No es atractiva la fe sin obras, la comunicación del Evangelio sin compromiso ante los pobres y los débiles.
Hay que ser atractivos para que la gente nos escuche y camine tras nuestras pisadas cristianas. No cabe duda que para que el cristiano pueda ser el comunicador de un mensaje importante e interesante para el mundo, se necesita tener cierto atractivo, cierto encanto, cierta diferencia en positivo.
Pero, cuidado. Ser atractivos, pero saber que el encanto del cristiano no consiste en ir a los cultos lo mejor vestidos posible, con una sonrisa y con la Biblia en la mano. No consiste en verle más o menos gozoso con su grupo congregacional, no consiste en intuirle lanzando alabanzas u oraciones al Todopoderoso, no consiste en tener una imagen más o menos de santón que parece apartarse del mundo.
Estas cosas pueden ser más o menos buenas, pero no son un atractivo hoy para el mundo que se mueve en medio de injusticias y egoísmos. Dentro de estos últimos parámetros de estructuras de maldad, de desequilibrios en los valores y en la economía, se deben mover nuestras posibilidades de ser atractivos. Busquemos serlo.
La atracción y encanto del cristiano va a estar en seguir los mismos parámetros que el Maestro siguió y que hizo posible este fenómeno: “... y venían a él de todas partes... toda la gente venía a él”. Marcos 1:45 y 2:13. ¿Qué hacía, qué decía Jesús para mostrar un atractivo tan grande? Sí. Jesús tenía un grandísimo atractivo, no por su presencia física, ni porque iba a la sinagoga, ni por su religiosidad, sino por sus compromisos con el hombre, por sus acciones solidarias. En eso estaba fundamentado su gran atractivo.
Por tanto, si queremos ser atractivos a semejanza del Maestro, simplemente hay que seguir sus prioridades y estilos de vida. Vivir el Evangelio en compromiso de palabra y acción. Ser hacedores de la Palabra. Pero, ¿es esto fácil?
Pautas para fomentar nuestro atractivo: El atractivo viene del ejemplo de vida, el vivir vidas comprometidas con el prójimo, gestos solidarios, empatizar con los débiles de la tierra, en el transmitir mensajes avalados por la conducta y que comuniquen esperanza y liberación de cargas, el identificarse con los pobres y los humildes de la tierra… esa era la línea de Jesús. ¡Eso da atractivo ante el mundo y les abre los oídos! Las gentes seguirán hambrientas los mensajes libertadores, eliminadores de cargas y defensores de los tirados a los márgenes de los caminos.
Cuando no hay este atractivo que da coherencia a nuestros mensajes, nuestra palabra y nuestro ritual va a caer como nieve fría en los corazones de las gentes que no tienen esperanza. No hay atractivo para ellos en mensajes que no están avalados por el compromiso, la coherencia de la acción, el ser manos tendidas de ayuda y pies que corren dispuestos al servicio.
El Programa de Jesús es la base de su atractivo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor”. (Lc. 4:18).
Busca tu atractivo, el gran atractivo para las personas para que éstas puedan seguir la coherencia de un mensaje. Compromiso, mano tendida, liberación, preocupación por el prójimo en situaciones anómalas, injustamente tratados, cautivos, oprimidos. Cuando este Programa de Jesús le falta al Evangelio predicado, no hay atractivo ninguno. No se da la auténtica religión, la pura y sin mácula de la que hablaba el apóstol Santiago que recoge la diaconía como algo fundante de la espiritualidad cristiana.
Muchos cristianos sin atractivo pululan por el mundo cual velas apagadas, gastadas, consumidas. No dan ninguna luz, no aportan ningún gesto liberador, el prójimo no es parte esencial de su vivencia de la espiritualidad cristiana. Son cristianos opacos, feos, sin luminosidad, oscuros, insolidarios y buscadores de goces que pueden rayar en el egoísmo humano. No son un flujo liberador de las cargas de los hombres.
No cabe duda que a Jesús le seguían por su atractivo fundamentado en sus hechos, sus compromisos y su transmisión de esperanza a los sufrientes no sólo para el más allá, sino para su aquí y su ahora.
Si no somos atractivos, no seremos comunicadores de esperanza en el seno del mercado religioso del mundo. El auténtico atractivo de nuestro ritual está, sin duda, en unir a nuestra alabanza y oraciones el partir el pan con los hambrientos, en acordarse de los excluidos y pobres de la tierra, en trabajar por la justicia en liberar a los oprimidos. Eso atrae además de ser parte de nuestro culto a Dios o, mejor aún, para que funciones nuestro culto a Dios tal y como se ve en los profetas.
Jesús atraía como un imán. Había razones para ello: tenía en cuenta a los oprimidos, sufrientes, rechazados y proscritos. Un Evangelio liberador también en nuestro aquí y nuestro ahora sin que por ello se perjudicara el llamamiento para ser salvos para siempre.
No. No es atractiva la fe sin obras, la comunicación del Evangelio sin compromiso ante los pobres y los débiles. No es atractivo un Evangelio que sólo nos remite a lo metahistórico olvidando al prójimo en sus sufrimientos diarios. Es posible que sea difícil ser atractivos, es complicado seguir las líneas proféticas, es aún más costoso seguir los ejemplos de vida de Jesús. Lo que pasa es que, fuera de esto, no hay atractivo. Sólo oscuridad y ausencia de vida.
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