La autoría mosaica sale fortalecida al examinar los usos lingüísticos y los detalles geográficos del texto.
Continuamos examinando los argumentos que cuestionan la hipótesis documentaria y apoyan la autoría mosaica del Pentateuco.
11. Números 13:22 no es un anacronismo, sino un indicio auténtico de la autoría de Moisés
Y subieron por el Neguev, y llegaron hasta Hebrón, donde estaban Ahimán, Sesai y Talmai, los descendientes de Anac. (Hebrón fue edificada siete años antes que Zoán en Egipto.)
Números 13:22 (LBLA)
Números 13:22 compara la antigüedad de la ciudad de Hebrón con la Ciudad de Zoán (que los griegos llamaron Tanis). Se trata de la ciudad actual San al-Hagar. Fue la antigua capital de los hicsos entre 1720 y 1570 aC. Los hicsos a su vez la llamaron Avaris. Esta ciudad, por cierto, era por su ubicación una ciudad limítrofe con el país de Gosén, donde residieron los israelitas durante su estancia en Egipto, por lo cual no nos sorprende el interés particular en esta urbe por parte de Moisés.
Algunos teólogos críticos con la autoría de Moisés reconocen que los ‘campos de Zoán’ se mencionan por primera vez a mitad del siglo XIII a.C. A la vez insisten que Zoán no aparece como ciudad hasta alrededor del 1087 a.C. en documentos históricos (como lo confirman Redford, Hoffmeier, Kitchen, Pusch, Stiebing y Graham). En este caso, dicen los críticos, es difícil entender cómo un texto donde Zoán es presentada como una ciudad a la altura de Hebrón puede servir como indicio de un autor que está escribiendo a mitad del segundo milenio antes de Cristo.
Estas afirmaciones contienen una serie de verdades, pero también conclusiones equivocadas. Y precisamente esta mezcla convierte el argumento a favor de un anacronismo en un argumento de poca utilidad.
Una cosa es hallar un documento que lleva o menciona el nombre de una ciudad de forma explícita (a esto se refieren Redford, Hoffmeier, Kitchen, Pusch, Stiebing, Graham y centenares de otros arqueólogos e historiadores) pero otra cosa muy distinta son las pruebas de la existencia de una ciudad o civilización sin que se halle ningún documento que lleve explícitamente su nombre. Me explico: mi pueblo natal fue mencionado en un documento escrito por el Papa Celestino III por primera vez en el siglo XII. Sin embargo, las pruebas de que el pueblo había existido más de 1.500 años antes las sacaron los arqueólogos de la tierra. Cierto, los celtas y romanos no dejaron evidencia del nombre de mi pueblo, pero por ello llegar a negar su existencia en tiempos celtas y romanos es una cosa muy distinta.
Lo mismo ocurre con Zoán. De hecho hay un sorprendente testimonio de la existencia de la ciudad en el año 1725 a.C. (es decir, en la época de los reyes pastores, llamados “hicsos”) que John Albert Wilson cita en su libro “The culture of Ancient Egypt”, (1963), Chicago, p. 159 ss. En una estela que los arqueólogos datan alrededor del año 1325 a.C., se menciona la fundación de la ciudad por los hicsos alrededor del año 1725 (véase también Sethe en ZAS (Zeitschrift für alttestamentliche Studien), LXV (1930), pp. 85ss y Monthe en Kêmi, IV (1933), pp. 191 ss.).
Por lo tanto, la afirmación de que “Zoán como ciudad aparece por primera vez alrededor del 1087 a.C.”, es simplemente incorrecta. Y, por lo tanto, tampoco hay necesidad de ver la mención de Zoán en el Salmo 78:12 y 43 como un anacronismo.
