María de Hungría al lado de Juana de Albret fueron dos reinas que sobresalieron por su inteligencia y han dejado muy alto al protestantismo español.
Intentaremos dejar definitivamente la historiografía de la Reforma en España, e introducirnos en los personajes de la Reforma que nos llevarán a lugares más refrescantes y más trascendentes que el saber hacer la señal de la cruz y creerse cristiano por el hecho de haber sido bautizado de niño.
Cuando el luteranismo comenzó a extenderse en los Países Bajos (1518) la regente Margarita había preferido el Elogio de la locura de Erasmo a las protestas de las órdenes religiosas, creándose un ambiente propicio para que penetrase el luteranismo bien por los libros de Lutero traducidos al holandés y por las reimpresiones de Wessel Gansfort, muerto en 1486 y que ya había predicado la justificación por la fe.
Cuando Carlos V llegó de España en 1520, las relaciones con los clérigos y la iglesia de Roma, en los Países Bajos, estaban paralizadas, y el progreso del luteranismo era abrumador hasta que llegó el legado Alejandro y fueron quemados los libros sospechosos y a Erasmo se le consideró peor que Lutero. Sin embargo, dirá Erasmo, que las quemas de Bruselas convirtieron a muchos al luteranismo.
Margarita, la regente mientras Carlos viajaba a España, murió en 1530 y para Carlos V era una persona de confianza. La regencia de los Países Bajos a la muerte de Margarita pasaría a manos de la hermana de Carlos V, María de Hungría, mujer preclara y apasionada de tal manera que cuando quería dominar un tema no paraba hasta conseguirlo. El obstáculo que aparecía en su curriculum era que su maestresala, el chambelán, el predicador, el capellán, la doncella de honor y quizás otros miembros de la casa real eran sospechosos en materia de religión (protestantes) y por tanto tenían que quedarse en casa si María era la regente de los Países Bajos. Algunas cosas permitidas en Alemania deberían ser suprimidas para no presentar más problemas al imperio español por motivo religioso.
María desde joven había sentido inclinación hacia el luteranismo. El mentor de su marido le había puesto en contacto con Alberto de Brandeburgo, gran maestre de la Orden Teutónica y este también había visitado a María en la Corte de Praga en la primavera de 1522, cuando Alberto, pocos meses después, abrazase el luteranismo. María le pidió libros de Lutero y comenzó a tener gusto por la teología. Alberto la visitaría dos veces que se sepa en Buda y fue recibido con atenciones y hasta con la presencia del cardenal Campeggi.
Hay constancia de que María, al oír hablar del acuerdo del papa con Francisco I para unirse contra ella, había comentado que, si esto se llevase a cabo, ella se haría luterana. Comenta Tyller (Tyller, 1959, pág. 101) que por 1525, María comenzaría a estar a favor de Erasmo al entrar a su servicio Johanes Henckel, apasionado erasmista. Este erasmismo tardío resulta sorprendente ya que, por estas fechas en España, la más erasmista de Europa, se publica el edicto contra erasmistas y luteranos. Además, es consciente Tyler que María conservó sus criados protestantes hasta que Carlos se lo ordenó. Pero ya en 1527 Lutero le había dedicado un libro y según parece, ella leía a Lutero en ediciones de Amberes. Según la misma María, ella no había pedido la dedicatoria a Lutero ni pudo tampoco impedirla.
Francisco de Enzinas (Enzinas, 1992, pág. 86) nos dice que el protestante Maestro Alexandre, que había sido carmelita del convento de Arras, era el predicador de la Reina María de Hungría. Juan Pérez de Pineda le dedicará la traducción de los Salmos: “A la Ilustrísima y Serenísima Señora Doña María de Austria, por la gracia de Dios reina de Hungría y de Bohemia, etc”.
