Mi disco del año es ‘Pure Comedy’ de Father John Misty, que ha hecho un album crítico sobre la fe, Dios y la desesperanza.
La mayor parte de la gente que rechaza la religión, no es porque sabe poco de ella, sino porque la conoce demasiado. Siempre me han interesado las personas que teniendo una educación cristiana, como yo, se han alejado del ámbito de la fe. Reconozco que lo que dicen me produce a veces más curiosidad de lo que hablan los creyentes, entre los que abundan también los estereotipos y las frases vacías. Todo ello me produce un cierto cansancio…
Mi disco del año es el de un músico criado en una estricta familia evangélica de Rockville (Maryland), Josh Tillman, ahora conocido como Father John Misty. El anterior batería del grupo Fleet Foxes ha logrado ahora el éxito a los 35 años con este cuarto álbum llamado “Pure Comedy”, considerado por la crítica como uno de los mejores del 2017. El chico que no pudo escuchar “música secular” hasta los 17 años, ha hecho un disco crítico sobre la fe, Dios y la desesperanza.
Estuvo en España, donde volvió a dar constancia de cómo su directo es mucho más intenso que la serenidad que caracterizaba la banda con la que hasta ahora ha estado. Sus conciertos son todo un espectáculo, llenos de pasión y manierismos de uno de los músicos más ambiciosos del momento actual. Cuando oyes sus maravillosas baladas de piano parece que estás oyendo la voz de Elton John o Nilsson. Hacía tiempo que no se oía a alguien que cantara tan bien e hiciera tan buenas melodías.
El tema de la religión es insistente en su música. A algunos les resulta ya hasta cansino, por lo que decía Heinrich Böll: “me aburren los ateos, porque siempre hablan de Dios”. Su tono sarcástico hace que algunos confundan la sátira con el carácter verdaderamente confesional de su obra. La ironía y la ira se mezclan en sus textos…
Cuando describe la religión en “Pura comedia” como “algo que sólo un loco puede concebir para anestesiar el dolor”, o declara que “no hay dioses que nos gobiernen” en “Entretenimiento total para siempre” parece repetir los tópicos del ateísmo de todos los tiempos. Sin embargo, creo que expresan la verdad que sintió Lennon cuando habló de “Dios” como “la medida de nuestro dolor”.
Me emocionan por esos las palabras finales de Pure Comedy: “siento decirlo, pero el uno al otro es lo único que tenemos”. Creo que expresan una realidad para la que no sirven argumentos intelectuales. Es el gran error de una apologética que piensa que el ateísmo es sólo una cuestión de cabeza. Somos mucho más complejos que todo eso. A mí por eso me interesa más la música de Father John Misty que muchos cánticos de alabanza, que nada tienen que ver con la humanidad del libro de los Salmos, que expresa tantas emociones distintas.
Me alegro que me hayan educado de forma diferente a Tillman, sin miedo a la “música secular”. En primer lugar, porque no existe esa división entre sacro y secular. La música no es “cristiana”, porque nada más que las personas pueden llevar la cruz de Cristo y seguirle, no las palabras o las notas musicales. Y espero que un día Tillman vuelva de nuevo a los pies de esa Cruz y continúe el Camino con Él...
HOTEL CALIFORNIA
Este año se ha celebrado el 40 aniversario del “Hotel California” de los Eagles, uno de los discos más populares de los años 70, que hizo esta banda de la Costa Oeste norteamericana en el momento de mayor éxito de su carrera. La edición especial que han hecho, incluye el álbum original, grabaciones inéditas de su concierto en el Forum de Los Ángeles en 1976, así como dos libros con fotos poco conocidas de la grabación y la grabación, además de tres pósters.
A finales de los 70 se juntan en cañones de Los Ángeles como Laurel –donde vive ahora Tillman– toda una comunidad creativa de cantautores y vaqueros cocaínomanos – según la conocida frase del crítico inglés Barney Hoskins, autor un interesante libro sobre esta época, Hotel California –, que va a revolucionar el mundo del rock. Locales como el Troubadour del bulevar de Santa Mónica, les pareció a grupos como los Eagles, “un lugar santo / protegido por sublime gracia”, como dice su canción The Sad Café.
Glenn Frey y Don Henley formaron esta banda para vender millones de discos. Los dos vivían en un cuchitril en las colinas cerca del Hollywood Bowl. Entre las canciones que marcaron su debut con Asylum en 1972 estaba un tema de Jackson Browne llamado Take It Easy, que parece capturar el sueño de libertad que llenó el sur de California a finales de los años 70. Cuando su productor, Geffen, vende la compañía a la Warner, Asylum se une al sello Atlantic. Frey y Henley vivían en el Cañón Laurel, rodeados de todo lo que la vida puede ofrecer.
