La reaparición de la primera voz del jazz español, Pedro Ruy-Blas, con un nuevo disco, “El americano” –después de medio siglo dedicado a la música–, me ha recordado la entrevista que le hice en los años ochenta. Fue la portada del cuarto número de una “revista de pensamiento cristiano contemporáneo” (febrero 1985), cuyo nombre todavía utilizo, Entrelíneas. Descubro en el catálogo en línea del Seminario Evangélico de Lima, que la publiqué después, en Alternativa 2000 (nº 27) en 1994, cuando Ruy-Blas hacía de Jean Valjean en “Los miserables”…
Aquella tarde el sol se estrellaba contra las calles de Madrid al calor de un mediodía cualquiera. A la hora del café, el bar repleto, hormiguea la gente sin cesar. Un representante de la Agencia de Pedro nos espera al fotógrafo (Sergio de Lis) y a mí, envuelto en un periódico que consume con avidez cotidiana. No tardará Ruy-Blas en aparecer, luciendo su incipiente barba, estrenada a partir de su actual trabajo en la nueva versión de “Jesucristo Superstar”, en la que interpreta el papel de Judas. Su nombre aparece estos días en lugar destacado en los carteles que cubren vallas y paredes anunciando el exitoso montaje teatral.
Pedro acaba de publicar un nuevo disco, ‘Madre Ciudad’, que fue recibido por la crítica de medios como El País como la obra de “la voz más inquieta de la música pop española de los últimos diez años”. El álbum era considerado en este artículo como “una de las más agradables, virtuosas y creativas grabaciones realizadas este año en castellano”.
Vamos entonces a su casa, donde rodeados de los juguetes de su niño, desperdigados entre el suelo y la mesa, iniciamos nuestra conversación, hundidos en los sofás de su salón.
“Lo de la música fue bastante precoz. Lo que pasa es que yo lo recuerdo todo en una nebulosa. No sé decirte exactamente en qué momento verdaderamente se definió mi vocación. Supongo que la primera vez que me pagaron por ello, que actué de un modo casi profesional, con un conjunto.
Mucho antes, ya de niño, en mi casa siempre hubo cierta inquietud por el arte y la cultura. Había un tocadiscos de esos antiguos. Era uno de mis juguetes favoritos la gramola aquella. En aquella música había desde zarzuelas, pasajes de algunas óperas y algo de música clásica. Recuerdo algo, quizás Tchaikovski, Beethoven… Una cosa que marcaba mucho mi niñez eran esos momentos de sobremesa en que toda la casa se quedaba un poco en calma, en la que los padres vuelven otra vez a la oficina y se quedan las mujeres con los niños. Aparte de eso, mi madre fue cantante de música española. Entonces, creo que fui muy precoz. Casi prenatal.”
Nacido en Madrid en 1949, Pedro (su verdadero apellido es Ample Candel) empieza a tocar en su primer grupo de barrio allá por el 64. Pero su cara no será conocida hasta la entrada en el clásico grupo de pop Los Canarios, que tantos éxitos cosechara con canciones incluso en inglés, como ‘
Get on your knees’, inusitados para la época. El hombre que estaba detrás de todo aquel montaje era el avispado productor belga Alain Milhaud, responsable de la fama de grupos como Los Bravos o Pop Tops. Su voz se hizo conocida en ‘A los que hirió el amor’, que llegaría a ser Nº1 en todas las listas del país…
“Era una canción realmente ambigua. Hay mucha gente que no comprende del todo el texto, entre los cuales me puedo incluir yo. Como había frases como “Hay que tirar las armas, que no sirven ya”, o se hablaba de la “guerra cruel”, todo esto impactó mucho.”
PROBLEMAS CON LA CENSURA
El fantasma de la censura franquista no tardó en echarse sobre él por primera vez, pero no la última, con una canción llamada ‘Mi voz es amor’.