Para Tyller durante la regencia de María y la política de Carlos V, el pueblo siguió católico. Sin embargo, la entrada de los jesuitas, produciría inestabilidad y la fuerza del calvinismo haría que los Países Bajos se dividiesen en materia de religión, abrazando el Norte el protestantismo y el Sur siguiendo católico. Pero de lo que podemos estar seguros es que María siguió siendo luterana, aunque por razones de Estado hiciese concesiones. María de Hungría al lado de Juana de Albret fueron dos reinas que sobresalieron por su inteligencia y han dejado muy alto al protestantismo español, en su servicio en la obra de Cristo, aunque todo esto se haya silenciado en beneficio de la exagerada unidad religiosa española.
Pero este entusiasmo reformador que acallaba los espíritus más sedientos y los impulsaba al testimonio personal y a la práctica religiosa, pronto se desvaneció. Dice Adolfo de Castro, quien tiene una visión tiránica y opresora de Felipe II: “No hay disculpa para los daños que sobrevinieron a España por la política suspicaz y desacertada de Felipe II, pues al querer este evitarlos trajo sobre su patria desastres parecidos a los que experimentan las naciones en las guerras civiles. Si el deseo de este monarca era mantener en sus estados la unidad religiosa, pudo servirse de medios más humanos. Y si creyó útil la tiranía de las conciencias y la esclavitud del pensamiento, ejemplos mejores tuvo para destruir a los que seguían en España la Reforma y para manifestarse al mundo con menos aparatos de crueldad y con la misma firmeza de ánimo”. Sigue diciendo Castro con encendida prosa: “El perpetuo destierro de los que consideraba delincuentes en materias de fe, o las penitencias no tan rigurosas que impuso el Santo Oficio de la Inquisición a aquellos eclesiásticos y seglares que se llamaban “alumbrados”, hubieran sido remedios de igual eficacia para conseguir los mismos fines. Bien sé que al llegar aquí exclamarán muchos que Felipe II al destruir a los herejes se sirvió de las leyes establecidas y de un tribunal constituido al efecto en otros reinados. Pero cuando las leyes son inicuas y más inicuos aun los jueces, los castigos merecen también el nombre de iniquidades”.
ISABEL DE AUSTRIA, LUTERANA
No hemos de olvidar a la reina de Dinamarca, Isabel de Austria, gran luchadora en la defensa del luteranismo. (Bruselas, 1501 – Swynaerde, 1526) Reina consorte de Dinamarca y Suecia (1515 – 1522). Tercera hija de Felipe el Hermoso y Juana la Loca, durante sus primeros años de vida apenas pudo conocer a sus progenitores, ya que cuando contaba un año, sus padres viajaron a Castilla para ser proclamados príncipes de Asturias. Aunque éstos regresaron a Flandes en el año 1504, tras la muerte de su abuela materna, Isabel la Católica, Juana y Felipe partieron nuevamente hacia Castilla el 7 de enero de 1506. No volvió a verles nunca más, ya que su padre murió poco tiempo después y su madre, tras sufrir una fuerte depresión, fue recluida en Tordesillas hasta su muerte en 1555. Así, Isabel se educó en Malinas junto a su hermano, el futuro emperador Carlos V, y a sus hermanas, Leonor y María, todos ellos bajo la atenta supervisión de su tía, Margarita de Saboya, la cual había sido nombrada tutora de los jóvenes príncipes y gobernadora de los Países Bajos.
Se conocen muy pocos datos acerca de su educación, aunque esta debió ser esmerada. La joven princesa dominó a la perfección tanto el alemán como el francés, que era el idioma oficial de la Corte. En 1519 se convierte en la reina de Suecia, con la coronación de Cristián II en Estocolmo. Sin embargo, la dicha no sería duradera: en 1523 los suecos se rebelan contra la autoridad del rey danés, y Gustavo Vasa, líder de la rebelión, se proclama rey. En Dinamarca, el duque Federico, tío del rey, se subleva contra Cristián II; Isabel y su esposo solicitan frenéticamente a sus parientes regios que convenzan al duque de no rebelarse, pero es inútil. En marzo, es proclamado rey Federico I en la ciudad de Viborg. Cristián II considera su causa perdida y decide capitular. El día 13 de abril, a bordo del navío “El León”, el rey y su familia abandonan Dinamarca rumbo a los Países Bajos, donde serían recibidos por Margarita de Austria. Isabel no volvería nunca más a Dinamarca. Antes de abandonar Dinamarca, el rey Federico I le ofreció a Isabel el permanecer en el país junto a sus hijos, a lo que ella, según la tradición, habría respondido: “Ubi Rex meus, ibi regnum meum” (“Donde está mi rey, allí está mi reino”). Con esta frase simple y concreta, Isabel demostró la profunda fidelidad y lealtad a su marido, en los difíciles años del exilio.
