Hay muchas expectativas para la reunión del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), cuando sus 349 iglesias miembro se reúnan para su 10ª Asamblea General, del 31 de octubre al 9 de noviembre (2013) en Busan (Corea del Sur). En 2010, se reflexionó en Edimburgo (Escocia) sobre sus orígenes comunes hace más de 100 años. En aquel tiempo, se reunieron dirigentes de iglesias para una primera conferencia sobre misiones mundiales con el objeto de hablar de lo que se podría hacer por la unidad, ante las divisiones sectarias que hay en el cristianismo. Las disputas entre los cristianos aportaban cualquier cosa menos credibilidad al Evangelio en África y Asia. Así fue como comenzó el ecumenismo en tiempos modernos, que llevó finalmente a la fundación, en 1948, del Consejo Mundial de Iglesias (CMI)
Desde entonces, han pasado muchas cosas.
Cristianos de todas las familias denominacionales se han acercado unos a otros y han descubierto que las similitudes tienen más peso que las razones para seguir separados. Sin embargo, también surgieron tensiones y abismos. Esto se debe a que, desde los años 60 hasta los 80, el CMI se desvió de las bases comunes teológicas sobre la misión para seguir una posición liberal y una ideología política. Se decidió establecer una moratoria, para no enviar más misioneros blancos. Movimientos violentos de liberación en el sur de África fueron financiados con fondos de las iglesias. Lo popular era el diálogo interreligioso, en lugar de la proclamación misionera. Por lo tanto, los evangélicos conservadores y confesionales se distanciaron del CMI.
En 1974 llegó el momento oportuno:
Billy Graham, el evangelista norteamericano, invitó a 2.700 misioneros a Lausana (Suiza) para el Primer Congreso de Evangelización Mundial. En su discurso de apertura, Graham no escondió sus críticas al CMI. A partir de este momento, los evangélicos aparecieron por primera vez como un importante movimiento internacional en el cristianismo protestante, junto al Consejo Mundial de Ginebra.
Alrededor del cambio de siglo, el reconocimiento público del CMI y su influencia sobre el cristianismo disminuyó. Además, la Iglesia Católica ganó atención y prestigio por medio de varios representantes excepcionales del Papa.
Esto llevó a algunos dirigentes en Ginebra a la conclusión de que había que luchar por nuevas vías de acercamiento entre los llamados ecuménicos y los evangélicos.El ex secretario general del CMI, Konrad Raiser, sugirió la creación del “Foro Cristiano Global”. En esta plataforma, cristianos de todas las denominaciones, tanto si actualmente son miembros del CMI o no, tendrían que poder encontrarse como iguales. Konrad Raiser se había dado cuenta de que sobre todo en África, Asia y América Latina los movimientos evangélicos y pentecostales están creciendo con fuerza y que, desde hace mucho, el cristianismo mayoritario se ha movido de los clásicos países de “Occidente” y Norteamérica al hemisferio sur. Medidas enfocadas a generar confianza entre el CMI y la Alianza Evangélica Mundial, es decir, los evangélicos, han figurado desde entonces en la agenda. Por eso no es sorprendente que haya muchos que cuentan los días que faltan para la Asamblea en Busan.
Mientras tanto, el Comité Central del CMI ha publicado, como único trabajo preparativo para la reunión en Corea del Sur, un documento con el título significativo: “Juntos hacia la vida: misión y evangelización en paisajes cambiantes. Una nueva afirmación del CMI sobre misión y evangelización”. Se hablará sobre este documento en la Asamblea General.
Sin embargo, al estudiarlo con más detalle,
el trabajo es como una ducha fría para los aún delicados brotes del terreno en común de “ecuménicos” y evangélicos. Al menos se refiere a las preocupaciones centrales de la evangelización utilizando las palabras misión y evangelización. La orientación y el razonamiento del estudio no están expresados de forma tan provocadora como era habitual hace unas décadas, pero se vuelven a abrir las trincheras en cuanto a su contenido.
