La astronomía nos da unas pautas sorprendentes para ayudarnos a entender lo que pasó hace más de 2000 años.
A mediados de octubre estuve en Las Palmas de Gran Canaria. Para mi gran sorpresa una grúa enorme empezó a montar un abeto no menos enorme en una plazuela delante de un centro comercial. Faltaban aún 2 meses largos para la fecha que marca el nacimiento del Salvador en el calendario.
En este sentido quiero empezar también en esta sección de teología con los preparativos navideños a tiempo, pero desde un punto más bien inusual. En torno a la fiesta de la navidad a lo largo de los años se han mezclado tradiciones inventadas con el material bíblico de tal manera que hasta para el creyente resulta a veces difícil separar leyendas y cuentos de lo que realmente ha pasado.
Pero como cristianos nos encontramos con un problema: parece que hasta los dos relatos bíblicos de Mateo y Lucas contienen una serie de datos que suponen un desafío para nosotros. Surgen una serie de preguntas como: ¿Qué tienen que ver las fechas del 25 de diciembre y del 6 de enero con el nacimiento de Jesucristo? ¿Qué fenómeno podría haber estado detrás de la famosa “estrella de Belén”? ¿Encajan los datos bíblicos con la historia secular? ¿Quiénes eran los “reyes magos”? ¿De dónde venían? ¿Cuántos eran?
Preguntas sobre preguntas que incluso a veces nos dificultan el acceso a los relatos bíblicos porque muchas veces no se explican bien. Por lo tanto, voy a empezar hoy una serie que nos va a ocupar en las próximas semanas y que pretende abordar estas cuestiones.
Algunas entregas serán más “técnicas” que otras. Vamos a tener que recurrir a la astronomía, a la arqueología y a la historia y esto no siempre se lee como una novela. Pero con todo, voy a intentar explicar las cosas de la forma más sencilla posible.
Y “¿qué tiene que ver esto con la teología?” se preguntarán algunos. Debo una explicación. El gran error de nuestros días -en mi humilde opinión- es que se ha relegado todo lo que tiene que ver con la teología a temas y cuestiones que por regla general se llaman “espirituales”. Es la gran maldición de la influencia de la filosofía griega sobre la fe cristiana que ha “platonizado” nuestra fe. Teología, por lo tanto, equivale para nosotros a la extracción de doctrinas teóricas que a su vez muchas veces solo les interesan a los especialistas en la materia, llamados teólogos.
Teología significa “la ciencia de Dios”. Pero Dios no solo ha creado la teología sistemática, sino también el universo que nos rodea, lo que llamamos “la creación”. Teología y creación son por lo tanto las dos caras de la misma moneda. Y por eso la teología también tiene algo que decir sobre otras áreas de la vida. Es la razón por la cual en este blog pienso entrar en otras áreas que tienen que ver, por ejemplo, con la economía, la ética, la historia y la astronomía.
En esta serie vamos a hablar sobre todo de lo último: la astronomía, ciencia que personalmente me viene interesando y fascinando desde mi niñez. Y veremos como la astronomía nos da unas pautas sorprendentes para ayudarnos a entender lo que pasó hace más de 2000 años. Serán pinceladas, pensamientos –algunos muy provocadores- a veces muy condensados sobre un tema que indudablemente merece libros. Y de hecho se han escrito libros sobre el tema, aunque no en castellano, que yo sepa.
LAS ESTRELLAS Y SU FUNCIÓN
La primera vez que se mencionan las estrellas en la Biblia es en Génesis 1:14, en el segmento que en el relato de la creación corresponde al cuarto día. Aprendemos que la función de las estrellas era entre otras servir de “señales para las estaciones, para días y años”. La palabra para “señal” es el término hebreo “moed”. La expresión se usa en conexión con el calendario judío en el Antiguo Testamento, por ejemplo para los días festivos “señalados”. A partir de allí, las estrellas y las constelaciones aparecen en muchos versículos de la Biblia y es ciertamente un tema muy poco conocido y aún menos mencionado.
Desde los tiempos más remotos, en la cultura hebrea (y por lo tanto bíblica) se conocieron las 12 constelaciones del zodíaco que marcan los 12 meses del año. Los más famosos son arieh (león) y betulah (virgen) que corresponden aproximadamente a los meses agosto y septiembre y que marcan el último y el primer mes del año judío - hasta el día de hoy, por cierto.