“En la canción que censuraron había algunas frases. Bueno, llegó a ocurrir que el entonces jefe de relaciones públicas de Alain Milhaud, que era Paco de la Fuente, hoy en día uno de los mejores profesionales del periodismo radiofónico, llegó a tener incluso una entrevista con el Ministro de Gobernación con el fin de tener una respuesta concreta al porqué de la censura de aquella canción. Le costó mucho, aunque era bastante incomprensible, tratándose de un disco pop. Pues tuvo una reunión con él. No supo qué contestarle ¡claro!, él no entendía música pop: “Entonces es preferible que me dejes unas fotos, unos discos y las letras, y que mis hijos, que son jóvenes y que son los que están puestos en este asunto, pues…” –dice con tono irónico parodiando al ministro–. Entonces, a los pocos días recibió la respuesta. Parece ser que a los hijos del ministro les parecía muy bien la música que hacía, e incluso les gustaba…
Lo que pasa es que él ya encontró un par de frases en la canción que se cargaban, según su opinión, el eslogan aquel de los ‘treinta años de paz’. No recuerdo ahora exactamente cuál era la frase, pero era una simpleza. Hablaba en términos generales de la paz. El caso es que levantó la censura, pero no mandó ninguna nota diciéndolo. Habían pasado tres meses desde que salió el disco, ya era inútil. Entonces ya, Alain Milhaud vio que aquello se le escapaba de las manos un poco, e intentó hacer algo que a mí aquello fue lo que definitivamente me hizo romper con todo aquello. Lo que quería era aprovechar las secuelas de aquellos éxitos y convertirme en lo que entonces estaba empezando a imponerse, que era el cantante guaperas con canciones pseudoeróticas, pues ahí tuve que cortar. Después me reintegré un poco al mundo de la música en el sentido de trabajar de un modo muy directo, sin protagonismos, ni la responsabilidad de ser yo el cantante y pagar a los músicos para que toquen conmigo.”
El camino que ahora empezaba no iba a ser nada fácil.
“Ahí Milhaud me llegó a convencer poco después de un intento en plan ‘romántico’. Una canción que a mí, francamente, no me gustaba nada. Entonces la grabé con una letra adaptada al castellano. El tema me interesó. Hablaba de un cura que se siente solo allá en su parroquia y empieza a plantearse racionalmente porqué no va a tener él una compañera con la que compartir su vida y su fe. Entonces no sé qué pasó en aquella época… ¡Ah, sí, me parece que fue el asunto aquel de Monseñor Añoveros!”
El censor no descansaba…
“En aquel caso hubo una censura previa. Menos mal que no fue aquello que ya has grabado y te lo tienes que comer con patatas. El caso es que nos hicieron cambiar el concepto de la letra y, en vez del cura, se llamaba ‘joven pastor’. Entonces ya no tenía ningún interés.”
Estas y otras historias nos reafirman en la fama de ‘malditismo’ que Pedro se ha ganado a pulso para la industria discográfica y todos aquellos que disfrutan de su control y posterior manipulación.
¿Cómo te sentías en aquellos momentos?
“Sobre todo, a nivel emocional mío, fue en algunos aspectos terrible. Pero, por otro lado, todos los momentos de depresión, angustia, dolor que un ser humano puede tener fácilmente en nuestra sociedad, en este mundo en el que vivimos, si uno tiene la suerte, ¡bueno, no la suerte!... Yo soy una persona que me considero protegido de un Espíritu, de mi Ángel Guardián. Tengo ese gran consuelo que, si no hubiera sido por ello, en muchas ocasiones mi decencia, honradez, los intentos que hago por ser honesto se podían fácilmente haber truncado, y podía haber sido fácilmente desde un navajero a cualquier cosa.
Entonces yo sé que, gracias a esa protección, mi vida, siempre a grandes saltos y con grandes dificultades, ha ido por lo menos por los caminos que yo he ido llevando. Lo cual no quiere decir que hay momentos de grandes depresiones y mucha desilusión. Pero yo eso siempre lo he convertido en energía para seguir adelante. No sé si será que soy un cabezota o que me empeño en utopías.
