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500 Aniversario de la Reforma en España (24)
 

Biografía de Juan de Valdés

Valdés representa en el campo de las letras una de las figuras máximas del siglo XVI.

ORBAYU AUTOR Manuel de León 16 DE MARZO DE 2018 13:01 h

 



Ángel Alcalá en su Introducción a la vida y obra de Juan de Valdés comienza con unas palabras significativas: “Grandes lagunas de ignorancia jalonan todavía la biografía de Juan de Valdés y más aún la elaboración, difusión, influencia e interpretación de sus escritos.” (Alcalá Galve, Introducción a “Obras completas de Juan de Valdés“, 2006, pág. 1) Para el polígrafo santanderino Menéndez Pelayo, también Valdés representa en el campo de las letras una de las figuras máximas del siglo XVI, gracias a que sus biógrafos lo sacaron del olvido: “Fortuna y gloria ha sido para Juan de Valdés encontrar, uno tras otro, tan notables biógrafos y comentadores, premio bien merecido (aparte de sus errores) por aquel acrisolado escritor, modelo de prosa castellana, de quien cantó David Rogers: Valdesio hispanus scriptore superbiat orbis!”(Menéndez y Pelayo, 2007, pág. 26)



Tampoco se explica Menéndez  Pelayo por qué no triunfó el protestantismo en España, con hombres tan relevantes en sus filas: “¿Cómo ha de explicar el que con tal sistema escriba por qué no arraigó en España en el siglo XVI el protestantismo, sostenido por escritores eminentes como Juan de Valdés, sabios helenistas como Francisco de Enzinas y Pedro Núñez Vela, doctos hebraizantes como Antonio del Corro y Casiodoro de Reina, literatos llenos de amenidad y de talento como el ignorado autor de El Crotalón e infatigables propagandistas al modo de Julián Hernández y Cipriano de Valera? ¿Cómo una doctrina que tuvo eco en los palacios de los magnates, en los campamentos, en las aulas de las universidades y en los monasterios, que no carecía de raíces y antecedentes, así sociales como religiosos; que llegó a constituir secretas congregaciones en Valladolid y en Sevilla, desaparece en el transcurso de pocos años, sin dejar más huella de su paso que algunos fugitivos en tierras extrañas, que desde allí publican libros, no leídos o despreciados en España?”(Menéndez y Pelayo, 2007, pág. 29)



No pensemos que con estas palabras Menéndez Pelayo quiere ensalzar la Reforma española, sino que sabe introducir el suave veneno, aún con sus pocos años, sin dejar huellas. Nosotros hoy tenemos una concepción más amplia del propósito de la Reforma, con aproximaciones a la historia que nos permiten ver el movimiento evangélico como un todo y no dividido en parcelas historiográficas que pretendan minimizar el movimiento espiritual más grande de la historia de España. 



Triunfan en este siglo XVI al lado del evangelismo, la teología y la mística, la filosofía y el humanismo, los estudios bíblicos y la gran comisión de predicar el Evangelio a toda criatura, espoleando corazones y venciendo voluntades por siglos adormecidas y, en muchos casos, oprimidas y perseguidas.



Todas sus obras fueron póstumas a excepción del “Diálogo de doctrina cristiana” y aunque Valdés no tenía temple de “corifeo ni de rebelde”, Ricart lo coloca entre los “heterodoxos de la heterodoxia” o lo que es lo mismo, doblemente heterodoxo. Pero vayamos a la biografía, que extractamos en su mayor parte de José Nieto, porque la admitimos como la más depurada y fehaciente, aunque añadamos algunas investigaciones recientes. También seguiremos en los detalles a Ángel Alcalá, cuya erudición y neutralidad estimamos. 



