Tenemos que reafirmarnos en que no existe el derecho a no escuchar, que el derecho protege derechos no sentimientos, que en ocasiones todos podemos sentirnos ofendidos y que esto no es materia para tribunales. Hay colectivos de boca grande y de piel fina.
Es un despropósito que Willy Toledo pueda ser condenado a pena de cárcel por expresiones poco respetuosas. De hecho, que alguien pueda ser condenado en un tribunal por sus opiniones acerca de Dios es un reducto de una confusión aún mayor. El delito de blasfemia que se emplea extensamente en muchos Estados de mayoría islámica contra los cristianos, amenazando su libertad y su vida, es aquel que la Asociación de Abogados Cristianos pretende usar contra ateos en España. En el origen de esta confusión está el Constantinismo, esa alianza entre el poder político y la institución religiosa, por la que aquel se constituye en brazo ejecutor contra los que atacan a la institución y ésta legitima el poder del Estado. Utilizar los tribunales de un país que debería ser aconfesional, neutral en materia religiosa, contra un ciudadano que ofende los sentimientos de una de las confesiones religiosas de este país forma parte de esta confusión.
El derecho a la libertad de expresión es un derecho fundamental, uno de los que tenemos por ser seres humanos y que deben tener una extensión máxima, sólo limitada por el derecho a la libertad de expresión del otro. No existe el derecho fundamental a no escuchar a los que dicen algo que me molesta. En el ejercicio de la libertad de expresión de otro puedo ser molestado y eso es algo que debo soportar, porque hay un derecho mayor que es el de expresión. El límite a la libertad de expresión existe cuando con ella estoy poniendo en serio riesgo un derecho superior de otro como es el derecho a la vida, a la integridad personal. Para proteger el derecho a la integridad física del otro existe el delito de odio, que debe tener una aplicación muy restrictiva, distinta a la que se está dando en nuestro país en estos momentos. Se está utilizando el delito de odio como sustituto del delito de blasfemia. Cuando no quiero que el otro pueda expresar su desacuerdo conmigo, con mis ideas, con mi estilo de vida, le acuso de delito de odio. Una vez más, tenemos que reafirmarnos en que no existe el derecho a no escuchar, que el derecho protege derechos no sentimientos, que en ocasiones todos podemos sentirnos ofendidos y que esto no es materia para tribunales. Hay colectivos de boca grande y de piel fina.
Como cristiano evangélico estoy muy orgulloso de que fuera un protestante, Roger Williams, el que generó, en 1638, el primer experimento real y de éxito de separación entre Iglesia y Estado, en lo que llegó a ser el Estado de Rhode Island de los Estados Unidos. Es por su profunda reflexión en la Biblia que se opuso a la confesionalidad del Estado, a que los indígenas americanos fueran privados de sus tierras, a la esclavitud, etc. Me gustaría que los cristianos hoy fuéramos dignos seguidores de Jesús, aquel que, siendo el Dios todopoderoso, soportó contra sí mismo todas las ofensas, aquel que delante de los que le ofendían guardó silencio, dejando el juicio al Padre. Siguiendo al maestro creo que deberíamos dejar lugar a ese verdadero juicio ante el que Willy Toledo y yo deberemos comparecer. Ese juicio del único que es completamente justo y bueno, ante el que no podremos dejar de comparecer. Aún no es el día del juicio, aún es el día de la gracia. Estamos aquí para ser agentes de esa gracia de Dios, para seducir a los enemigos a reconciliarse con Dios. Nosotros sabemos algo de eso, puesto que cada uno de nosotros ha sido un enemigo abrazado por el Padre.
Quisiera que mi contribución fuera el respeto a todos aquellos que no piensan como yo. Me gustaría un país en el que, sosteniendo nuestras opiniones con firmeza, fuera posible no resultar ofensivo para otros. Me doy cuenta de que no es fácil, expresar desacuerdo con otros y no ofenderles. La ofensa tiene mucho de subjetivo. Pero en la medida de lo posible, trataré de expresar desacuerdos con respeto a la persona del otro. La tolerancia consiste en estar en desacuerdo con la idea y seguir respetando a la persona.
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