Ese Baal de antaño es, bajo otros nombres, el que ahora también quiere imponer su ley, su ideología y sus principios, que están corroídos por la desviación en la que gobernantes y gobernados se han embarcado.
Hace unos días se producían dos noticias casi simultáneas, sin ninguna relación entre sí, en dos países de Europa, Alemania e Italia. La de Italia era sobre el hundimiento del viaducto de Génova, donde varias decenas de personas resultaron muertas y muchas más heridas, aparte de los cientos de damnificados por la pérdida de sus viviendas que estaban debajo del viaducto. Aunque todavía está pendiente de realizarse una investigación exhaustiva, todo indica que se trata no de una catástrofe accidental sino de un error humano en la construcción y mantenimiento de la estructura. Los materiales, el tiempo y el desgaste, podrían haber sido determinantes en el fatal suceso.
La noticia procedente de Alemania era de índole totalmente diferente, referente a que un tribunal instaba al parlamento alemán a que a partir de ahora ya no se contemplaran solamente dos géneros, masculino y femenino, en la legislación alemana sino tres, masculino, femenino y diverso. En una sociedad medianamente sana estos jueces alemanes habrían ido a parar a la cárcel, al atentar gravemente contra la estructura social. Pero tal cosa no ocurrirá. No solamente estos jueces no irán a la cárcel sino que los que pueden ir a la cárcel son todos aquellos que se atrevan a denunciar abiertamente su resolución, lo cual es indicio de la clase de sociedad que se está construyendo en Europa.
Y aquí es donde encuentro un punto de unión entre lo que ha pasado en Génova y lo que ha pasado en Alemania. El viaducto de Génova se hundió porque la estructura ya no pudo aguantar más, tras haber dado señales previas de que el desastre llegaría. La sociedad europea, hecha a base de piedras y ladrillos que los ingenieros y constructores de la misma han fabricado a partir de su propia invención, va a terminar de igual manera que el viaducto de Génova. Con la diferencia de que el colapso va a ser de proporciones colosales y sus daños van a ser inconmensurables, porque no es posible desafiar el orden que desde siempre toda la humanidad ha seguido y salir impune de la osadía. Porque estos sabios en su propia opinión están cambiando todos los pilares fundamentales que han venido sosteniendo ese bien ideado edificio, metiéndose a arquitectos de un proyecto que solamente los locos pueden aprobar. Un proyecto cuyo horizonte es la ruina destructora.
No va a hacer falta que el yihadismo, u otro enemigo, intervenga para volar los cimientos de esta estructura social que se está construyendo en Europa, porque por la propia calidad engañosa de sus materiales ella sola se vendrá abajo. Y es que no hay construcción social que pueda soportar durante mucho tiempo tanto peso de iniquidad.
Todo eso sin contar con la acción de quien desde el origen estableció el ordenamiento de la humanidad, basado en la distinción de los dos géneros, masculino y femenino, gracias al cual esa humanidad ha llegado hasta aquí. No se quedará de brazos cruzados el autor de la obra, ante el gravísimo atentado que se está perpetrando contra ella y, de paso, contra él.
Es significativo que sea Alemania, la cuna de la Reforma, quien encabece esta demencia, lo cual revela el estado de degradación al que las cosas han llegado y de cómo Europa reniega y expulsa de su seno a lo que un día fuera su seña de identidad.
El profeta Elías pensó que estaba solo, en un tiempo de decadencia total, muy parecido al que ahora estamos viviendo. Pero Dios le mostró que incluso en aquella hora oscura, cuando las tinieblas lo cubrían todo, él se había reservado siete mil que no habían doblado su rodilla ante Baal. Era un remanente escogido y preservado, lo que indica que las tenebrosas fuerzas no eran hegemónicas y, por tanto, que el propósito de Dios seguía adelante, a pesar de la fuerza que tenían sus enemigos.
Ese Baal de antaño es, bajo otros nombres, el que ahora también quiere imponer su ley, su ideología y sus principios, que están corroídos por la desviación en la que gobernantes y gobernados se han embarcado, para su propia perdición.
‘La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser piedra del ángulo. De parte del Señor es esto y es cosa maravillosa a nuestros ojos.’ (Salmo 118:22). Esta piedra desechada por los entendidos de este mundo, es precisamente la escogida para el edificio que se está levantando. Un edificio con futuro y garantías de permanencia, porque su arquitecto y constructor es Dios.
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