No hace falta más que mirar un telediario u hojear un periódico para darnos cuenta de las injusticias, opresiones, pobreza u abusos que suceden en nuestro mundo, algunas de ellas en el otro extremo del planeta, pero otras muy, muy cerca de nosotros.
¿Es algo nuevo? No, simplemente es lo que ha ocurrido siempre, pero en algunos aspectos bajo un nuevo formato.
Ante esta situación no puedo evitar recordar las que quizás fueron las palabras más duras de Jesús, “echadlo en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 25:30) y unos versículos más adelante el Maestro dijo: “apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. (Mateo 25:41). ¿A quién dijo Jesús estas palabras? ¿A alguien que había cometido un acto terrible? Para sorpresa de muchos la respuesta es “no”, las palabras más duras de Jesús fueron para personas que no habían hecho absolutamente NADA.
Las primeras fueron para el siervo a quien su señor entregó un talento y no hizo nada con él; las segundas fueron para aquellos que “cuando tuvo hambre NO le dieron de comer; cuando tuvo sed NO le dieron de beber; cuandofue forastero NO le recogieron; cuando estuvo desnudo NO le vistieron; y cuando estuvo enfermo y en la cárcel NO le visitaron” (Mt 25:42). Y es que ya va siendo hora de que nos demos cuenta de que lo que Jesús nos pide es precisamente que hagamos
ALGO, que lo que hacemos a uno de estos sus hermanos más pequeños, a Él se lo hacemos (Mt 25:40).
¿Qué pues es este algo que Dios demanda de nosotros? “Que levantemos nuestra voz por los que no tienen voz; que defendamos a los indefensos; que levantemos nuestra voz y les hagamos justicia; que defendamos a los pobres y a los humildes” (Pr 31:8-9).
Analicemos pues 2 maneras prácticas de llevar LA PAZ DE CRISTO PARA LOS POBRES Y LOS OPRIMIDOS:
I.- LA ESCLAVITUD Y LA TRATA DE PERSONAS
Según cifras de la ONU en la actualidad hay aproximadamente 27 millones de personas que viven en régimen de esclavitud. Sólo en la India hay aproximadamente 15 millones de niños que viven en condiciones de servidumbre. Miles de niños son traficados a las plantaciones de cacao de Costa de Marfil para recoger el cacao que luego se convierte en el chocolate que nosotros comemos. Unas 2.4 millones de personas son traficadas cada año (esto equivale a 5 aviones jumbo llenos cada día), de las cuales, según UNICEF, la mitad son niños. La mayoría de ellas son explotadas sexualmente, pero otras también laboralmente e incluso algunas se les extirpan los órganos o se les amputan partes del cuerpo para ser usadas en mendicidad forzada.
Si alguien piensa que estas barbaridades sólo ocurren en el otro extremo del mundo hay que saber que España es uno de los principales países de tránsito y destino para la explotación sexual en Europa. Al menos 18.000 mujeres extranjeras son traficadas cada año para ser explotadas sexualmente en nuestro país y la cifra de unas 400.000 mujeres en prostitución (en un porcentaje muy alto de forma forzada) convierten a España en el burdel de Europa.
Pero no nos perdamos en las frías estadísticas, detrás de cada porcentaje, de cada cifra, hay una persona con nombres y apellidos, con cara y con sentimientos por la que el Señor nos pide que levantemos la voz.
Ya va siendo hora de que sigamos los pasos de hermanos nuestros comoWilliam Wilberforce que consiguió abolir el tráfico de esclavos en el imperio británico, como
Abraham Lincoln que abolió la esclavitud en Estados Unidos, como
Julio Vizcarrondo y
Antonio Carrasco (presidente y vicepresidente respectivamente de la Sociedad Abolicionista Española) queconsiguieron abolir la esclavitud en las colonias españolas de Puerto Rico y Cuba o como
Martin Luther King y
Desmond Tutu que combatieron las desigualdades raciales en EEUU y Sudáfrica respectivamente. Curiosamente un nexo unía a todos estos luchadores por la libertad, la proclamación de la igualdad de todos los hombres como criaturas hechas a imagen de Dios.
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¿Cuánto se predica esta realidad en nuestras iglesias?¿Cuánto se enfatiza desde el púlpito la pasión de Dios por la justicia y su compasión por los oprimidos? Demasiadas veces los cristianos nos hemos recluido en las iglesias y hemos ignorado el clamor de angustia de los oprimidos como en la Alemania Nazi. Demasiadas veces hemos sentido compasión sólo por los evangélicos. Es normal que tengamos más sensibilidad e identificación con la gente de nuestra fe, pero si de todas las niñas abusadas y asesinadas sólo nos conmociona el caso de Mariluz, si de todos los muertos en el accidente de Barajas sólo nos conmociona el fallecimiento de nuestro hermano evangélico, es que algo no hemos entendido. El Señor nos manda tener compasión por todos los hombres, sean o no creyentes y a luchar porque se les haga justicia.
