La acumulación de riqueza por unos pocos dejará de ser tolerable cuando la acumulación de riqueza no sea aquello para lo que la sociedad entera vive.
¿Qué sucede cuando un Gobierno deja de procurar el bienestar de sus ciudadanos para servir a los intereses de una minoría acaudalada? Es una pregunta retórica: sabemos cuál es la respuesta. Hay grupos con gran poder económico, empresas e individuos, que influyen sobre las instituciones y que, en ocasiones, incluso las ‘capturan’, consiguiendo tratos a favor de unas élites en la definición de leyes y normativas. Son privilegios para unos pocos, mientras el esfuerzo, sobre todo la mayor carga fiscal, recae sobre la gran mayoría.
Así comienza el último informe de Intermon-Oxfam de 2018.
Sus resultados tienen un gran parecido a lo que dijeron Acemoglu y Robinson en 2013 en su libro Porqué fracasan las naciones?, uno de los mayores éxitos de ventas en libros de economía de lo que llevamos de siglo XXI. Ellos introducen del concepto de las "élites extractivas". Comienzan observando el fenómeno en países del continente africano en los que un pequeño grupo de personas, a veces una familia amplia, se hace con los recursos de un país y los administra para beneficio propio, mientras el resto de la población va languideciendo bajo la opresión. Para poder continuar beneficiándose de esos recursos controlan las estructuras de poder, el gobierno, el parlamento, los jueces, la prensa, el sistema financiero, el sistema de partidos, etc. La realidad es que éstas características no son sólo observables en los países conocidos como en vías de desarrollo, sino que se hace perceptible en países del mundo desarrollado.
Hoy en día España es el país más desigual de la OCDE. Eso mide los países en los que la distancia entre los ingresos de la parte más rica de la población y los de la parte más pobre es mayor. La distancia entre los salarios más altos y más bajos de la población es 14 veces la de Grecia.
Al inicio de este año 2018 se habló del Fat Cat Thursday (el jueves del gato gordo). Era el tercer día del año y marcaba el momento en que los ejecutivos de las grandes empresas que cotizan en bolsa habrían ganado todo lo que ganaría en todo el año un trabajador que cobrara el salario promedio.
En el informe de Intermon que acabo de citar se puede ver que el 1% de la población mundial acumula el 82% de la riqueza. Si te preguntas si estás entre ese 1% de la población tienes que mirar si ganas anualmente más de 600.000 euros. 62 personas en el mundo, con nombre y apellido, tienen más que la mitad más pobre de la población mundial. Y ésta es una tendencia creciente, no decreciente. El mundo es cada año un lugar más injusto, más que el año anterior.
Una de las realidades que componen este récord del terror es la "brecha salarial". Hace pocos días constatábamos la brecha que existe entre hombres y mujeres en cuanto a salarios. Una mujer gana el 85% de lo que gana un compañero varón por el mismo puesto de trabajo por hora trabajada. Pero hay otro diferencial que es el que separa a los salarios de los máximos ejecutivos y el resto de trabajadores.
Justifican esta enorme diferencia de salarios en el propio funcionamiento del mercado. Si una compañía no paga éstas enormes cantidades de dinero, vendrá otra compañía que captará a ese ejecutivo competente y se lo llevará a su empresa. Algo así como lo que ocurre en el mercado de fichajes de los clubs de fútbol. Si tengo a Messi (o a Cristiano Ronaldo para los que tengan otros gustos futbolísticos), pero no le pago lo que el mercado está pagando, vendrá otro club y me lo quitará.
Ante este panorama, algunos dicen que lo único que se puede hacer es que los gobiernos intervengan para frenar esa diferencia. Pero la realidad es que en un mercado internacional tan interconectado, si en España se ponen límites a la diferencia salarial, vendrá alguna empresa de otro país que no tenga estos límites y se lo llevará a ese país. Las compañías saben muy bien cómo aprovecharse de las diferencias entre países. De las 35 empresas que cotizan en el IBEX, la mitad no pagan sus impuestos en España.
En lugar de soluciones superficiales a problemas complejos, sugiero que debemos mirar más allá a cuestiones del alma de las personas y de los países.
1- Debemos utilizar criterios para reconocer y defendernos de la élite extractiva. Esas élites extractivas en occidente se alimentan de los votos de aquellos a los que perjudican gravemente. Pero al controlar todo el aparato del Estado se hacen elegir por los ciudadanos.
2- No hay muchas posibilidades para que los más ricos reduzcan sus pagas, por lo que es imprescindible que los más pobres tengan una mejor paga. Si se debe reducir la distancia entre los que más cobran y los que menos, y los que más cobran cada vez cobran más, la única solución es que los que menos cobran cobren más. No vale hablar de la pérdida de competitividad de las empresas cuando esta pérdida solo debe ser solventada manteniendo salarios que apenas dan para vivir. Se trata del fenómeno de los "trabajadores pobres", quienes a pesar de trabajar una jornada completa no ganan un mínimo para vivir por encima del umbral de la pobreza. Eso ocurre en España con uno de cada tres trabajadores. Son pagas por debajo del umbral de supervivencia porque la competitividad sólo tiene que ver con el sacrifico de los más pobres. Tenemos que introducir el concepto de "Fair trade" o de "comercio justo" no sólo en cuanto al chocolate, al café o al té en los países más pobres, sino en nuestro propio país y para nuestros propios trabajadores. Debemos generar un sello de empresa con salarios justos. Sólo se debe autorizar a las empresas que tengan ese sello a contratar con el sector público y otras ventajas fiscales.
3- Tenemos que cambiar el corazón de toda una sociedad. La acumulación de riqueza por unos pocos dejará de ser tolerable cuando la acumulación de riqueza no sea aquello para lo que la sociedad entera vive. La única diferencia entre unos y otros es que unos pocos consiguen enriquecerse y la inmensa mayoría lo sufre. Mientras la acumulación de riqueza sea el sueño de toda una sociedad estaremos a merced de las élites. Tenemos que vivir para acumular otras cosas, para ser ricos en vida, en experiencias, etc. Una sociedad que tiene otros valores por los que vivir, una sociedad que ha descubierto que lo mejor está en Dios, sabe reconocer el mal, porque lo ha rechazado y ha convertido la acumulación inmoral de riqueza en una actitud condenable. Eso es algo que ha ocurrido varias veces en la historia Europea, por ejemplo, durante la Reforma en los países que la abrazaron, pero también en los diversos despertares espirituales que Europa ha tenido a partir del siglo XVIII. Pidamos a Dios que despierte nuestro Espíritu muerto con un nuevo soplo de vida sobre esta Europa invernal.
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