Digno de confianza

Hace algunos años tuve el privilegio de conocer a Tiago Splitter, el jugador de San Antonio Spurs (NBA), cuando formaba parte del Tau Vitoria. Es un jugador excepcional y una persona impresionante; pasamos mucho tiempo hablando de Dios y orando, y siempre recuerdo que le encantó un PowerPoint que alguien me envió sobre la Biblia. En ese archivo se explicaba que el capítulo central de la Biblia es el Salmo 118. Hay 594 capítulos antes de ese salmo y 594 capítulos después. Si sumas las dos cifras te darás cuenta que da un total de 1188 capítulos, y el versículo central de la Biblia es precisamente el Salmo 118:8 (¡impresionante!) y merece la pena recordar siempre lo que dice: «Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en el hombre».

Podemos confiar en otras personas y darles también nuestra confianza. El problema comienza cuando pensamos (a veces inconscientemente) que jamás nos van a defraudar. La verdad es que no podemos estar seguros ni de nosotros mismos. Para algunos existe una ley que dice: «El fin justifica los medios», así que, si nosotros somos un estorbo para llegar a algún fin, nos van a poner a un lado seguro. Mientras todo va bien, no hay problema. Incluso podemos tener la amistad de muchos. En cuanto algo no sea del agrado de otra persona, no importan nuestras motivaciones, nuestros deseos o incluso nuestra ayuda. El mejor amigo puede fallar, y nosotros podemos decepcionar a nuestros amigos también. Ni siquiera en esto somos perfectos.

Lo que debemos hacer siempre es descansar en el Señor. A veces queremos «arreglar el mundo» buscando ayuda a diestro y siniestro, intentando resolver malos entendidos, o dando explicaciones que otros no quieren escuchar. No te preocupes, mantén los ojos abiertos por si el Señor quiere usar a alguien para ayudarte, o para resolver un problema, pero confía cien por cien en él. Pídele sabiduría y pon todas las circunstancias de tu vida en sus manos. Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en el hombre.

No quiere decir que te vuelvas escéptico o desconfiado. ¡Eso jamás! Nadie confía más que quien ama. Aunque te engañen o te desprecien cien veces, sigue ayudando y sigue amando, porque eso es lo que realmente merece la pena. Ese es el ejemplo que Dios nos da. El que desprecia a quien le quiere acaba amargándose a sí mismo. De lo que estamos hablando es de que todas las personas del mundo tienen defectos, así que pueden hacernos daño a veces. Pueden fallarnos, incluso sin quererlo. Nosotros también fallamos a otros sin darnos cuenta.

Dios jamás lo hace. Puedes descansar en él. Puedes tener la certeza de que su ayuda va a llegar; refúgiate en él. «En él», recuérdalo una y otra vez, porque muchas veces preferimos su ayuda a él mismo. Esperamos sus bendiciones sin darnos cuenta de que la mayor bendición es su presencia. Busca la Luz, y no te conformes con los reflejos. Busca el fuego y no conformarse con el calor. Alza tus manos esperando un abrazo, y no pienses que te llega con un roce.

Es Dios quien hace la diferencia en nuestra vida. Su presencia. Las personas, las circunstancias, las habilidades que tenemos, lo que conseguimos... Todos son regalos suyos. Disfrútalos y ayuda a que otros disfruten; pero sobre todas las cosas, refúgiate en él y no te conformes con menos.