En marzo de 1524, el rey Federico I logra ocupar Copenhague y es coronado rey, consiguiendo dominar todo el país. La batalla estaba perdida. En los años siguientes, Isabel y Cristián busaron, sin éxito, el apoyo de sus regios parientes para recuperar su reino perdido; pero las relaciones de ambos con los luteranos hicieron que les fueran aún más difíciles las cosas con las monarquías europeas. De Isabel como reina de Suecia es mencionada pocas veces, apareciendo en las Narraciones selectas de la Historia de Suecia del pastor e historiador Andres Fryxell en 1873 quien menciona solo de pasada a Isabel “gran y muy especial belleza, de sentimientos mansos y nobles” y que mitigó en parte la maldad del Rey. No será hasta mediados del siglo XIX cuando aparece en obras de carácter piadoso y divulgativo. El 1835 el historiador de la iglesia luterana Jöran Thomaeus la llama “la genial Isabel” y dice que “tuvo que sufrir mucho por su fe evangélica”, considerándola la primera reina luterana de la historia. En 1864, en “Apuntes sobre mujeres suecas “y contiene un hermoso y positivo retrato de la reina, en el que llama la atención la referencia a la castellanidad de Isabel, a pesar de su nacimiento y residencia en Bruselas: ¡Pobre Isabel! ¡Hermosa flor de uno de los países más soleados del Sur! ¿Por qué, oh, por qué te trajo la providencia a los países nórdicos, donde tú, con toda tu amabilidad, tus altas virtudes, tu tierno corazón y tu encantadora belleza te viste condenada a llevar una vida desgraciada, siendo incomprendida, sin recompensa alguna, atormentada de muchas maneras… y sin embargo siempre paciente, perseverante, mortificada y mansa como un ángel? ¿Por qué esta larga y positiva mención? - dice Benito Peix Geldart en su trabajo “Isabel “La luterana”-.
“Breves semblanzas de la reina aparecieron también por la misma época en una revista sueca de “vidas luteranas ejemplares”, si bien en ellas Isabel es siempre mencionada como reina de Dinamarca, no de Suecia”. Añade Benito Peix: “El drama de la virtuosa reina adolescente, esposa de un tirano, fue, pues, popular en el teatro sueco de la época. La actriz Mimmi Åbjörnsson será la encargada de representar el papel de Isabel en la obra teatral “Konung Christian II”. También a finales del siglo XIX aparece la enciclopedia Nordisk Familjebok, que será la tradicional en los hogares burgueses suecos durante muchos decenios. Insiste en tres aspectos: En primer lugar, se la cita siempre como reina danesa. No se la menciona nunca como reina de Suecia. En segundo lugar, se resaltan sus virtudes y en especial su fidelidad a su esposo, a costa de cualquier sacrificio. En tercer lugar, se insiste en el hecho de su conversión a la fe luterana. En la segunda edición de esa obra, un poco más larga que la original, se lee: Elisabet (Isabella): reina danesa [en cursiva, en el original], hermana del emperador Carlos V, nacida en Bruselas en 1501, casada en 1514 con el rey danés Cristián II, pero llegó a Dinamarca en 1515 y fue coronada allí. Fue madre de seis hijos de los que tres murieron en edad infantil. Fue muy fiel a su esposo, soportó su continuada relación con Dyveke y le acompañó al exilio en 1523. En 1524 se convirtió a la fe luterana. Falleció el 19 de enero de 1526 en una casa rural (sic) cercana a Gante. En 1883, sus restos mortales y los de su hijo Hans fueron trasladados de Gante a Odense, donde recibieron sepultura en la iglesia de S. Canuto junto a los de Cristián II.
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