De nuevo, y tomando todos los datos en cuestión en consideración, el texto bíblico da un perfecto sentido. Lógicamente no es de esperar encontrar muchos documentos egipcios sobre la fundación de Zoán o Tanis, porque dicha fundación precisamente fue llevada a cabo por los archi-enemigos de los egipcios, los hicsos. La razón por la cual sabemos tan poco sobre los hicsos radica en el famoso hecho de que los vencedores escriben la historia. Los egipcios se dedicaron a eliminar sistemáticamente todo lo que menciona la humillación que sufrían de parte de los reyes pastores.
¿Para qué debería un autor de los tiempos de la monarquía o después tomarse la molestia de construir estas conexiones, si el mismo texto del Génesis menciona a Hebrón ya en los tiempos de los patriarcas? No parece ni lógico ni coherente.
12. Un cambio de escritura no significa que haya cambiado el contenido
También se argumenta que el texto del Pentateuco cambió de la antigua escritura hebrea a lo que conocemos hoy como escritura hebrea de origen arameo. Este argumento del cambio de la escritura hebrea y la supuesta falta de indicios internos de la antigüedad del texto es un tanto sorprendente.
a. Que haya cambiado la forma de escribir, no quiere decir en absoluto que se haya cambiado el contenido. De hecho, el último gran cambio de la escritura hebrea ocurrió con la introducción de los signos vocales por los masoretas hace unos 1500 años. Que la forma de escribir en los tiempos de Moisés era distinta de la época, digamos, de David o de Esdras es evidente. El hebreo está sujeto a cambios como cualquier otro idioma.
b. Los críticos de la autoría mosaica del Pentateuco insisten una y otra vez en que el idioma hebreo no existió en el segundo milenio antes de Cristo. Pero esta idea es incorrecta. Del proto-sinaítico, que podría haber sido la escritura que Moisés usaba en su momento, existen ejemplos. Bastante famosas son las inscripciones de Serabit el-Khadim en la península del Sinaí. Estas inscripciones se encontraron en un templo de Hathor. Luego tenemos la inscripción Wadi el-Hol; y no son los únicos ejemplos. No cabe duda de que esta escritura ha cambiado a lo largo de los siglos. Pero no veo ningún problema en esto. Turquía ha cambiado el alfabeto árabe por el latino hace casi un siglo y nadie diría que por esto se han perdido o que se hayan cambiado documentos históricos en el idioma turco.
c. Además existen muchas evidencias lingüísticas de la antigüedad de los textos mosaicos. El autor usa un porcentaje mayor de palabras egipcias que ningún otro en al AT. Ejemplos son la expresión abrek en Gén. 41:43 que viene del egipcio ´b rk (“inclínate, corazón”), el uso de pesos y medidas como zeret en Éxodo 28:16 y 39:9 (egp.: drt = mano) y gome` en Exodo 2:3 (egp.: kmyt = junco). Otros egipticismos son quemaj (harina) en Números 5:15, ses (lino fino, Éxodo 25:4) y ye´or (Nilo). Luego el autor usa continuamente nombres egipcios (como lógicamente es de esperar en una historia ambientada en Egipto: Potifera, Zafnat-panea, Asenat, On, Rameses, Pitom, etc.
Algunos han argumentado que a la luz de tantos nombres egipcios llama la atención que el autor no mencione los nombres exactos de los faraones. Pero incluso esto se convierte en un argumento a favor de la autoría mosaica. En la época de Moisés la única palabra que se mencionaba en cuanto al regente egipcio era la palabra “faraón”. No se solía añadir el nombre, como luego ocurre por ejemplo con el faraón llamado “Necao” (II Reyes 23:29).
Pero luego también existen arcaísmos en el texto. Albright (“The Biblical Period form Abraham to Ezra”, New York, 1963, p. 8) llega a la conclusión de que, por ejemplo, el capítulo 15 de Génesis “… está repleto de arcaísmos y cuya antigüedad ha sido establecida por E.A. Speiser.”
La conclusión es simple: juzgando por las evidencias internas tenemos que llegar a la conclusión de que el autor era un conocedor excelente de la lengua y las costumbres egipcias.
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