Los revisionistas y restauradores de la historia de la Inquisición no podrán cambiar el color de una institución tan funesta ni dejar de oír las reclamaciones de los mártires.
Entre la literatura apologética protestante sobresale “Las Artes de la Inquisición”. Sobre este tema una de las autoridades y último traductor al castellano, debe consultarse siempre al profesor Francisco Ruiz de Pablos en toda su obra. Se ha dicho con razón que este libro llegó a ser un best-seller de la época y ser un exponente de la literatura apologética y propagandística contra la política imperial de la monarquía hispánica. Publicado en 1567 en Heidelberg, se tradujo posteriormente al holandés, inglés, húngaro, francés y alemán en múltiples ediciones. En español no se traduciría hasta 1851 y aparece en el Volumen 5 de Reformistas antiguos españoles publicado por Usoz i Rio. En el Volumen 13 de esta colección de Reformistas, publicado en 1857, aparece una edición crítica de esta obra de Sanctae Inquisitionis Hispanicae artes...
Su éxito y trascendencia se reflejó en la literatura de ficción como el Hamlet de Shakespeare y el desarrollo de los géneros modernos de misterio y entretenimiento. Al mismo tiempo, este libro ha sido relevante fuente histórica donde han bebido los autores que han tratado la Inquisición, el protestantismo español o la historia de España del siglo XVI. Tras el nombre real o seudónimo de Reinando González de Montes, han aparecido muchos posibles autores como el Licenciado Zafra, Pedro Jiménez, Joan Morell (Morelius) Fray Benito, aunque en los últimos tiempos los investigadores se inclinan por dos autores, siendo uno el escritor en castellano Casiodoro de Reina y otro el traductor al latín que sería Antonio del Corro.
Dice Christine Giesen que “por muy variopinto e imperfecto que sea el protestantismo castellano, tiene, con todo, el común denominador de un distanciamiento decidido de la única doctrina aceptada por la Monarquía, su base de legitimidad, confirmada posteriormente por los decretos del Concilio de Trento. Como ocurre en el resto de Europa, este protestantismo produce una literatura que expresa su disconformidad con el dogma contrario, impuesto a la fuerza en el caso de la Monarquía hispana. Dentro de la Península Ibérica, la disidencia protestante se puede formular sólo indirectamente, limitándose a exponer prudentemente sus doctrinas sin atacar a Roma. La crítica explícita y la denuncia de la proscripción de las disidencias sólo son posibles fuera de la Península -aunque sí dentro de territorios hispanos- y se intensifica después de agudizarse las persecuciones por el descubrimiento de las congregaciones protestantes de Sevilla y de Valladolid” (Giesen, 2001).
Es evidente que esta proclamación de unas verdades tan atroces como eran los cadalsos, las hogueras y algo aún peor el ataque furibundo a las conciencias buscando una retractación o indagando o inquiriendo en la esfera de la intimidad para buscar nuevos disidentes, pudo escocer en la altiva Roma y la sumisa, en determinados momentos, Monarquía española. Sin embargo, no había nada de propaganda insidiosa en Las Artes de la Inquisición como tampoco lo había en otra obra aparentemente menos perversa como la Juan Pérez de Pineda “Epístola Consolatoria”. Según el profesor Juan Ignacio García Pinilla y otros estudiosos, la obra de las Artes es tendenciosa y dio lugar a la llamada leyenda negra sobre España, aunque este investigador reconoce que la obra de Montes “constituye un testimonio de primer orden, para intentar comprender este episodio tan singular de la historia espiritual de España”.