La propia Escritura es un revulsivo para los creyentes. Usemos pues nuestras iglesias para recordar que “el Señor ya nos ha dicho, en qué consiste lo bueno y qué es lo que él espera de nosotros: que hagamos justicia, que seamos fieles y leales y que obedezcamos humildemente a nuestro Dios” (Miqueas 6:8).
Sigamos el ejemplo de Jesús quien veía a las personas como personas. Desgraciadamente muchas veces nosotros no vemos personas, vemos candidatos a conversión. ¿Nos preocupan las personas o solamente sus almas? Aprendamos a atender y a suplir las necesidades físicas, emocionales y espirituales tal y como hacía Aquel a quien decimos seguir. Entendamos que debemos ser imitadores de Aquel que vino “a proclamar libertad a los cautivos… a poner en libertad a los oprimidos” (Lc 4:18) acaben o no creyendo en Él.
Seamos capaces de salir de nuestras iglesias y combatamos y denunciemos las injusticias, impliquémonos en la solución; pidamos a nuestros políticos que elaboren leyes eficaces. Es fundamental que ataquemos la demanda, nadie vendería personas si no hubiera quien las comprara/consumiera, por tanto concienciemos a la sociedad que nos rodea de que las personas son dignas, porque cuanto más clara tengamos la dignidad de las personas, menos nos trataremos unos a otros como objetos de consumo y más entenderemos que las personas no se deberían poder comprar ni vender, ni humillar ni ridiculizar.
Dice uno de los lemas de la coalición STOP THE TRAFFIK que “cuando la gente actúa las cosas cambian”. No tenemos que ser expertos en el tema, pero sí podemos informarnos de los recursos existentes para poder intervenir de forma eficaz e influir en aquellos que tienen el poder de hacer que las cosas cambien.
La asociación Esclavitud XXI ha desarrollado una serie de
recursos de concienciación para iglesias y escuelas que están a disposición de aquellos que las soliciten. Si cada uno de nosotros es un altavoz en su lugar de influencia conseguiremos que una sociedad entera cambie su punto vista sobre la explotación de las personas al igual que en otras épocas se consiguió cambiar la mentalidad de las personas respecto a temas como la lucha de gladiadores o la esclavitud. En esta labor educativa estamos todos implicados: iglesias, escuelas, familias, televisión…
Decía John Stott que a los evangélicos se nos conoce por poner una ambulancia en ese cruce donde se producen tantos accidentes, pero que quizás sería hora de que pidiéramos que pusieran allí un semáforo.
Por tanto
pidamos entre otras cosas (o hagámoslo nosotros si somos profesionales de ese ámbito):
· A los
legisladores que ayuden a desarrollar leyes y políticas que combatan las mafias y protejan a las víctimas.
· A los p
eriodistas y
editores que utilicen sus medios para sensibilizar a la población genera y que no promocionen la trata en los anuncios de contactos.
· A los a
gentes de viajes que muestren signos de que apoyan las campañas contra el turismo sexual.
· A los profesionales en la industria de
Internet que rechacen el alojamiento de sitios que incluyan pornografía infantil y denuncien a los infractores.
· A las
revistas juveniles y las
series de televisión que ofrezcan una visión integral de la sexualidad, no limitándola al placer egoísta y al capricho, y reforzando su aspecto relacional y de compromiso.
· A las
marcas de chocolate que no usen cacao procedente de plantaciones donde hay niños esclavizados y pedir que den un trato digno a sus trabajadores.
Algunas cosas prácticas y sencillas que también podemos hacer son:
· Organizar
un acto de concienciación en nuestro lugar de influencia.
·
Apadrinar un niño. Dar educación, sobre todo a una niña, en países de origen de la trata es librarles casi con toda seguridad de las mafias de traficantes.
·
Formarnos. Diaconía ofrece el curso
Intervención en prostitución y tráfico de mujeres que imparteCarolina Sánchez.
· Consumir y promocionar los productos de
comercio justo que aseguran que han sido elaborados sin mano de obra esclava.
·
Atender a las víctimas.
Por supuesto que sin la ayuda del Señor poco podremos lograr, pero como reza el refrán “a Dios rogando y con el mazo dando”.
Para más información podéis escribir a
[email protected].
www.esclavitudxxi.org
II.- LA POBREZA
Hace ya 2.000 años que Jesús nos indicó “siempre tendréis a los pobres con vosotros y cuando queráis les podréis hacer bien” (Mt 14:7) la pregunta es ¿queremos hacerles ese bien? Son innumerables las ocasiones en las que en la Biblia se nos insta a ayudar a los pobres y podemos hacerlo si queremos.
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que pretenden reducir a la pobreza a la mitad para el 2015, han presentado a la Iglesia global y local una gran oportunidad para involucrarnos como cristianos en la lucha contra la pobreza. Y más concretamente podemos hacerlo a través del Desafío de Miqueas.
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