Después de romper con Milhaud y todo eso, tuve una época en que estuve buscando casa de discos con la idea de que ya todo se había acabado. ¡Que es una idea muy familiar en mi vida, eso de de repente decir: Andá, ya se ha acabado esto! ¡Ya no voy a poder grabar nunca más, porque como este último disco no lo he vendido! –o no se ha vendido lo suficiente como para que haya sido un buen negocio–. Porque lo que sí te puedo asegurar es que jamás ninguna compañía de discos ha perdido conmigo, sobre todo en concepto de lo poco que han invertido y, en muchos casos, de lo mucho que han ganado.”
DEL JAZZ A FALLA CON PACO DE LUCÍA
En aquella época, Pedro conoce a algunos músicos muy jóvenes, hoy figuras consagradas de la nueva generación del jazz español, como Jorge Pardo, Tomás SanMiguel o Miguel Ángel Chastang, que entonces pululaban por las calles de Madrid. Su estilo siempre ha presentado cierta resistencia a las clasificaciones. Para algunos, su música es simple pop, para otros, un jazzista consumado, solo que con cierta influencia del blues o el rock…
“Solamente me podía meter en una cosa, lo que pasa es que es tal ambigüedad que cuesta tanto que la gente lo comprenda. Tampoco es algo nuevo, hace ya siglos que muchos músicos intentan hacer lo que hoy se llama ‘música de fusión’. Intentan encontrar esa concordia intelectual y espiritual a través del arte.
Estos últimos años ha habido muchos músicos, unos que provenían del jazz, otros del rock, de muchas tendencias. Todos ellos han estado intentando, mucho más a mediados de este siglo, que es cuando surge el boom de los ‘mass-media’ (estamos en la era de la comunicación) surge hacer unas coordenadas sobre la espiritualidad de la música, la auténtica realidad del arte, que es una e indisoluble en todo el universo. Entonces, hay muchos músicos que sin estas enormes pretensiones que yo estoy refiriéndome, pues intentan hacer esa fusión. Porque la gente que sobre todo hemos vivido en núcleos urbanos que han ido creciendo muy deprisa, ciudades como Madrid por ejemplo, pues estamos desprovistos totalmente de un folklore, digamos así, como muy ancestral.
Pero el folklore
es la mass-media. Son las bandas sonoras de las películas que yo veía de pequeño, los montajes musicales que hacían para las novelas de la radio… porque, cuando yo era pequeño, no había televisión. Yo te puedo decir que no la vi hasta los quince años, porque en mi casa hasta entonces no se pudo tener una televisión. Pero de vez en cuando iba a casa de algún amiguito un poco más rico y veía algún programa. Pero la verdad es que siempre me decepcionó mucho, sobre todo porque desde muy niño iba tres o cuatro veces semanalmente al cine.”
Es impresionante la capacidad de Pedro para la asociación de ideas, del estilo de fusión llegamos hasta el folklore televisivo. Pero esa extraña amalgama de influencias que convergen en su música también encuentra raíces étnicas. Durante algún tiempo, Ruy-Blas formó parte del grupo estable de Paco de Lucía, llegando a participar en la grabación del clásico álbum dedicado a Falla…
“También había de niño en aquella gramola a la que me refería antes discos de Conchita Piquer, tonadilleras, cuplés, cosas de estas. Para mí, la música española no es solamente flamenco, Albéniz o Falla, también están las tonadillas. Es una amalgama, como tú has dicho.”
CRISIS ESPIRITUAL
Hay una cierta espiritualidad que rodea toda la persona y la obra de Pedro, algo que inunda su ser más allá de la materia en un debate interior con ansia existencial.
“Hay un disco, que es el primero que grabé después de la etapa Milhaud, ‘Luna llena’… ¡Es curioso! Normalmente, casi todas las personas de mi generación que hemos vivido en un país y tenido una educación católica, en alguna medida esto nos ha marcado. Mucha gente, cuando atraviesa crisis de identidad, personalidad, afectividad… cuando vienen las crisis de los veinte años que uno de repente empieza a pensar quién soy yo… Sobre todo en mí caso, imagínate que con veinte años recién cumplidos estaba saliendo cinco veces al mes en la televisión y todo esto, entonces, de repente, tres años después todo esto se desvaneció. Entonces empezó mi crisis: ¿a dónde voy? ¿a quién te agarras?