Lo primero que llama la atención al leer el trabajo es que basa la evangelización únicamente en el primer artículo de la fe, es decir, en la Creación. “El buen Dios de la vida y el Espíritu de vida nos invitan a una misión de dar vida”, que incluye a toda la humanidad, en realidad, la naturaleza y el cosmos en su totalidad.Es necesario vencer a las fuerzas destructivas en el mundo con una “espiritualidad transformadora”, para cambiar el cosmos entero y celebrar la vida. De manera constante, el enemigo maligno se define como: la “ideología de mercado”, es decir, el capitalismo internacional, que causa injusticia económica y lleva a un desastre ecológico. Esto es a lo que la misión tiene que enfrentarse, y tendría que trabajar en un espíritu de diálogo interreligioso junto con “gentes de otras religiones y culturas en el desarrollo de sociedades de amor, paz y justicia”.
Los evangélicos hoy también critican el capitalismo depredador que padecemos desde la crisis bancaria internacional de 2008 y denuncian la destrucción del medio ambiente y el desperdicio de los recursos naturales. Hay, de hecho, pecados que están profundamente arraigados en las estructuras sociales. Además, la idea de que el Creador es un Dios bueno que promueve y preserva la vida, es también una percepción bíblica. Pero ¿forma todo esto parte de la misión y la evangelización?
¡En absoluto!, puesto que todos sabemos que la confesión de fe cristiana consiste de tres artículos y el segundo coloca a Jesucristo y su obra de salvación en el centro. ¿Por qué? Porque la creación ya no es ese mundo paradisiaco e intacto, tal y como surgió de las manos de su Creador. La rebelión del pecador separa al hombre de Dios. El Dios de la vida, al que se menciona continuamente en el documento del CMI, ha traído la muerte sobre el pecador. Él permite la enfermedad, el dolor, la miseria, la pobreza y la adversidad. En realidad, el documento del CMI no ha analizado en ningún momento cuán grande es el peso del pecado.
Esta es la razón por la que a Jesucristo tampoco se le contempla como el Salvador del mundo.
En la teología de la evangelización presentada por el CMI no se necesita a ningún Salvador. Según ella, Jesús no tenía que morir en la cruz para obtener el perdón de los pecados. Por eso, tampoco hay ningún llamamiento a una fe que justifica. Lo que encontramos es el llamamiento a la conversión (arrepentimiento) y a andar tras la cruz siguiendo el ejemplo de Jesús. Es una imitación de Jesús, que enfatiza su alta calidad moral, pero no es en absoluto la justificación por la fe sola y por la gracia sola.
Si hubiera tomado el trabajo del CMI como guía, el monje Martín Lutero pudiera perfectamente haberse dado palmaditas en la espalda. Recluido en su monasterio agustino en Erfurt, vivía libre de la avaricia de la economía de mercado capitalista. De esa manera, la búsqueda de Lutero de un Dios misericordioso, temiendo el Juicio Final, es totalmente incomprensible.
Según el punto de vista del CMI, el mal se encuentra casi exclusivamente en estructuras opresivas y sistemas explotadores como el capitalismo, el racismo, los sistemas de castas y el colonialismo. Lo que llama la atención en esta lista es que falta el comunismo, como si nunca hubiera habido estalinismo o maoísmo, cuando hasta el día de hoy, cerca de Busan, o sea, en Corea del Norte, se ha matado o se ha metido en campos de concentración a miles de cristianos.
El trabajo preparado por el CMI sobre misiones no solo es deficiente, sino desastroso, porque la esencia de la evangelización, el mensaje de juicio y gracia, se ha difuminado.
Una pequeña nota del texto deja claro hasta qué punto el CMI abandona la comunión ecuménica y cierra la puerta incluso antes del comienzo de su Asamblea General. Dice la nota a pie de página nº 21: “Es importante mencionar que no todas las iglesias entienden la evangelización como se ha expresado más arriba. La Iglesia Católica Romana se refiere a la evangelización como“missio ad gentes” [misión a los pueblos] dirigida a aquellos que no conocen a Cristo.
En un sentido más amplio… “Nueva evangelización” indica la ayuda pastoral a aquellos que ya no practican la fe cristiana.”
Esto es lo que preocupa también tanto a evangélicos como ortodoxos e innumerables iglesias en todo el mundo.
Así que, ¿qué está haciendo el CMI aquí? Está abandonando el consenso del cristianismo al construir nuevos muros de separación en teología y práctica. Un consejo ecuménico que rompe en lugar de unir está camino de acabar consigo mismo.
(*) Traducción: Comisión de Teología de la Alianza Evangélica Española. El título está puesto por la Redacción de Protestante Digital.
Si quieres comentar o