Tanto Las Artes de Reinaldo González Montes como la Epístola consolatoria de Juan Pérez de Pineda, y hasta el Tratado para confirmar a los cautivos de Berbería de Cipriano de Valera, la primera más histórica y la otras más teológicas, solo defienden la dignidad y la conciencia del ser humano que necesita consuelo y ánimo en medio de tanta atrocidad y barbarie religiosa. Los revisionistas y restauradores de la historia de la Inquisición no podrán cambiar el color de una institución tan funesta como la Inquisición, ni dejar de oír las reclamaciones de los mártires, a quienes se les acusa de herejes y apostatas de su fe en medio de las llamas. Dice el Tratado para confirmar: “«y tened vuestra conversación honesta entre los Gentiles, entre Moros, Ju díos, y falsos cristianos en medio de los cuales habitáis, para que en lo que ellos murmuran de vosotros, como de malhechores, herejes por haber de veras conocido a Cristo, glorifiquen a Dios”. Este texto no parece una declaración tan ofensiva como para generar la leyenda negra contra España. Señalar los modos y las malas artes con las que se valía la Inquisición para perseguir vidas y conciencias, nunca podrá ser traición a lo español. Dice con agudeza e ironía Emilio Monjo sobre esta leyenda negra: “Claro que para propaganda insidiosa la que publicó en Ginebra Juan Pérez de Pineda (era un pastor, nacido en Montilla, Córdoba, colaborador de Calvino, ¿qué de bueno se podría encontrar en un sujeto así?); incluso el título es perverso: Epístola Consolatoria. Pues ya es maldad intentar consolar a los condenados en las mazmorras inquisitoriales. Eran gente al servicio de los poderes extranjeros, seguro. Además, viendo a los maestros que tuvieron, se puede uno imaginar su malignidad. Que fueran canónigos predicadores de la catedral de Sevilla demuestra su astucia… Que como nos acerquemos, nos quedamos al lado de los vencidos, en sus mazmorras, en sus lágrimas. Sí, ese es mejor sitio que los del triunfo, los que sacaban a los otros en sus triunfos, sus autos de fe. De lejos se podrá pintar de rosa; de cerca la cosa tiene otro color”.
Sin lugar a dudas, “Las Artes” supuso una forma de hacer literatura, pero también de demostrar que el movimiento evangélico en España no ha sido incidente sin trascendencia, sino que la formación del protestantismo español cuestionó, sin tener que usar la espada, los fundamentos ideológicos de la Monarquía que se definía e identificaba con el catolicismo.
Prosa protestante renacentista
En este tema de la prosa renacentista debemos comenzar aceptando el reconocimiento de Menéndez Pelayo a la obra del desconocido autor de “El Crotalón”, que supone ser luterano y su obra “debe colocarse entre las mejores de los protestantes españoles” (Menéndez y Pelayo, 2007, pág. 699). Nosotros hemos adjudicado también el “Viaje a Turquía” a Cristóbal Villalón, un humanista protestante en el apogeo de la prosa renacentista en España. Parece probable que Cristóbal de Villalón naciese en una familia humilde de la población de Villalón de Campos- Valladolid- hacia 1510. Algunos lo ubican en Valbuena de Duero y otros en Alcalá, pero si se sabe que estudió en esta Universidad y que recibió el grado de bachiller en Artes en 1525, aprendió griego y se licenció en Teología. Por 1538 residirá en Salamanca y tramará amistad con Hernán Pérez de Oliva, ingeniero español, que sería catedrático de Filosofía y Teología en esta ciudad y profesor del Colegio Trilingüe de esta universidad.
Según otras fuentes, Villalón, por 1530, estaba encargado de la cátedra de Lógica en la facultad de Artes en Valladolid, cargo que abandonaría para ser profesor de latín de los hijos del conde de Lemos entre 1532 y 1534. Se sabe que en 1543 fue ordenado sacerdote y se le encomendó la diócesis zamorana de Olaya de Tábara. Se sabe que viajó mucho por toda Europa y que estando en Nápoles fue hecho prisionero por los turcos y llevado a Constantinopla, consiguiendo su redención ejerciendo como médico de la mujer e hijas del sultán Sinan Baja, quien posteriormente le nombraría intérprete y secretario. A la muerte de Sinan logró escapar de Constantinopla y refugiarse en el monte Athos, donde, en esta península, hay muchos monasterios ortodoxos. De Athos pasaría a la isla de Quios, a Atenas, a Samos y atravesando el estrecho de Mesina llegaría a Italia y Francia para acabar en Valladolid por 1555, donde residiría hasta su muerte en 1562 ejerciendo de profesor de humanidades.
Algunos prolongarán su muerte hasta 1580 e indican que Cervantes lo tomó como uno de los testigos en la querella contra Blanco de Paz. Respecto a su obra, siempre cuestionada en su paternidad, siempre es de una gran cultura y estilo y va más allá del erasmismo. No solo es conocedor de Juan de Valdés, a quien Menéndez Pelayo tributa frases muy laudatorias como que “algún recuerdo y honra merecería el padre y maestro del diálogo de costumbres, el que puede hombrear sin desdoro entre Mendoza y Mateo Alemán y sólo se inclina ante Miguel de Cervantes”, sino que Villalón conocía también excelentemente los clásicos. De igual manera Villalón conocía a fondo además del castellano, el griego y el latín, otros cinco idiomas lo cual le proporcionaban una riqueza lingüística que fue expresada en una de las mejores gramáticas castellanas. Con esta cultura y en el tiempo del mejor castellano del Siglo de Oro, no resulta extraño ver como Villalón supo expresar a través de la fuerza de los diálogos, como librepensador que era, todo tipo de críticas de una sociedad corrompida desde arriba. En “El Crotalón”, en el que se intercalan episodios históricos con los males actuales expresa en forma de sátira todo su pensamiento teológico y filosófico. “El viaje a Turquía” será un libro autobiográfico como se podía esperar de su desventurada vida, pero el Crotalón expresa el pesimismo antropológico protestante en muchos momentos: “Porque en ningún tiempo se pueden más a la verdad que en el presente verificar aquellas palabras que escribió Moysen en el Genessi: «Que toda carne mortal tiene corrompida y errada la carrera y regla de su vivir». Todos tuerçen la ley de su obligaçión.”
