cambio en el flujo de personal misionero y recursos financieros del mundo occidental hacia el mundo no occidental o mayoritario, y del Norte Global hacia el Sur Global. ¿Cuáles son las realidades de esta transición? ¿Cómo podemos entender su naturaleza? ¿Qué implica este cambio para los futuros ministerios interculturales? Estas son preguntas importantes que debemos hacer cuando imaginamos y elaboramos estrategias para ministerios futuros.
Un giro hacia el sur
El tema principal de la conferencia del Consejo Misionero Internacional (IMC) de 1938 en Tambaram, India, fue “El fortalecimiento de las iglesias más jóvenes como una parte de la comunidad cristiana universal histórica”. La conferencia anticipó que el futuro del cristianismo mundial dependería de las iglesias más jóvenes.[1]
El libro de Larry D. Pate From Every People (1989) proyectaba que para el año 2000, la mayoría de los misioneros protestantes provendrían del mundo no occidental, suponiendo que se mantuviera la tasa de crecimiento de ese tiempo.[2] Su proyección posterior fue que, para el año 2000, habría aproximadamente 131.700 misioneros occidentales y 164.200 misioneros no occidentales.[3]
Sin embargo, Michael Jaffarian, en un artículo en 2004, señaló que Pate había contado misioneros tanto nacionales como extranjeros para el mundo no occidental, mientras que solo había considerado misioneros extranjeros para el mundo occidental.[4] Su análisis de los datos de 2001 de Operation World sugería que seguía habiendo más misioneros protestantes occidentales que no occidentales:
Mi propia observación es que la proyección de Pate no carecía de apoyo completamente, aun cuando no había comparado el mismo tipo de misioneros. Pate se centró en los misioneros protestantes, mientras que el análisis de Jaffarian mostraba la comparación incluyendo a los misioneros católicos romanos. Si comparamos solo los misioneros protestantes, podríamos concluir que la proyección de Pate simplemente demoró en hacerse realidad. Podría ser que el número de misioneros protestantes no occidentales superara a sus contrapartes occidentales no en el año 2000, sino en 2010, por ejemplo. Verificar esta corazonada requeriría una investigación empírica sólida.
El movimiento misionero coreano
El movimiento misionero en Corea tal vez no sea un ejemplo típico de un movimiento de misiones del mundo mayoritario. Corea pertenece al mundo no occidental, pero también forma parte del Norte Global, como algunos otros países asiáticos desarrollados. La categorización puede ser diferente según si el criterio es cultural o económico. Lo importante es que el movimiento misionero coreano es un ejemplo de un antiguo campo misionero convertido en una base de envío de misioneros.
Este cambio puede parecer dramático por afuera, pero requirió mucho tiempo y energía por dentro. La iglesia coreana comisionó a su primer misionero intercultural, Ki Poong Lee (1868–1942), a la isla de Jeju en 1907. Comisionó a sus primeros misioneros para ir al extranjero en 1912, cuando Tae Ro Park, Young Hoon Kim y Byung Soon Sah partieron para Shandong, China. Después de la independencia de Corea, la iglesia coreana envió más misioneros a otros países:
La iglesia coreana es ahora una importante fuente de recursos para las misiones. Las iglesias en Corea dedican hoy más de 363 millones de dólares al año para apoyar los ministerios de sus misioneros, contando solo la cantidad que se ha canalizado a través de agencias de misiones y sin incluir gastos directos.[9]
Corea vio su primer misionero en 1832, cuando Karl Friedrich August Gutzlaff (1803–1851) llegó para un ministerio itinerante a corto plazo. Los primeros misioneros a largo plazo, Horace Grant Underwood (1859–1916) y Henry G. Appenzeller (1858–1902), llegaron al país recién en 1885. Poco tiempo después la iglesia coreana comenzó a enviar sus propios misioneros. Sin embargo, le tomó casi 100 años ver el desarrollo de un importante movimiento que enviaría una gran cantidad de misioneros, con el inicio de la Convención de Estudiantes de Misión Corea, en 1988.
Corea es solo un ejemplo del movimiento de misiones en el mundo mayoritario. Hay ahora múltiples corrientes del movimiento de misiones mundial en muchas partes del mundo.
