Su dedicación vocacional fue la teología, es decir la reflexión sobre Dios, a la que dedicó, abiertamente primero y en la clandestinidad después, los años de su breve vida.
La figura de Miguel Servet es inabarcable y un simple artículo apenas puede trazar unos rasgos. En esta ocasión nos fijaremos en aquellos aspectos más allegados a la Reforma y especialmente nos aproximaremos a su teología.
Uno de los grandes investigadores actuales sobre Miguel Servet es Francisco Javier González Echeverría. En su artículo “La naturalización francesa de Miguel de Villanueva (Miguel Servet)” documento donde investiga su procedencia, González Echevarría lo considera “nuestro genio” que aparece en sus obras unas veces nacido en Tudela y también como aragonés vinculado a Villanueva de la Sijena. “Además, -dice el autor- sus obras serán también firmadas de tres maneras distintas en cuanto a su autoría: unas como Miguel Servet (Miguel Serveto); otras como Miguel de Villanueva y, por último, otras son anónimas, pero, en estas últimas, conocemos contratos con los impresores lioneses que nos dan la clave sobre estas obras. Además de ello, es un hombre con cuatro condenas a muerte: la primera por la Universidad de París, posteriormente conmutada, las dos de Viena del Delfinado y la de Ginebra. Además, es el único personaje de la historia quemado por los católicos en efigie, por la Inquisición católica francesa y por los protestantes calvinistas de Ginebra. Se debería señalar que, en el juicio de París de 1538, conmutada la sentencia de muerte fue, entre otras, "la prohibición de atacar a los médicos de París por palabra o por escrito, so pena de multa arbitraria o cárcel", lo que indujo a Miguel a publicaciones anónimas. Solo esto serviría para estudiar mucho más a fondo a nuestro genio”.
Se conoce de Servet, que era descendiente de judeoconversos por el antecedente de su abuela, Beatriz Zaporta, judeoconversa en su rama materna. A sus quince años, al servicio de fray Juan de Quintana, ya ha estudiado no sólo el latín y el griego, como corresponde a la esmerada formación de su ambiente familiar, sino que conoce también el hebreo, algo ya no tan habitual, y bastante característico, de una nunca reconocida por el interesado, pero muy posible ascendencia judía. En principio, la formación de Servet fue el derecho, es decir la norma; al menos con esa intención fue enviado a Tolousse, por su padre, notario en Sijena. Sin embargo, su dedicación vocacional fue la teología, es decir la reflexión sobre Dios, a la que dedicó, abiertamente primero y en la clandestinidad después, los años de su breve vida. Servet para la mayoría de los investigadores resulta un personaje apasionante, enigmático, desconcertante, exuberante, excesivo e inabarcable. Un auténtico representante del renacimiento y del humanismo de su tiempo. Con gusto lo presentaríamos como figura emblemática de nuestro humanismo y renacimiento hispánico. Salió de España en 1528 a los 17 años para estudiar leyes en Tolousse y ya nunca más volvería a España. Todas estas cosas se han dicho de Servet, pero siempre habrá algún sendero que investigar en su pensamiento y reflexión teológica.
Servet más reconocido por los médicos por su descubrimiento de la circulación sanguínea, declarada en su obra de teología “Christianismi restitutio” será conocido también como investigador científico en una particularidad, en buena parte relacionada con su formación médica, con su célebre tratado sobre los jarabes “Syruporum universa ratio”, publicado el 1537 y del que llegaron a hacerse cinco ediciones en once años. En esta obra menciona más de cincuenta fármacos para la regulación intestinal y demuestra poseer un bagaje farmacológico fuera de lo común, que dio pie a que su autor, pudiera ser considerado por algunos, como el iniciador de la farmacología moderna.
