Frente a la mentira y la ocultación de la memoria, Hus se levanta hoy como un héroe nacional en medio de la plaza.
¿No te ha sucedido? Visitas una población y te gusta, pero cuando alguien te la muestra por segunda vez desde sus propios ojos, parece que descubres otra nueva ciudad. Me pasó con París, que había visitado un par de veces, pero cuando mi mujer Eva nos enseñó a la familia el París protestante, descubrimos una nueva ciudad, la nuestra.
Hay poblaciones que hay que ver dos veces; te animo a que, allí donde puedas, pidas asesoramiento a una persona experta y descubras entonces la ciudad desde la mirada protestante, pisando de nuevo con emoción las perdurables huellas que allí dejaron nuestros hermanos; será una experiencia fascinante. Una de ellas es Praga, la ciudad de las cien torres, de los tanques soviéticos en la primavera de Praga, del “¡Havel al castillo!”… pero para ti y para mí es sobre todo la ciudad de Jan Hus.
Visita el “castillo”, baja desde allí por el callejón de Oro con casitas increíbles, cruza el puente de Carlos y acércate a la plaza principal, la de la Ciudad Vieja. Si llegas a una hora en punto, podrás disfrutar del espectáculo del reloj astronómico en el ayuntamiento con sus personajes desfilando. Pero da unos pasos más y el corazón se te apretará al ver en el suelo veintisiete cruces; es la única memoria que queda de veintisiete héroes ejecutados, que tuvieron que ser enterrados clandestinamente. Fueron veintisiete héroes de la libertad, de la lucha por la independencia frente al imperio de los Habsburgo, de la lucha por la libertad de conciencia. Entre ellos había tanto ciudadanos de a pie como nobles, todos ellos protestantes, que lideraron el levantamiento popular de principios del s. XVII.
Notarás entonces que Praga empieza a entrarte en el corazón de otra forma, empieza a pertenecerte, percibes en el aire las voces y la esperanza irredenta de nuestros antepasados. Y comprenderás que esa plaza de la Ciudad Vieja es definitivamente tuya cuando mires al centro y te llenes de respetuosa admiración ante la estatua poderosa de un hombre que preside la explanada: Jan Hus, uno de los más grandes precursores de la Reforma protestante.
Cuando Lutero fue convocado a Worms, sus amigos le hablaron de Jan Hus: “¡No vayas a Worms, te matarán como a Hus!”. Y le recordaron cómo el emperador Segismundo convocó al reformador checo a dar cuenta de su fe ante la jerarquía eclesiástica en Constanza, cómo le dio un salvoconducto que le garantizaba volver libremente a Praga, cómo viajó allá y cómo los cardenales convencieron al emperador de que la palabra dada a un hereje no había por qué cumplirla, cómo Segismundo obedeció, justificó el engaño y la mentira y quemaron a Hus. Tiraron sus cenizas al lago para borrar su memoria para siempre… pero esa misma noche sus seguidores escarbaron en la tierra quemada y se llevaron ese tesoro de memoria de vuelta a Praga.
Frente a la mentira y la ocultación de la memoria, Hus se levanta hoy como un héroe nacional en medio de la plaza. Pide que te traduzcan los textos grabados en la base del monumento; dos de ellos son de otro excelente protestante, Jan Amós Komensky, más conocido como Comenius: “¡Mantente viva, nación consagrada a Dios! ¡No mueras!” y “Yo creo que después de que las tormentas de ira se hayan ido, tu autogobierno volverá a ti, pueblo de Bohemia”; al lado está un verso de una canción husita: “¿Quiénes son los luchadores de Dios y de Su ley?” y luego una frase de Hus: “Amaos unos a otros, desead la verdad sobre todos”.
Después de la emoción en la plaza, camina hacia la reconstruida iglesia de Bethlehem: es la que vio abrir por primera vez para todo el pueblo la Biblia, en checo, y quien la abría era Jan Hus. La luz del sol se tamiza por las cristaleras de la iglesia y el eco de la voz del reformador te devuelve su memoria. No te marches sin levantar la mirada al mural pintado al fondo; allí encontrarás un texto, de los preferidos de Hus, que te iluminará: “Veritas vincit”, “La verdad vence”.
Los poderosos engañaron a Jan Hus, le mintieron, lo mataron, intentaron eliminar hasta sus cenizas y con ello matar también su memoria, pero la luz de su mensaje atraviesa los siglos hasta hoy mismo para volverte a hacer escuchar a ti, un descendiente de Hus en el siglo XXI, aquel sermón suyo: “Busca la verdad, escucha la verdad, conoce la verdad, ama la verdad, defiende la verdad hasta la muerte, porque la verdad te hará libre”.
Al salir de la iglesia de Bethlehem, haz un compromiso firme con el Señor: Aunque hoy la post-verdad florezca por todas partes, aunque la mentira gane batallas, aunque te quieran comprar tu integridad por precio, no renuncies, no pierdas el norte, mira a Cristo, la Verdad y la Vida, y reafírmate en las palabras de Pablo: “Nada podemos contra la verdad, sino por la verdad”. La verdad vence.
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