Juan de Valdés, posiblemente, nació antes de 1509, y fallecerá en 1530 a los 33 años. Sus padres, se especula, según Juan Cueto Alas -en “Historia de los heterodoxos asturianos”-viniesen a vivir al concejo de Valdés -Asturias- y de ella tomasen el apellido “Valdés”, aunque después se trasladasen a Cuenca donde nacerían Alfonso, Juan y Diego de Valdés los más conocidos. Se decía que Juan fuese “gemelo” gemellus, pero no de Alfonso. Hoy que conocemos las fechas de nacimiento, no parece serlo de ningún hermano y “fratres germani” solo indica que eran parecidos. El padre de los hermanos Valdés, don Fernando (Hernando) de Valdés (1450?-1530) casado con María de la Barrera (1464-1532), era regidor, un puesto administrativo importante que le colocaba entre la hidalguía y la nobleza. El matrimonio se celebró el 13 de enero de 1482 y tuvieron doce hijos de los que se conocen ya los nombres. (Alcalá Galve, 2006 Digitalizado por Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, pág. 9)



Los archivos de Cuenca se refieren también a que esta familia, originaria de Inglaterra, en la persona del padre de los Valdés, tenía orígenes judeoconversos por parte de padre y madre. El cura Fernando de la Barreda, hermano de la madre de Valdés, había sido ejecutado por la Inquisición, quemado por judío relapso. Está documentado también que el padre de los Valdés y su familia están enterrados en cuatro sarcófagos en el convento de San Benito en Cuenca. El historiador Martín Rizo solo mencionará a esta familia como que Juan “era gentilhombre de la cámara del Papa” y otro miembro de la familia, referido a Alfonso, “era secretario de Su Majestad el Emperador”, pero no hace referencia a la “herejía” valdesiana. Antes de marcharse a Italia, Valdés sufrió un proceso de la Inquisición en 1529 y continuó en España hasta 1531, hasta que se le informa que se estaba preparando un nuevo proceso contra él.



Añade Alcalá que la madre de Valdés, María de la Barrera (1464-1532) era judeo-conversa por los tres costados. Además del hermano, Fernando de la Barrera, también serían procesados Andrés el hermano mayor de Juan de Valdés y el mismo procurador de la ciudad, su padre, por hablar mal del Santo Oficio y desacato sus ministros.



Los estudios de Juan de Valdés están relacionados con la Universidad de Alcalá, pero está confirmado que no estudió Teología ni Escritura sino “Artes”. En carta de Erasmo a Juan, le dice: “Oigo que estás entregado a las disciplinas liberales”. Por esta época conocería a Bartolomé de Carranza, en 1526 o 1527, cuando Carranza visitaba a su tío el profesor y luego inquisidor navarro Sancho Carranza. Esto nos deja claro que la educación de Juan de Valdés es autodidacta. Sus inicios, al lado de Alcaraz, le habrían creado unas inquietudes religiosas que le condujeron al conocimiento de la Biblia, tanto en el estudio teológico como en otros más técnicos pero referidos siempre a la Biblia. Cuando hace exégesis de alguna epístola o evangelio, antes lo traduce de los originales cuyo conocimiento había sido obtenido en sus clases Alcalaínas de retórica, latín, griego y hebreo.



El primer proceso inquisitorial estaba relacionado como apuntábamos anteriormente, con el “alumbradismo” de Alcaraz y su grupo, y entre ese grupo un “mochacho” que con su “Diálogo de doctrina cristiana” expresaba y divulgaba sus ideas, mejor que cualquier persona. Las fronteras entre alumbradismo, luteranismo, erasmismo y mística, aun no estaban señaladas con nitidez. Por eso quienes lo leían no sabían diferenciar, y ante este peligro la vigilante y malpensada Inquisición no aguardó mucho: lo estimó sospechoso de herejía y confiscó todos los ejemplares encontrables. (Alcalá Galve, 2006 , pág.11) Pero la Inquisición concentraba sus fuerzas para perseguir al erasmismo y sobre todo a Valdés al que según Bataillon “parece virtualmente cierto que se le condenó por herejía”. Sin duda que Valdés se percató de las maniobras de la Inquisición y escapó cuando aún estaba a tiempo. Sabedor del peligro, se negó a regresar a España, cuando su amigo Vergara le informó de su fama y de las críticas hacia su nombre por haber marchado de España. 