Para los estudiosos como Pascual de Gayangos y Manuel Serrano y Sanz, nuestro Villalón “ha pasado a ser del oscuro autor de una gramática y algunas otras obras menores a ocupar un puesto en la primera fila de la prosa renacentista” Quizás el “problema Villalón” lo haya complicado aún más Marcel Bataillon, cuando, basándose en un estudio del contenido ideológico asegura que el autor era un luterano italiano en Valladolid y que del “Viaje a Turquía” su autor sería el doctor Laguna, médico destacado, humanista y erasmista sobresaliente. Para Bataillon solo “El Scholástico” sería de seguro de Villalón.
Para Asunción Rallo las concomitancias de Erasmo y Villalón que se basan en su común actitud humanista, difieren en mucho, pues el “alcance ideológico del vallisoletano en especial en “El Crotalón”, están muy por encima de la actitud a veces cauta, ambigua o pacata del roterdano” “Junto a ello definen también a Villalón su antibelicismo, la crítica escolástica, el reformismo social y la misoginia, temas que se presentan en El Crótalon con toda crudeza, remachados por una habilidad narrativa, alcanzando niveles más efectivos que los imaginados por Erasmo (pág. 116). Pascual Gayangos dirá: “El Crotalón de Christophoro Gnosopho (Sabio), escrito en Valladolid en los primeros días del reinado de Felipe II, contiene doctrinas, que fueron calificadas de heréticas y contrarias a los clérigos y frailes. "Fuera de esto, el libro es muy interesante para el estudio de la lengua, de las costumbres del tiempo y de la invención literaria, y muy ameno y entretenido, por la variedad y enredo de las peregrinas historias que en el se relatan”.
También escribió Cristóbal de Villalón un “Tratado de Cambios” y un libro muy raro, que se titula “Comparación de lo antiguo y lo moderno”, existente en el Museo Británico. Publicó una novela dialogada breve, la Tragedia de Mirrha, de fuerte influencia ovidiana. Dedicó a fray Alonso de Virués su Ingeniosa comparación entre lo antiguo y lo presente (1539)
En 1980 Fernando Salinero publicó un libro sobre el Viaje a Turquía y posteriormente Marie Sol Ortolà ha sacado a la luz “Un estudio del Viaje de Turquía: autobiografía o ficción”. Reconocen estos autores que, si la literatura es importe en el hacer de este diálogo, es cardinal el folclore inspirado en la tradición española. Así aparecen personajes folklóricos, habla popular, inserción de refranes y sabiduría del pueblo. Sin embargo, lo más importante del diálogo del Viaje a Turquía radica en el marco de renovación cristiana. El Nuevo Testamento está presente en todo el escrito. El exergo que acompaña al diálogo “el principio de la sabiduría es el temor a Dios” es la divisa a un relato de conciencia espiritual y renovación de la fe en Dios. Estos autores apuntan a que el autor del Viaje a Turquía sea el toresano don Juan de Ulloa perteneciente a la congregación protestante de Valladolid, donde militaban muchos nobles.
No olvidaremos dentro de la prosa del Renacimiento expresada en diálogos a los tantas veces nombrados hermanos Valdés. Alfonso de Valdés también participó en las conversaciones entre los luteranos y los representantes del Papa en la Dieta de Augsburgo, pero su espíritu conciliador no evito la ruptura con la Reforma ante un Papa y una curia hostil. “Su anhelo reformador y su pensamiento utópico le hicieron expresar que su pretensión era hacer un mundo nuevo. Así, en el Diálogo de Lactancio muestra su visión del destino del mundo que tiene como centro a un Emperador y un Papa espirituales que deben gobernar al pueblo de Cristo. En el Diálogo de Mercurio y Carón insiste básicamente en las mismas ideas; denuncia las actitudes extravertidas de los eclesiásticos en el mundo temporal, crítica la religiosidad extrema e intolerante, y señala como imperio ideal al que tiene como propósito la fraternidad de todas las naciones cristianas, regidas por un emperador.”
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