Al llegar arriba nos damos cuenta que no hay nada. «Siéntate en el suelo [...] pues ya no hay trono».
El orden de valores de muchas personas parece estar completamente equivocado:
Lo primero es el cuerpo, lo que se ve.
Después nos preocupamos de nuestros pensamientos y sentimientos.
En tercer lugar, pensamos en quiénes somos.
Y por último (¡y solo en algunos casos!), nos ocupamos de nuestra vida espiritual, de lo que pueda haber en el más allá y, por lo tanto, también de Dios.
Muchos creen que pueden llevar una vida normal con ese orden de prioridades. Incluso, para la gran mayoría, la vida espiritual es poco más que un entretenimiento, ¡incluso diciendo que creen en Dios!
¿Nos extraña no encontrar nada en el éxito? ¿Nos preguntamos por qué nuestra sociedad vive llena de desesperanza y de soledad? ¡Lo triste es que muchas personas no encuentran nada en ningún lugar! A lo máximo que muchos pueden aspirar es a pasar algunos momentos divertidos, o encontrar días en los que las circunstancias no les compliquen demasiado la vida.
Hemos sido diseñados para vivir de una manera radicalmente diferente. Para saber quiénes somos y para que nuestra vida tenga significado tenemos que darle la vuelta a la tortilla:
Dios es lo primero. Lo espiritual es lo que gobierna nuestra vida, queramos reconocerlo o no.
De nuestro Creador viene nuestra identidad como personas. Cuando nos acercamos a Dios sabemos quiénes somos porque fue él quien nos creó y es él quien nos ama.
Los pensamientos y sentimientos surgen de nosotros mismos, y son nuestros. Nadie tiene derecho a hacernos pensar o sentir de una determinada manera. Son nuestra libertad.
Cuando vivimos así, nuestro cuerpo disfruta no solo de lo que tenemos o podemos conseguir sino, sobre todo, de lo que somos.
Muchos intentan llegar a lo más alto, ese es su objetivo en la vida. No hay nada malo en aspirar a lo máximo, pero el problema comienza cuando nuestro significado como personas viene dado por las cosas que conseguimos: al llegar arriba nos damos cuenta que no hay nada. «Siéntate en el suelo [...] pues ya no hay trono». Es una de las imágenes más gráficas del libro de Isaías (47:1 NVI). Llegará un día en el que todo lo que tenemos habrá desaparecido, y entonces ¿cuál será nuestro trono? Más vale construir nuestra vida en el orden correcto.
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