Las preguntas que formula la teología no tienen otro fin que procurar que las iglesias examinen su fidelidad al Evangelio que predican y la fe que dicen representar.
En homenaje a Juan Stam1, en sus 90 años
Soy pastor bautista; de los de antes (si, de los viejos), de los que creen que la congregación es la autoridad administrativa de la iglesia (y no el pastor) y que, por lo tanto, los congregantes tienen el derecho a preguntar, proponer, supervisar y discutir los asuntos financieros y administrativos, entre otros. “El pastor es de la iglesia y no la iglesia del pastor”, reza un viejo adagio entre nosotros, los “pastores a la antigua”.
Todo eso parece cosa del pasado, porque ante la fatiga que produjo el modelo congregacionalista (acepto que en mucho casos es ineficiente y que atenta contra la agilidad de los procesos ministeriales) apareció uno más eficiente y dinámico. Las nuevas iglesias decidieron desvincularse de las asociaciones denominacionales (por lo tanto ya no son supervisadas por ninguna entidad eclesial externa) y conformar un sistema de gobierno autónomo a la manera de las organizaciones privadas. Así, el pastor principal se asemeja a la figura de un presidente ejecutivo, el pastor administrativo al gerente general, los demás pastores a los gerentes de área y el concilio (de diáconos o ancianos) a la junta directiva.
Estamos ante la presencia de nuevas eclesiologías que responden a sistemas de eficiencia, rentabilidad, crecimiento, rendimiento, cobertura y calidad. Si antaño las iglesias y órdenes religiosas de la Edad Media se instituyeron a semejanza de las organizaciones militares (las órdenes militares son el mejor ejemplo) hoy, las nuestras lo hacen en maridaje con el modelo de empresa neoliberal.
No creo que haya interés por parte de los pastores de estas nuevas iglesias por entablar un diálogo teológico autocrítico acerca de este asunto. De por sí, los diálogos no gozan entre esas iglesias de buena reputación porque, según piensan, detienen el avance y atentan contra el crecimiento (le temen a que se produzca una “parálisis por análisis”). De todas maneras, a quienes nos interesa la teología —porque nos interesa la iglesia, la fe y la sociedad—, seguiremos preguntando ¿hacia dónde vamos así como vamos?
Es tarea de la teología hacer preguntas y cultivar una “sana criticidad”. Las preguntas que formula la teología no tienen otro fin que procurar que las iglesias examinen su fidelidad al Evangelio que predican y la fe que dicen representar. Como bien lo plantea el amigo y maestro, el Dr. Juan Stam: “A una fe no examinada, o peor, con miedo de examinarse, ¿cómo se le puede llamar fe?” En ese mismo tenor, Stam afirma que “Otro valor ético para el discurso evangélico… es su sana criticidad… la teología nace del creer… pero no nace de la credulidad. La teología es el proceso por el cual se examina, se cuestiona, para llegar a una fe más pura, más madura, más coherente y robusta”2.
Por eso, para que a la fe evangélica la podamos seguir llamando fe cristiana es que necesitamos formular las preguntas acerca de estas nuevas eclesiologías. Estas son solo algunas: ¿quiénes ostentan dentro de las nuevas iglesias la autoridad administrativa y ministerial? ¿Quiénes le otorgan esa autoridad? ¿Quiénes las supervisan? (que no nos digan que solo el Espíritu Santo) ¿A quiénes rinden cuentas? ¿A nombre de quiénes aparecen registradas sus propiedades? Y las preguntas podrían seguir.
Los viejos sistemas de gobierno congregacional, presbiterial y episcopal frustraron a muchos de los nuevos líderes pastorales de hoy. No les pareció eficiente tanta supervisión, tantas discusiones para lograr un consenso, tantas autoridades por encima de la suya, ni tantas opiniones diferentes. Cambiaron los viejos modelos de gobierno heredados de las iglesias históricas por modelos funcionales hechos a imagen y semejanza de la empresa moderna. No dudo de que hayan logrado la eficiencia (éxito no les falta). Dudo de que ella signifique mayor fidelidad al viejo Evangelio de siempre.
En mi caso, prefiero atenerme a la virtud de los fieles. De los que como Juan Stam, quien hoy cumple 90 años, se mantienen leales a su fe, íntegros en su servicio a las iglesias y honrados en su teología. Siervos fieles y prudentes, de los que nos habla Jesús en su Evangelio: “¿Quién es el siervo fiel y prudente, al cual su señor deja encargado de los de su casa para que los alimente a su tiempo? Bien por el siervo que, cuando su señor venga, lo encuentre haciendo así” (Mateo 24:45-46). Feliz cumpleaños, querido Juan.
Notas
1Juan Stam, nacido en los Estados Unidos (5 de agosto de 1928) y ciudadano costarricense, Doctor en Teología por la Universidad de Basilea, Suiza. Por muchos años fue profesor del Seminario Bíblico Latinoamericano (hoy Universidad Bíblica Latinoamericana) y de la Universidad Nacional de Costa Rica y de otras instituciones universitarias. Autor de varios libros, entre ellos el comentario al libro de Apocalipsis (cuatro tomos) del Comentario Bíblico Iberoamericano(Editorial Kairós, Buenos Aires) y de centenares de artículos teológicos.
2Juan Stam un teólogo del camino, (Arturo Piedra, editor), San José:Misión Latinoamericana-World Vision-Fraternidad Teológica Latinaomericana-Universidad Bíblica Latinoamericana, 2004, p. 32.
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