La gente normalmente se suele agarrar a Dios. A nivel racional tiene explicaciones muy simples, lógicas. Cuando todo lo que te rodea se hace ya casi aplastante, tienes que echar mano de alguien. Normalmente echamos mano de Dios. Nos acordamos de Él, del Espíritu, entonces es una forma de seguir adelante. A mí me ocurrió así.
Yo soy una persona que curiosamente –dice con tono irónico– tengo grandes dudas a nivel religioso. Pero, sin embargo, me llega muy al corazón por ejemplo una frase de Buñuel, cuando decía: “soy ateo, gracias a Dios”. Algo de eso hay en mí. Lo único que ocurre es que siempre tengo dentro de mí esa pequeña posibilidad de fe. Lo que pasa es que no me gusta materializar a ese espíritu supremo en forma de señor con bata blanca, con un triángulo detrás de la cabeza o mediante determinadas imágenes o catecismos.”
Cuando pensamos en realizar esta entrevista, reunidos charlando en el estudio de nuestro diseñador gráfico (Manuel Ordax), sonaba de fondo ese disco de Ruy-Blas. Era una música que nos sorprendió por su espiritualidad y nos intrigaba si ese Dios del que hablaba podría ser en cierto sentido ese nuestro Señor…
“No, tenía la naturaleza que le podía dar la lectura de Kerouac, Ginsberg, William Burroughs, las experiencias con drogas, la lucidez que te puede dar una noche orgiástica, que para otras personas puede ser muy depresivo. A través un poco de la tortura psíquica del intelecto. A través de la contemplación en estado lisérgico de la naturaleza.”
A partir de este momento, Pedro cambia de tono, habla más reflexivo, pensando bien lo que dice. Suena un tanto psicodélico, ¿no?
“No, en ese sentido, a nivel intelectual, de generación, salía un poco de la decepción de la iglesia católica que tuve a los quince, dieciséis años, después de algunas experiencias intensas que algunos de mi generación no han tenido. Tú ten en cuenta que en aquella época incluso llegué a ir a hacer ejercicios espirituales a El Espinar. Era amigo del aspirante a Acción Católica, o sea, ¡yo era el amigo del aspirante!, con eso te define claramente el tipo de frustración que yo pude llegar a sentir con respecto a ese entorno particular del catolicismo. De haber sido una persona como muy creyente durante algunas épocas de mi vida, en ese ambiente, a sentir una decepción tremenda que provenía más que de Dios o del Cristianismo, de la estupidez y la ignorancia de los individuos que componen esa iglesia. Entonces yo, como muchacho verdaderamente sensible que he sido, y soy, pues aquello me hizo decir: “pues ahora no quiero saber nada”, y de repente de aquello empecé a leer a Marx y cosas así.”
¿JESUCRISTO SUPERSTAR?
¿Te interesa todavía la persona de Jesús? ¿Has leído los Evangelios? “Pues sí, de más joven sí, los he leído alguna vez, S. Mateo recuerdo. Pero últimamente lo que más he leído han sido los apócrifos.”
¿Crees que el Superstar tiene algo que ver con el Cristo de los Evangelios? “Yo no quisiera que nadie me despreciara, ni me odiara por eso, espero que ya los tiempos hayan cambiado lo suficiente como para que los que están a favor de la interpretación exacta de los evangelios puedan ser comprensivos, e incluso perdonar que yo les diga que no estoy de acuerdo. Ya te digo que lo que más leo últimamente son los apócrifos. Es que hay muchas interpretaciones. Yo creo que realmente al Cristo auténtico no se le conoce.”
Lo cierto es que el Superstar es claramente fruto de una cultura de plástico como la norteamericana, capaz de distorsionar algo tan auténtico como era la búsqueda cristiana de los hippies de la ‘Jesus People’ y convertirla en un producto más de consumo.
“Bien, te voy a ser sincero, yo en realidad no conozco nada más que la película cuando la estrenaron aquí en Madrid hace ya muchos años, que por cierto me pareció malísima. La historia me pareció muy buena, lo que no me gustó fue la película. La música me gustó, porque en aquella época te impresiona que a Judas lo interprete un negro que canta rhythm & blues, góspel. Estaba bien.
