Pan bendito, signo o señal en el mundo de la solidaridad cristiana, de la fraternidad que debe reinar entre los que son hijos de un mismo Padre.
Ese niño que, en el entorno del milagro de los panes y los peces, compartió lo poco que tenía y lo puso en las manos de Jesús en un momento en que las gentes estaban hambrientas, se convierte hoy en un icono de fraternidad universal, una llamada a las conciencias de los hombres, un aldabonazo al corazón de los cristianos.
Un niño que se convierte en un símbolo de pan bendito válido en nuestro entorno en donde, además de tanta pobreza, más de medio mundo, existen unos mil millones de hambrientos. Icono de fraternidad frente al mayor escándalo del mundo hoy. Cuidado con que nuestro otro pan no compartido se transforme en pan maldito, pan que llene de acidez nuestro estómago ahíto.
Transforma tu pan maldito. Un niño con su cestita para su merienda, nos da ejemplo. No busquéis los grandes ídolos del mundo, no admiréis solamente a aquellos triunfadores que tienen bajo su pie a media humanidad, no os fieis de los parámetros humanos que nos quieren poner de ejemplo a muchos triunfadores que, quizás, sean insolidarios. Mirad a este niño. Seguid su ejemplo de permitir que su pequeña posesión se ponga en las manos del Señor. Nunca minusvaloréis a un niño como éste.
Toma nota: Existe el pan maldito. Si despreciamos el ejemplo, si minusvaloramos ese comportamiento solidario, si dejamos en el olvido a los pequeños, nuestro pan ni va a ser bendecido, ni multiplicado. No servirá para nada en el mundo. Sólo para alimentar a nuestros estómagos. No será pan bendecido por servir para quitar el hambre a otros. Se puede convertir en pan maldito símbolo del egoísmo humano, signo de la necedad de los hombres que están de espaldas al Señor. Pan maldito que puede llegar a apestar.
Si quieres evitar el pan maldito y que tu pan sea bendecido, no te consideres el dueño absoluto de tu pan. Nada es nuestro, todo es de gracia. El Señor da y el Señor quita. El pan bendito debe ser signo y señal de que en este mundo, todo lo que tenemos al ser bendecido, no nos acredita para que nos consideremos el dueño absoluto de lo que Dios nos da. El pan bendito ha de tener una característica: Debe estar al servicio y a la disposición de todos. Lo otro, quizás sea y se hunda en el agrio concepto del pan maldito.
Transformemos nuestro pan maldito. ¿Qué precio tiene el pan bendecido, el que se pone en las manos de Jesús para que lo multiplique? ¿A qué cantidad de dinero podremos comprarlo o venderlo? ¿Dónde podremos esconderlo o guardarlo si ya lo hemos puesto en las manos del Señor? Pan bendito, signo o señal en el mundo de la solidaridad cristiana, de la fraternidad que debe reinar entre los que son hijos de un mismo Padre. El pan bendito, bendecido porque lo hemos puesto en las manos del Señor no debe tener dueño. Debe estar a disposición de todos.
Trastoca los valores y parámetros del pan maldito. Que las manos de nuestro Señor lo bendigan y, entonces, ocurrirá el milagro: Será bien redistribuido para alimentar los estómagos de los pobres, los despojados, los injustamente tratados, los niños que tienen hambre, los hambrientos de la tierra. Lanza tu pan bendito como símbolo del acercamiento de los valores del Reino, del gran proyecto de Jesús que irrumpe en nuestro mundo con su nacimiento entre nosotros.
Transforma tu pan maldito. Cámbialo trastocando todos los valores insolidarios. El pan avalado por los valores del Reino es pan bendecido y espanta todo aquello que es maldito, que es egoísta, que es tan necio como el rico de la parábola que, neciamente, ampliaba sus graneros con sus soliloquios en donde los posesivos “mi, mío, mis” suenan a necedad falsa.
En el mundo hay mucho pan maldito que pertenece a dueños que no lo quieren transformar en bendición. Pan maldito que apesta y que no debería estar nunca ahí escondido en las alforjas de los cristianos. Que lo tengan ellos, que lo guarden bien y que le pongan mil guardianes. Es posible que cuando vayan a por él lo encuentren podrido y agrio, comido de gusanos que parece que lo engullen para protestar contra el hambre en el mundo.
Si quieres que en tu mesa haya pan bendecido, has de estar dispuesto a compartir. Son las leyes de la palabra de Dios que nos dice que es más bienaventurado dar que recibir, máxime cuando el prójimo lo necesita. Comer sin compartir es un fermento que agria toda la masa.
Por eso la iglesia y los creyentes deben compartir pan. Unos lo harán en el ámbito familiar, otros crearán tejido social solidario, en organizaciones en donde haya pan bendecido. Otros usarán la iglesia para que reparta su pan de forma solidaria, otros denunciarán la acumulación desmedida y necia que se da en el mundo con respecto a los recursos que hay, otros buscarán justicia para los empobrecidos de la tierra, otros usarán sus manos y sus pies para que el pan llegue a la boca de los que tienen hambre, otros lo compaginarán con el reparto del pan espiritual para que nunca tengan ese tipo de hambre…
Todos estos serán buscadores y repartidores del pan bendecido que irá eliminando poco a poco el pan maldito guardado insolidariamente en graneros de injusticia. Espero que nosotros deseemos poder comer un pan que esté lejos de toda maldición. El texto bíblico nos dará orientación para saber cómo conseguirlo.
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