Una expansión policéntrica
El modelo de expansión en las misiones cristianas no es un proceso de avance uniforme que emana de un centro permanente, como el de la expansión islámica.[10] Después de varias expansiones sucesivas, hay ahora múltiples centros en las misiones cristianas.[11]
La dicotomía entre el mundo occidental y el mundo mayoritario, o el Norte Global y el Sur Global, da la impresión de un cambio dramático o paradigmático en la asignación de recursos para las misiones. Pero la realidad es mucho más compleja que esta simple descripción. El análisis del proceso de los cambios permite una comprensión sutil de la dinámica gradual y acumulativa del cambio. Hay mucha más continuidad que la que transmiten los títulos de los escritos de Pate. Los centros occidentales siguen funcionando como bases de envío de misioneros, aunque hay nuevos centros que se expanden continuamente en el mundo mayoritario.
El movimiento de misiones mundial se está expandiendo a través de la multiplicación policéntrica en este mundo cada vez más globalizado.[12] La cuestión ya no es binaria: occidental o no occidental. El problema es cómo aprovechar la pluralidad de las corrientes del movimiento misionero mundial.
El Sur Global tiene tanta o incluso más heterogeneidad que el Norte Global. La diferencia o distancia cultural entre un país asiático y un país latinoamericano puede ser mayor que entre un país asiático y un país occidental. En esta era global, categorizar diferencias como una dicotomía de blanco y negro ya no es válido. El modelo policéntrico o pluralista es más realista y aplicable.
Implicaciones misiológicas
Por lo tanto, debemos buscar una auténtica globalización al hacer teología y ministerio, superando la visión dicotómica de lo occidental versus lo no occidental. Hay muchos tipos de estrechez mental que debemos superar. Ningún localismo debe dominar la escena. Tenemos que buscar un equilibrio dinámico entre lo global y lo local.
El arte del liderazgo y el conocimiento en este mundo diversificado reside en cómo manejar las diferencias.[13] Estas diferencias son una realidad dada en un mundo así; lo importante es cómo tratarlas. Una actitud deseable es apreciar, celebrar y maximizar los beneficios de las diferencias para convertirlas en una dinámica positiva para la sinergia. El “etnorelativismo”, más que el etnocentrismo, proporcionará una base para este tipo de actitud positiva hacia las diferencias. Al respetar otras perspectivas, normas y categorías, podremos maximizar de manera creativa los beneficios de ser diferentes. La heterogeneidad puede ser incómoda, pero es una condición importante para una relación sinérgica.
El ministerio encarnado en esta era global requiere un compromiso profundo con una mentalidad respetuosa. No es solo una cuestión de estrategia, sino una cualidad esencial de la espiritualidad y el liderazgo misional. La auténtica identificación con personas de otros orígenes culturales comienza por el reconocimiento de las diferentes realidades. El verdadero ecumenismo reconoce y acepta sinceramente las diferencias esenciales y aprende a convivir con ellas.
¿Cuál podría ser el lado práctico de las implicaciones misiológicas? Yo haría tres sugerencias:
Para ser más concretos, necesitamos invitar más a otras personas de diferentes trasfondos culturales. Si es necesario, debemos disminuir nuestras expectativas de controlar la comunicación. Debemos hacer más preguntas en lugar de postular argumentos predefinidos. Una categoría emic en una cultura o idioma podría no existir o ser pertinente en otra cultura o idioma. Hacer preguntas en lugar de dar por sentado que hay un terreno común es sabiduría intercultural.
Además, debemos escuchar con más atención. Antes de embarcarnos en una discusión o una creación de consenso, debemos prestar atención a lo que los demás tienen que decir. A veces lo que otros dicen entre líneas es muy importante. Invitar, preguntar y escuchar son prácticas básicas pero significativas que forman parte de una mentalidad global.
Me he beneficiado enormemente de invitar a líderes de misiones de otros orígenes culturales a nuestros programas. Ha sido una parte importante de la bendición de Dios en mi peregrinación. Más recientemente, he disfrutado con gratitud de varias invitaciones de otros rincones del mundo para escribir (como en este artículo), hablar o compartir, dar opiniones, hacer una lluvia de ideas juntos o, a veces, solo para charlar. Por lo general, me he visto más beneficiado por la amistad y la compañía que he recibido que lo que yo he contribuido.
Invitemos a personas del otro lado del mundo a nuestra comunión y encuentro. Pidámosles que nos den su opinión, que compartan sus pensamientos y sentimientos, y participemos en el diálogo para alcanzar nuestro programa común. Y escuchémoslas más atentamente para construir un entendimiento mutuo y oportunidades para la cooperación y la colaboración.
Notas
La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.
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