Que Dios sea algo en algo es el plan del secularismo, así como que sea nada en todo lo es del ateísmo.
La descomunal batalla en la que la fe cristiana está inmersa en nuestro tiempo gira en torno a su relevancia y alcance, aunque al pensarlo con detenimiento realmente es una batalla que siempre estuvo ahí, pareciendo en ciertos momentos que la desaparición de la fe era sólo cuestión de tiempo. Muchas veces, a lo largo de la historia, hubo quienes cantaron victoria, dándola por fenecida y considerando que, a lo sumo, quedaría como algo residual, confinada a iglesias y museos. Personajes e ideologías hostiles se levantaron para hacerle frente y combatirla por todos los medios, ya desde sus inicios, aunque tantas veces como se la dio por muerta, sorprendentemente tantas veces volvió a resurgir con renovado vigor.
En nuestro tiempo hay dos grandes fuerzas que la combaten, que son el ateísmo y el secularismo. Aunque ambos tienen en común su hostilidad hacia el cristianismo, hay una diferencia de trato, ya que el primero niega mientras que el segundo relativiza. Tal vez las palabras nada, algo y todo pueden explicar bien la diferencia entre ateísmo y secularismo respecto a la fe cristiana y también el propósito que tienen hacia la misma.
El postulado del ateísmo es que Dios es nada en todo. Efectivamente, ya su punto de partida es que la materia lo es todo, al ser eterna, lo cual hace que Dios sea superfluo y por tanto una invención humana. Si en la cosmología, esto es, la formación del universo, Dios es nada, se sigue también que lo es en la formación del ser humano. Que Dios es nada es igualmente aplicable al funcionamiento continuado del universo, ya que las leyes físicas bastan para hacer que funcione. Y no sólo eso sino que también Dios es nada en todo lo referente a la esfera moral, en la que las normas son fruto de un consenso, una época o una voluntad humana. Que Dios es nada, también se aplica a la proyección de la vida humana, que acaba totalmente con la muerte. Así pues, sea en el ámbito de la física, de la biología, de la psicología, de la historia, o en cualquier otro que se pueda imaginar, según el ateísmo, Dios es nada en todo campo de actividad.
Ese postulado teórico, el ateísmo lo pretende llevar a la práctica, siendo su meta que Dios sea nada en el corazón y la vida cotidiana de todo ser humano, empleando para ello todos los medios disponibles a su alcance, comenzando con las medidas educativas, siguiendo con las mediáticas, continuando con las de orden político y terminando con las de carácter represivo. No hace tanto tiempo que países del este de Europa vivieron bajo este intento de que Dios fuera nada en todo, quedando todavía algunas naciones de esa misma corriente que tienen como ideología suprema ese propósito. En Occidente hay un ateísmo militante que quiere implantar la misma semilla, con la diferencia de que los métodos empleados no son brutales sino subliminales, pero más efectivos.
El postulado del secularismo es que Dios es algo en algo. El secularismo no niega a Dios, más bien lo relativiza, lo reduce, procurando que quede arrinconado a ciertas parcelas de la existencia, especialmente aquellas que tienen una importancia secundaria. Su existencia no la niega, lo que niega es su facultad soberana, para disponer de todas las cosas conforme a su voluntad. De esa manera, lo que el secularismo admite es un Dios cuya esfera de actividad está reducida a las cuatro paredes de un templo, saliendo de las cuales, ya no tiene competencia alguna. Todas las grandes decisiones, todos los grandes foros y centros de poder, ya sean ideológicos, políticos, educativos, científicos, económicos o tecnológicos, están fuera de su proyección. De los siete días de la semana, le concede, a lo sumo, uno, para que pueda tener algo de influencia, pasado el cual tiene que volver a la inactividad. Y como ese día es de descanso, todo lo referente al Dios del secularismo está asociado a lo pasivo nada más, no a lo activo. Que Dios sea algo en algo es el plan del secularismo, así como que sea nada en todo lo es del ateísmo.
Pero el propósito de Dios es ser todo en todo. No algo en algo, tampoco algo en todo, sino todo en todo. Y a ese propósito no renuncia, porque hacerlo sería negarse a sí mismo. La expresión todo en todo aparece en tres grandes pasajes del Nuevo Testamento. El primero es 1 Corintios 15:28, donde dice que Cristo efectuará el sometimiento de todo a Dios mediante su persona, a la que previamente todo ha quedado sujeto, para que de esa manera Dios sea todo en todo, es decir, en todo el universo, sin que haya rincón que esté fuera de su llenura. El segundo pasaje es Efesios 1:23, donde dice que Dios o Cristo es aquel que en la Iglesia todo lo llena en todo; es decir, la Iglesia está constituida para manifestar esa totalidad absoluta. El tercer pasaje es Colosenses 3:11, donde dice que Cristo es el todo y en todos en el nuevo hombre, el cual está por encima de cualquier condición o circunstancia humana relativa o parcial.
Ser todo en todo. En el universo, en la Iglesia, en el nuevo hombre. En eso consiste la obra que Dios se ha propuesto efectuar. El pulso que le están echando el ateísmo y el secularismo para impedirlo, solo puede terminar de una manera, que es quedando estos dos enemigos, y cualquier otro, bajo el estrado de sus pies.
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