Conversamos con Andrés y Lindsey Messmer sobre cómo interactuar con la Biblia en el entorno familiar.
Riqueza y reto a partes iguales. Esa era una de las ideas clave que quisimos dejar en el anterior artículo dada la sencillez y rapidez con la que podemos acceder a decenas de versiones de la Biblia. Si a esto añadimos las ingentes cantidades de publicaciones que existen para nuestros pequeños, ya sea en librerías físicas o recursos online, nos encontramos ante una gran riqueza que requiere, a su vez, sabiduría y reflexión para saber cómo guiarnos en este terreno.
Para ello, en esta ocasión hemos conversado con Andrés Messmer, doctor en teología y estudios religiosos de la Evangelical Theological Faculty (Lovaina, Bélgica), y con su esposa Lindsey, quien lleva más de dos décadas trabajando en el ministerio infantil.
Pregunta. Andrés y Lindsey, como hemos comentado, nuestras librerías y ordenadores están llenos de recursos para transmitir la fe a nuestros hijos: Biblias adaptadas para niños, historietas, videos, canciones y un largo etcétera. ¿Existe una edad para empezar a leer la Biblia a nuestros hijos o es suficiente con los materiales que existen adaptados?
Respuesta. Los humanos sólo tenemos un libro “expirado” por Dios. Es importante leer el texto bíblico a los niños y tenemos que empezar a cultivar por este libro en nuestros pequeños cuánto antes. Tienen que vernos con la Biblia en la mano y escucharnos orar antes de leerla. De esto tenemos ejemplos en la Palabra, como Timoteo, que desde la niñez aprendía las Sagradas Escrituras gracias a su abuela y su madre, o los niños que escuchaban la Ley de Moisés y que son citados en Nehemías, capítulo 8. Los otros materiales deben ser vistos como complementos a la Biblia y no como sustitutos. No deben ser prohibidos en ninguna manera, pero tampoco deben suplantar el papel central de la Biblia.
P. Por lo que comentáis, es evidente que debemos empezar desde bien temprano con la lectura de la Palabra. ¿Cómo deberíamos presentarla a nuestros hijos?
R. Es importante que se la leamos en porciones adecuadas a su edad, es decir, que no tiene ningún sentido intentar leer tres capítulos a un niño de dos años. Un versículo sería mucho más provechoso, ¡tanto para el niño como para los padres! Además, es muy importante recordar que la lectura tiene que ser complementada por la explicación y enseñanza. Volvamos a Nehemías, dónde dice que “explicaban su sentido” para que la “entendieran”, o cómo vemos también en Deuteronomio 6, que nos llama a “repetir” las palabras de Dios a nuestros hijos en todo momento. Los niños no sólo tienen que escuchar a la Palabra para entenderla, sino también la tienen que ver, experimentar, etc. Jesús enseñaba a sus discípulos “estando en su casa, andando por el camino” etc., y desde una perspectiva pedagógica es una manera de enseñanza muy eficaz.
P. ¿Qué elementos pondrías sobre la mesa a la hora de escoger una traducción de la Biblia para los niños?
R. La pregunta en sí es interesante cuando nos damos cuenta de que es una pregunta nueva en la Historia de la Iglesia. Hasta hace poco tiempo, la mayoría de los niños no podían leer, y los que sí podían no tenían acceso a una Biblia, y los que sí tenían acceso sólo tenían la opción de leer una versión oficial, lo que podríamos llamar “una Biblia de mayores”. Por lo tanto, no tenemos muchos precedentes ni modelos históricos para ayudarnos al respecto.
P. Entonces, ¿qué podemos hacer ante esta novedad histórica?
R. Tenemos algunas pautas que seguir. Primero, tenemos que maravillarnos del hecho que Dios quiere ser entendido. Dado que Dios quiere explicarse, no hay ningún mérito en leer una traducción de la Biblia a un niño que no la puede entender. No hay nada mágico en el acto en sí. Si no estamos usando lenguaje que los niños pueden entender, ¿cómo podrán responder con fe (Rom 10:14-15)?
Segundo, entran algunas consideraciones importantes. Por ejemplo, ¿se va a usar la Biblia en casa o en el culto? Si es para el uso privado, hay más libertad, pero si es para el uso común durante el culto, tiene más sentido escoger la versión que se usa desde el púlpito y en la escuela dominical. ¿Quién la va a leer? ¿Los padres o los niños mismos? Si los padres la van a leer, hay más libertad porque pueden explicarles pasajes difíciles de entender, etc., pero si son los niños los que la van a leer tiene más sentido darles una traducción que sea adecuada a su nivel de maduración.
P. Comentas una distinción en si la traducción es para el ámbito público o privado ¿consideras que sería apropiado que iglesia local y familias pudieran acordar una traducción para el uso habitual en la vida de iglesia? ¿O se debe primera la libertad de los padres en este ámbito?
R. Aquí estamos hablando de la relación entre la autoridad que tiene la iglesia y que tiene cada familia. Por un lado, no creo que la iglesia tenga la autoridad para mandar que se lea cierta versión de la Biblia en casa. Más bien, creo que es una decisión que cada familia tiene que tomar tomando en cuenta varios factores como la edad de sus niños, la disponibilidad de los padres, etc. Por otro lado, una iglesia puede, y debe, hacer recomendaciones al respecto, y creo que todos estamos de acuerdo que debemos valorar y dar peso al consejo de los líderes de nuestras iglesias. Por lo tanto, veo sentido que los líderes de la iglesia digan algo como “Podéis usar la versión que queráis en casa, pero desde el púlpito y en la escuela dominical vamos a usar [poner la traducción que quiera]”.
P. Has comentado que debemos “maravillarnos” con el hecho de que Dios quiera ser entendido.
R. Muchos cristianos dan por sentado que la Biblia ha sido traducido a su idioma, pero en otras religiones, incluso dentro del cristianismo, no es así. Sin embargo, sabemos que Dios nos permite traducir la Biblia porque muchos autores del Nuevo Testamento citan la LXX, la traducción griega del Antiguo Testamento, en lugar del hebreo y arameo originales. Más extraordinario todavía es el hecho que Dios se hizo carne, y que lo hizo con un motivo muy específico: “él lo ha dado a conocer”, como leemos en el primer capítulo del evangelio de Juan. Todo esto quiere decir que Dios quiere ser entendido por su creación y que está dispuesto de adaptarse a nuestras debilidades y finitud.
Dentro de dos semanas contaremos con dos personas que también trabajan directamente con el ministerio infantil, José Altimira, director nacional de APEEN, y Marta González, coordinadora del material infantil para escuelas dominicales Explora.
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