La obra, cuando la estrenaron aquí en Madrid, no la llegué a ver. Siempre ha habido cierto pasotismo por mi parte a todos los best-sellers. Yo me he encontrado con él ahora que me han llamado para este trabajo. He escuchado la música, que me ha parecido interesante. Me ofrece la posibilidad de poder interpretar un papel dramático, que es algo que hace muchos años estoy deseando hacer. Y me ofrece una estabilidad económica durante un tiempo indeterminado, que también me viene muy bien.
El montaje de la obra es bastante correcto en términos escénicos. Hay un nivel de profesionalidad bastante interesante. En realidad, te doy mi opinión, para mí la obra está hecha de computadora. Lo de menos es que sea Jesucristo.”
Nos interesa ahondar en aquella decepción religiosa que marca todas sus opiniones actuales, como una experiencia imborrable, un error imperdonable…
“La decepción religiosa se produce sobre todo porque yo empecé a tomar un poco la conciencia de clase social, ver cómo la sociedad se jerarquiza. Es injusta con el auténtico talento, sensibilidad, fe y capacidad de amor que hay en las personas. Están oprimidas por clases superiores que no tienen ninguna capacidad para amar, enseñar e incluso están equivocando las verdades que hay en el Nuevo Testamento.
Entonces, esto te crea una decepción, porque te ves marginado y repudiado. Cosas que para mí se convirtieron en algo muy desagradable, no lo soporté: verdades a gritos, grandes errores que, bajo mi punto de vista, la iglesia católica ha cometido, el desgaste de estar durante tantos años en el poder.”
A ti te gustan los espirituales negros ¿verdad? “Sí, he escuchado mucho góspel hace muchos años. Tenía discos de Mahalia Jackson y los pocos que salían aquí. Luego, cuando he estado en Estados Unidos un par de veces, pues he ido a iglesias los domingos allí, a escuchar música, y me gusta. Lo que pasa es que mi oído está familiarizado con ello, entra fácil, lo comprendo, me llena de emoción cuando participo por ejemplo en un culto del Harlem en una iglesia. Me entra una energía muy especial, pero luego salgo de allí, me voy, sigo mi rollo.”
UN FINAL SORPRENDENTE
Al final de nuestra conversación nos desvelaría algo que arrojó mucha luz sobre algunas de sus respuestas de aquel día… “Es que a mí, Jesús me plantea grandes dudas. Es que quizás no he encontrado la bibliografía adecuada, los ambientes adecuados, o los consejeros adecuados para arrojar claridad a este asunto. Curiosamente –pone énfasis en lo que va a decir a continuación–, estoy muy impresionado porque hace pocos meses, un par de ellos escasamente… –piensa bien en lo que va a decir ahora–, bueno, en el disco que yo he grabado, hay una canción de un compositor argentino que se llama Guillermo Reuter, que es un gran amigo mío, uno de los músicos de más talento que he conocido en mi vida, increíble, es un hombre de lo más humilde, sencillo, que no persigue para nada el éxito, es una persona admirable y, además, un intelectual de los pies a la cabeza…, pues nunca, ¡nunca! hubiera pensado que él me fuera a escribir una carta como la que me ha escrito, hablándome de que, hace poco tiempo, ha encontrado a Jesús.
Entonces, esto me tiene especialmente inquieto. Porque él es para mí una persona de mucho peso. Creo en él, creo en su sensibilidad y me gustaría parecerme a él. Entonces, cuando él me ha hablado de que ha encontrado a Jesús y que está muy bien gracias a eso, pues ya te digo, me ha creado una inquietud. Le he contestado. Lo que pasa es que por carta es muy difícil, yo le hago unas preguntas y estoy esperando su contestación ahora… Ojalá, ojalá, porque yo intentaría ver a Jesús como ese amor supremo. Lo que pasa es que yo no sé, en la práctica, si…
Si creyéramos en la casualidad, diríamos: vueltas que da la vida, pero me temo que hay algo más…
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