LA ASTROLOGÍA QUEDA PROHIBIDA
Dios puso las estrellas con un propósito. De esto vamos a hablar bastante en las próximas semanas. Pero al mismo tiempo prohibió tajantemente adorar las estrellas o usarlas para predecir el futuro como lo hace la astrología. Y esta es una diferencia que tenemos que tener muy claro: Dios puso los cuerpos celestes en su sitio y forman parte de su creación. Más: el salmo 19 nos dice que los cielos cuentan la gloria de Dios y lo hacen en un sentido más real de lo que nos podemos imaginar. Pero en ningún momento podemos hacer mal uso de ellas. Esteban, citando al profeta Amós, recuerda a los israelitas de eso: “Antes bien llevasteis el tabernáculo de Moloc, y la estrella de vuestro dios Renfán, figuras que os hicisteis para adorarlas.” (Hechos 7:43). Renfán o Quiun (con su nombre egipcio que menciona Amós), no es otro que el planeta Saturno. Juntamente con la estrella de la mañana (Apocalipsis 22:16) que es el planeta Venus, es uno de los dos planetas que la Biblia menciona – aparte de la tierra, claro está.
Pero hay más. La Biblia menciona también algunas constelaciones. Constelaciones son grupos de estrellas de nuestra propia Galaxia que forman conjuntos fácilmente reconocibles en una noche clara y en lugares sin polución en el firmamento. Que estas constelaciones llevan nombres, no nos debería sorprender. Isaías 40:26 nos indica que Dios ha dado a todas ellas nombres y las conoce por su nombre. Y algunos nombres han sido revelados. En el Antiguo Testamento salen los nombres de varias constelaciones: la Osa (Mayor), Orión, las Pléyadas y “los lugares secretos del sur”, en Job 9:9. La expresión en hebreo (jadré temán) se refiere a un campo celestial unos 20 grados por encima del horizonte en dirección sur que contiene una serie de estrellas y constelaciones bien características, entre ellas la famosa Cruz del Sur. Y la expresión “constelaciones” (mazarot) aparece en Job 38:32. Y aparte de Job, es Amós quien menciona Orión en el 4:8 de su profecía.
UN POCO DE MATEMÁTICA DIVINA
Pero Dios no solamente conoce los nombres de estas constelaciones. Conoce todos. Antes de seguir con nuestro tema, vamos a hacer un cálculo sencillo. ¿Cuántas estrellas hay? ¿Cuántos nombres, por lo tanto, conoce Dios? En un lugar oscuro, sin contaminación y sin luces que estorben, el ojo humano podría distinguir unas 4000 estrellas, todas de nuestra Galaxia, la Vía Láctea. Pero dicen los astrónomos que en nuestra Galaxia hay unos 200 mil millones de estrellas en total. Pero esto no es todo. A simple vista no solamente podemos ver estrellas, sino también dos galaxias: la de Andrómeda en el hemisferio norte como una pequeña mancha nebulosa y las Nubes Magallanes, pequeñas galaxias cercanas a la nuestra en el hemisferio sur. La “mancha” de la nebulosa Andrómeda contiene aproximadamente un billón de estrellas. Pero no es la única que existe. De momento se estima que en todo el universo existen unos 200 mil millones de Galaxias. Esto son 20 veces más galaxias que todos los hombres que jamás han vivido sobre el planeta tierra a lo largo de la historia. Si cada Galaxia tiene aproximadamente el mismo número de estrellas que la nuestra, podemos hacer el siguiente cálculo:
200.000.000.000 x 200.000.000.000. Y el resultado es 40.000.000.000.000.000.000.000. Son 40 mil trillones de estrellas. Si contamos ahora los granos de arena de todas las playas del mundo llegamos a la cifra de 6 mil trillones de granos de arena. Es decir: en el universo hay más de seis veces más estrellas que granos de arena en todas las playas del mundo1. Y sin embargo, la Biblia nos dice que Dios conoce a cada una con su nombre.
Si nos echa humo la cabeza ahora, es tiempo de hacer una pequeña pausa hasta la semana que viene. Y entonces vamos a hablar de Balaam, Daniel y la observación de las estrellas en tiempos bíblicos. Y como los días se acortan ahora, aprovechen para echar una miradita al cielo de noche. Allí siguen las estrellas - con un propósito.
1https://www.bbc.com/mundo/noticias-44943002
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