Ha quedado casi olvidada su vocación como traductor de la Biblia de Sanctes Pagnini (1470-1541). El monje dominico Pagnini había tardado veinticinco años en traducirla de los originales hebreo y griego al latín. Pero era una Biblia algo desprestigiada por la heterodoxia habitual del monje Pagnini, discípulo de Savonarola, que había sido ahorcado y quemado en Florencia por herejía y críticas a la práctica de la iglesia. Paginini había sido profesor de Lenguas clásicas en la Escuela de lenguas orientales fundada por León X. La Biblia tenía, sin embargo, un atractivo especial, pues era la primera Biblia compuesta por capítulos y versículos. Publicada por primera vez en Lyon en 1527-1528 la volverían a editar en Colonia el año en que murió Pagnini, pero necesitaba una actualización debido a la excesiva literalidad que quitaba elegancia al texto. Casiodoro de Reina tendrá la traducción de Pagnino en alta estima, pues dice de ella, en su amonestación en la Biblia del Oso: '...Ansi que pretendiendo dar la pura palabra de Dios en quanto se puede hazer, menester fue que esta no fuesse nuestra comun regla, (aunque la consultamos como a qualquiera de los otros exemplares que tuvimos) antes, que conforme al prescripto de los antiguos concilios y doctores santos de la Iglesia, nos acercassemos de la fuente del Texto Hebreo quanto nos fuesse posible (pues que sin controversia ninguna de él es la primera autoridad) loqual hezimos siguiendo comunmente la translación de Santes Pagnino, que al voto de todos los doctos en la lengua Hebreica es tenida por la más pura que hasta aora ay.'
Del Servet traductor (i) no hay muchos estudios. La importancia de la edición de Servet no reside en el texto bíblico en sí mismo, sino en las aportaciones que, al parecer, introdujo a través de las notas marginales y los encabezamientos, como afirma en el Prólogo que antepuso a la edición- dicen estos autores Natalio Fernández y Emilia Fernández-. Una simple mirada de un lego como yo en las dos versiones, puede percibir que no solo corrige la ortografía latina “orti” por “horti” sino que es una revisión del sentido del texto más inteligible e ignoro si más apegado a los originales. El Prólogo de Servet, traducido por A. Alcalá, a partir del ejemplar de la Biblioteca pública de Nueva York, sabemos que:
Es de gran interés para conocer la aportación de Servet, este texto que no tradujo Alcalá por no estar en la edición de Nueva York:
“En lo cual, así como en la versión misma de nuestro Pagnino, nos hemos esforzado no poco después de todas sus anotaciones. Anotaciones, digo, que nos dejó aquél en gran número; no sólo anotaciones, sino también el ejemplar mismo corregido por su propia mano en numerosos pasajes. Por todo lo cual me atrevería a afirmar que ahora las frases están más completas y más próximas a la verdad hebrea. Sin embargo, juzgue de ello la Iglesia y los expertos en hebreo; porque otros no lo pueden juzgar. Cualquier ventaja, lector, que saques de ello, se lo agradezco primero a Dios Óptimo Máximo, después a Hugo, ciudadano de Porta Lugdunense, con cuyo trabajo y gastos sale esto a la luz. Vale.
El personaje de Servet también ha sido desenterrado estos últimos años por el profesor Ángel Alcalá (ii) al publicar la traducción y anotación de sus obras y hacer que estas sean estudiadas. Dice Alcalá de Servet que “sus opiniones heterodoxas y su libertad de espíritu, que Servet defendió siempre con la pluma y el diálogo, le convirtieron en un proscrito en toda Europa”. “Miguel Serveto, niño prodigio, genio y sabio como iba a ser, debió contar sus días de gestación, por lo que tuvo que ser concebido, matemáticamente, el día de los Santos Inocentes de las Navidades más tristes del Monasterio, cuyas soores acababan de ser excomulgadas” –dice Alcalá-. Muchos autores repiten las opiniones de Teodoro de Beza resaltando las figuras de dos protestantes y un católico del siglo XVI. Dice Beza: “El radicalismo místico de Valdés, el radicalismo intelectual, anti-institucional y anti-dogmatismo en Servet y el radicalismo autoritario y dogmático en Loyola; representan tres dimensiones del nativo radicalismo español”.
La figura universal se agranda cada día que se conoce más a Servet, quien, tras su muerte, se hace ilustrativa de aquel tiempo donde la Reforma magisterial protestante tenía tanto poder como para perseguir a la otra Reforma radical, en la que podía encuadrarse la inspirada doctrina del de Sijena. Llama la atención la alergia que un cierto puritanismo protestante y católico ha tenido con Servet. La obra de Thomas M’Crie y Adolfo de Castro sobre la Reforma protestante en España, ni lo citan. Pero sucede lo mismo con la Historia de la Reforma en España de Manuel Gutiérrez Marín y otras aproximaciones al protestantismo español hechas por autores protestantes españoles en las que Servet, el protestante español más original, más intuitivo y cristiano de lo que se cree, ni se le nombra.
