Quizás, seamos nosotros los que podamos decir al mundo: ¡Andad sobre las aguas! Sí. Porque alguien que es real, poderoso y bueno, nos invita.
A veces nos azotan problemas que nos dan la impresión de que no van a terminar nunca, situaciones en las que parece que no se ve la luz al final del túnel. Densas sombras y espantapájaros macabros se ciernen, en ocasiones, sobre nuestras cabezas que parece que nos pesan hasta querernos resignar y hacernos sucumbir. Tenemos que pasar muchas veces por momentos de espanto, de pesadilla en la que nos vemos lanzados al terror del mal sueño.
Seguro que tienes problemas, pero aprende a andar sobre tu agitado mar. Los cristianos también podemos pasar por estas crisis, tenemos que cruzar por lo que el salmo 23 llama “el valle de las sombras de muerte” que parece no tener fin. ¿Te suena a algo? Oscuridad por delante, tinieblas por detrás, nadie nos oye, no se nos escucha. Lanzamos nuestro grito, y parece que choca contra duras paredes que nos lo devuelven con su eco mordaz martirizando nuestros oídos. Nadie vendrá, a nadie esperamos.
Sombras, fantasmas, miedos. Esto puede ocurrir con las enfermedades, con el desempleo prolongado, con la pérdida de seres queridos, en el mundo de los pobres y de los hambrientos. La noche parece eterna. ¿No hay esperanza?
Otras veces, se puede dar esta situación de sombras y espantapájaros macabros en otras cuestiones menos personales: Problemas políticos que se enquistan y que parecen no tener solución, pueblos divididos por problemas identitarios que parece que quieren excluirse mutuamente, problemas ecológicos que hacen que la tierra esté gritando junto al alarido de muchos humanos empobrecidos. Son, en el fondo, sombras de muerte que nos acosan.
En todos estos casos, el hombre parece estar azotado por las olas de un mar embravecido. Parece imposible encontrar la solución como si algún ser malvado se estuviera riendo del ser humano que se va hundiendo en un piélago en el que las soluciones parecen huir con una risa macabra. Nos asustamos. No tenemos donde agarrarnos ni tabla alguna donde hacer pie.
A veces, buscamos soluciones falsas. Ahí está la Biblia que nos quiere dar la respuesta, mostrar la solución, pero el hombre de hoy mira para otro lado, y prefiere seguir bebiendo de sus aguas amargas. Ven a Dios como un fantasma en medio de su noche. Se meten en su cuarta vigilia oscura, e incluso la solución le parece una macabra visión, un espantajo que les asusta. No saben reaccionar. Dios, para muchos de ellos, es una hipótesis necia y siguen luchando mientras que las olas, su mar embravecido quiere engullirlos. Las sombras, entonces, crecen, se alimentan, nos envuelven.
Fue también una experiencia de los discípulos: “Mas en la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar...”. No entendieron la respuesta, la solución, la liberación. Se limitaron a decir esta horrenda frase: ¡Un fantasma!Si los discípulos cayeron en esta trampa satánica, ¿por qué no podemos caer también nosotros?
El hombre no es tan inteligente como parece. Muchas veces da vueltas y vueltas a situaciones políticas, u otras mucho más personales, sin ver las soluciones. Muchos políticos se obcecan y causan graves daños a sus poblaciones. Daños económicos, daños sociales, daños culturales y daños a la convivencia entre las personas. Sólo ven fantasmas que, muchas veces, ya pueden ser trasnochados y que chocan con la realidad presente de un mundo global y sin fronteras, ideas negras que pueden causar deflagraciones como si fueran bombas que nacen en ideologías trasnochadas, pero que tienen gran poder destructor.
Más sombras, más negruras. Los pobres del mundo, gritan, gimen o, en muchos casos, simplemente se callan, y esperan la voz que les saque de ese silencio en el que, finalmente, caen resignados y privados de dignidad. No ven salida, han perdido la esperanza. Necesitan la mano tendida de otros que nunca llega. Barcas azotadas en medio de un mar encrespado, y sin poder hacer pie en ninguna tabla de salvación, mientras que una parte de la humanidad nada en la abundancia en medio de necedades que les encaminan hacia la muerte eterna.
¿Qué pasaría si, en medio de nuestro encrespado mar, oyéramos esta voz: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!”? ¿Se oiría hoy como una voz fantasmal? ¿Quién puede ayudar al mundo a interpretar esta voz en medio de su cuarta vigilia de la noche, en donde las sombras y los espantajos nos rodean y se burlan de nosotros?
Quizás, seamos los cristianos los que deben ayudar al mundo a interpretar estas voces, y aclarar de dónde provienen. Quizás, seamos nosotros los que podamos decir al mundo: ¡Andad sobre las aguas! Sí. Porque alguien que es real, poderoso y bueno, nos invita. ¡Echad fuera todos vuestros fantasmas, y encaminad vuestros pasos en la dirección de un mundo mejor! Ensanchad vuestra visión y escuchad esta voz que procede de alguien que puede ayudar al mundo: “Tened ánimo; yo soy, no temáis”.
Quizás sería el principio para que el mundo aprendiera a andar sobre las aguas agitadas con sus olas y sus ondas. El principio de un mundo mejor en donde un nuevo sol comenzaría a iluminarnos eliminando todo tipo de sombras fantasmales y espantajos de muerte que podrían huir de nosotros para siempre.
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