Valdés aparece en Italia (1531-1541), por Roma concretamente, en 1531 y se presenta a Sepúlveda, humanista español amigo de su hermano Alfonso. En Roma parece que era un agente del emperador con un puesto oficial de secretario y chambelán del Papa. Antes de poder verse con su hermano, que venía de la Dieta de Ratisbona con la corte imperial, Alfonso morirá en Viena, víctima de la peste.



 



De Roma marcharía a Nápoles como archivero, cargo en el que estuvo poco tiempo y volvería a Roma a la corte papal de Clemente VII hasta la muerte de este Papa en 1541. Valdés tendría problemas en Roma por actuar a favor de la política del emperador y en contra del Papa, pues el cardenal de Rávena era enemigo personal del Papa. Valdés pasará por un periodo literario y político en el que escribirá el “Diálogo de la lengua”. El “Alfabeto cristiano” pertenecerá al periodo religioso, en el que tiene contacto con la sobrina del cardenal Gonzaga, Julia Gonzaga. Valdés se establece definitivamente en Nápoles en 1535, continuando sus funciones políticas.”



El recuerdo napolitano de Juan de Valdés queda para siempre vinculado al de un selecto grupo de “persone nobili e illustri” que con indudable atractivo supo captar de su entorno, tanto a mujeres italianas como españolas, incluso de la corte del virrey, como Segismundo Muñoz y Juan de Villafranca”. (Alcalá Galvé, pág. 29) 



En 1537 fue nombrado “veedor de los castillos” de Nápoles y ya por estas fechas comenta: “No tengo la mano en buen estado para tanto escribir.” Quizás esta dolencia era el principio de la enfermedad que le llevó a su muerte entre los días 16 y 20 de julio de 1541, a la edad de 32 años. No vivió lo suficiente para poder enterarse de lo que teólogos protestantes y católicos habían acordado sobre sus doctrinas en Ratisbona. Menéndez y Pelayo cita un elogio fúnebre de Bonifacio que dice así:



“¿Dónde iremos después que ha muerto el Sr. Valdés? Gran pérdida ha sido para nosotros y para el mundo porque el Sr. Valdés era uno de los raros hombres de Europa, como probarán plenísimamente los escritos que ha dejado sobre las Epístolas de San Pablo, los Salmos de David. Era en todos sus hechos, palabras y determinaciones un hombre perfecto: regía con una partecilla de su ánimo aquel cuerpo débil y flaco y luego con la mayor parte del alma, con el puro entendimiento, estaba separado del cuerpo y absorto siempre en la contemplación de la verdad y de las cosas divinas. Conduélome con el Sr Marco Antonio, porque él más que ningún otro le amaba y admiraba. Paréceme señor, que cuando tantos bienes y tantas letras y virtud están unidas en un alma, hacen guerra al cuerpo y pugnan por salir de él cuanto antes.”



La muerte de Valdés frustra a los estudiosos valdesianos. Quiénes lo consideraban católico, dicen que nunca habría apostatado y que habría permanecido en Italia, cosa imposible pues ya vimos lo que hizo en España, huyendo de la Inquisición. Las experiencias adquiridas por Valdés en España, le daban una cierta ventaja sobre quiénes se acercaban a él en busca de orientación religiosa. Cione, nos proporciona cuarenta nombres de personas que mantuvieron profunda relación con Valdés. El secreto y las precauciones con que se habían de convocar las reuniones eran extremados. El método de Valdés para toda su enseñanza era sutil, insinuando las doctrinas reformistas y contrastándolas con el peso de los textos bíblicos, claros y rotundos, predisponiendo así a la ruptura reformadora. Valdés era el “teólogo” al que remitían Ochino, Flaminio y otros. Sus reuniones religiosas no eran reuniones sociales, ni siquiera eran el sitio donde se debatían los temas religiosos, sino que eran ingresados “introdutto del regno di Dio” y quiénes asistían eran miembros del reino de Dios, como una realidad divina. Así pues, no era un “circulo” sino una concepción teológica y eclesiástica del término “reunión”.


 

 


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