Me hacen feliz los que no alargan hasta la extenuación ese tiempo tan hermoso lleno de intimidad con Dios y los hermanos.
Es buena señal cuando los responsables del grupo de canto, no van a su aire, ni piensan que sólo ellos están inspirados por el Espíritu Santo a la hora de entonar, sino que se someten al conjunto. Pues si cometieran el error de pensar que son los mejores, dejarían de ejercer el servicio que prestan. Si fuesen a su ritmo, si se saltasen frases y dejasen a la congregación callada por no poder seguirle, si cambiasen las notas musicales y repitiesen los versos que mejor les parece, crearían desorden en lo que comúnmente se denomina tiempo de alabanza. ¿Por qué habrían de hacer algo así? Podría ser que entiendan mal su trabajo y desean dar a entender que el Espíritu Santo sólo orienta a los lideres.
Otro signo de que la cosa va bien es no modular notas altísimas si saben que ninguna persona va a lograr alcanzarles sin desgañitarse.
Se está de enhorabuena si quienes presiden no repiten y repiten la misma estrofa hasta la saciedad, hasta aburrir a los miembros de la iglesia ya que los llevan a la hartura, a tomar la decisión de cerrar la boca por cansancio.
También es estupendo cuando no cambian la letra sobre la marcha queriendo hacer ver, una vez más, que es el Espíritu quien les unge. Significa que saben que Dios es ordenado y no lleva a confusión.
Me hacen feliz los que no alargan hasta la extenuación ese tiempo tan hermoso lleno de intimidad con Dios y los hermanos. Si lo hicieran la gente empezaría a cansarse y eso les conduciría a tomar asiento por temor a los calambres que se suelen producir en las corvas, y ya sentados, decidirían olvidarse de los himnos o coros, se pondrían a hojear la Biblia sin saber donde posar las pupilas intentando disimular su estado de frustración.
Bienaventurados los que distinguen entre música y canturreo atroz, por eso me da mucho gusto cuando al levantar alguien su voz en oración, en ese preciso momento los dirigentes tienen tal cuidado y tal talento que ordenan bajar el volumen de los instrumentos y las voces del coro se tornan susurros para que se escuchen esas palabras que van para el Señor y que son tan válidas como la música, como las voces angelicales.
De igual modo me agrada que la estructura de las canciones no obliguen siempre a las mujeres a hacer los coros, sino que se trata de algo compartido, unas veces les toca corear a los varones y otras veces a las mujeres.
Además veo muy oportuno y de bastante calidad en su función que los guías del canto consideren que su esfuerzo no es más importante que el mensaje del evangelio y por eso no acaparan el tiempo de este sino que lo respetan. Saben que cantar y oír la Palabra no es una batalla de a ver quien puede más y gana.
No creo que quienes dirigen, si se posicionan por encima y cantan fuera de orden, sea porque tienen algo mejor sus gargantas.
Señor yo quiero levantar mi voz
quiero agradecerte
por tu obra en mi vida
Señor, confío en tu gran amor
solo tú eres Dios eterno
solo tú transformas mi ser.
Que así sea.
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