Sí lo hace el profesor José C. Nieto, quien reconoce la importancia de Juan de Valdés, Ignacio de Loyola y Miguel Servet en la Reforma de Italia y España, y examina el apocaliptismo de Servet considerándolo netamente bíblico. Lo cierto es que la doctrina servetiana está poco estudiada, ya porque los índices expurgatorios habían casi exterminado la mayoría de los libros, porque no había suficientes estudiosos protestantes entusiasmados en estos libros, o porque acabadas las disputas doctrinales del XVI, se había caído en la indiferencia. Sin embargo, de Servet se habían escrito en alemán y en latín sendas biografías por el historiador luterano Mosheim y Henricus Ab. Allwoerden, “Historia Michaelis Serveti quam Praeside Io. Lavr. Moshemio Abbate Mariaevallensi et Confirmato Michaelsteinensi Sereniss. DVC Brunsvic. et Luneburg. A Consiliis Sanctior. Theol.
Parece claro que muchos autores han considerado que Servet se salía del grupo general de protestantes, tanto por su personalidad como por su doctrina de la que había sido víctima de Calvino. Sin embargo, dirá Menéndez y Pelayo “la obra capital de Tollin, Das Lehrsystem Michael Servets, ocupa no menos que tres volúmenes. Y ya sueltas, ya en revistas, había estampado antes las siguientes memorias y alguna más: Lutero y Servet, Melanchton y Servet, Infancia y juventud de Servet, Servet y la Biblia, Servet y la Dieta de Augsburgo, Servet y Bucero, Miguel Servet como geógrafo, Miguel Servet como médico, Panteísmo de Servet, y anuncia la de Servet, descubridor de la circulación de la sangre. No se puede pedir más: tenemos una verdadera biblioteca servetista.” (Menéndez y Pelayo, 2007, pag. 25)
Cuando en 1531 se publica de Trinitatis erroribus y en 1553 el Christianismi restitutio la novedad servetiana de la Trinidad dejaba de ser la explicación de esencia, naturaleza, sustancia, hipóstasis y persona, para ser tres modos distintos de la manifestación del Ser absoluto. Por tanto, no es el concepto del socianismo (Fausto Sozzini -1604) en el que presenta a Dios de manera unitarista, excluyendo la pluralidad de personas, ni de la teología racionalista que considera a las personas divinas como meras personificaciones de atributos divinos como poder, sabiduría, bondad. Servet parece fijarse exclusivamente en el Cristo histórico y como dirá Ángel Alcalá, es necesario “equilibrar el relativo antitrinitarismo de Servet. Relativo, pues admite que Dios -que, en el sentido filosófico de la palabra persona, es una sola, como el de judíos e islámicos- tiene dos manifestaciones primarias suyas, dos personas en el sentido clásico de funciones o manifestaciones activas. Nada sabríamos de Él, el eterno y trascendentemente escondido, nos dice, si no se nos hubiera manifestado por su palabra creadora (continuada en la evangelizadora de Jesús, su hijo en el tiempo, no en la eternidad) y si al cosmos así creado y a nuestra alma por Cristo redimida no nos comunicara su espíritu, principio de vitalidad y de santidad. Bien está recordar que muy otra es la doctrina que se dogmatiza desde el siglo IV, pero a Servet, que aun a las más arduas cuestiones aplica su radicalismo intelectual, no le arredran las interpretaciones tradicionales. Indagando por su cuenta, llega a la conclusión de que el sentido simple y profundo de los textos bíblicos fue traicionado cuando les sobrepusieron elucubraciones filosóficas y gnósticas del neoplatonismo helenístico. Para él, el cristianismo trinitario, con todas las secuelas que conlleva, es una corrupción, y de ella, en la cual especialmente Roma está sumida, debe contribuir él, nuevo arcángel Miguel, a sacarla para “restituir el cristianismo” y devolverlo a su autenticidad.” (Alcalá Galve, 2004, pag. 10) ((GEA), 2000)
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(i) Pagnino, Servet y Arias Montano Avatares de una traducción latina de la Biblia Hebrea. Natalio Fernández Marcos Emilia Fernández Tejero. Instituto de Filología - CSIC, Madrid
(ii) Ángel Alcalá (Andorra, 1928), profesor de Filosofía en la Universidad Pontificia de Salamanca y de Literatura Española en la City University de Nueva York
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