Su disco Hotel California describe con dureza el vacío de todo lo que puede conseguir la fama y el dinero en este mundo. La vida en el carril rápido (Life On The Fast Lane) lleva al último recurso (The Last Resort), “que juega la gente guapa, hambrienta de poder”. El optimismo de los 60 acaba con el final de la fiesta. “La primera mitad de los 70 había sido una gran huída”, dice Henley. “Veníamos al final de los 60 pensando que iba a cambiar el mundo”. Fue entonces “un choque para la gente ver que realmente no había cambiado nada”.
Uno de los miembros fundadores del grupo, el bajista Bernie Leadon, es ahora cristiano. Cuando el escritor evangélico inglés Steve Turner le pregunta cómo recuerda aquellas canciones, Leadon dice: “Todavía pienso que perciben mucho de la condición humana, pero al final no ofrecen respuesta”. Para el músico, “tenían muchas cosas buenas, pero al final queremos lo que no tenemos, y así no podemos conseguir satisfacción”, pero “estábamos atascados, no podíamos salir”. Éramos “víctimas del deseo”.
Vanidad de vanidades, dice el Eclesiastés. La vida es tan corta (1:4) y uno no consigue satisfacción, como decían los Stones. Sólo nos queda el deseo y la insatisfacción, fuera del Edén. “La necesidad es la religión de los que no tienen religión”, decía el sociólogo evangélico Tony Walter en su libro All You Love Is Need, “la moralidad de los que se enorgullecen de haber progresado más allá de la moral”. El problema es ¿quién calmará esa necesidad? El Predicador concluye: Acuérdate de tu Creador (12:1). Olvidarle es muerte. Recordarle es vida en abundancia.
LA REBELDÍA DE LA REFORMA
“Nada hay nuevo bajo el sol”. Alguien que tampoco tuvo buena experiencia con la religión fue Lutero, cuyo aniversario de la Reforma ha sido objeto de muchas conmemoraciones el 2017. He vuelto a escuchar este año con frecuencia, su himno “Castillo fuerte es nuestro Dios” en una versión actual. Quien quiera escuchar cómo sonaban estas composiciones originalmente, tiene que oír la grabación que ha hecho ahora uno de los más reconocidos conjuntos de música antigua, Vox Luminis, en su disco “Lutero y la música de la Reforma”, publicado por Ricercar.
Fundado en Namur hace poco más de una década, esta agrupación especializada en la música de los siglos XVI y XVII ha hecho un doble CD centrado en el repertorio litúrgico luterano. La grabación no sólo incluye las obras del reformador, sino también de Heinrich Schütz, Michael Praetorius y Joachim von Burck. En el primer disco está la Misa, el Magnificat y las Pasión de este último, que fue la primera polifónica que se hizo en la Reforma.
El segundo disco presenta una colección de motetes según el orden del calendario, hasta la ahora tan crítica Navidad luterana. Hay piezas de Hammerschmidt, Bernhardt, Shütz, Selle, Franck, Othmayr, Altenburg, Scheidt, Schein y Walter. Completa la grabación con unas pocas piezas para órgano de compositores del siglo XVII, a cargo de Bart Jacobs. El grupo dirigido por Lionel Meunier estuvo este año en la Semana de Música Antigua de Estella y actúa a principios de años en el Auditorio Nacional de Madrid.
LA FE EN CONFLICTO DE DYLAN
De todos los cambios que Dylan ha vivido a lo largo de los años, pocos han sido tan impopulares como la llamada “época cristiana” del genio de Minnesota. Muchos han intentado entender por qué este cantautor judío anunció que se había convertido a Jesús en 1978. Una panorámica de grabaciones inéditas, “Trouble No More”, recoge la música que hizo el Nobel de Literatura desde el 79 al 81, el tiempo que estuvo en la Comunidad de la Viña, donde Dylan fue bautizado y estudió en una escuela bíblica.
Tras una gira agotadora por todo el mundo, Dylan había tenido una frenética actividad, por la que intentaba huir del fracaso de su matrimonio con Sara. Se sentía tan infeliz entonces, que había llegado a considerar seriamente la posibilidad del suicidio. Algunos de los amigos y músicos de su banda se habían hecho cristianos, tras los excesos de los años 60 y principios de los 70, cuando muchos habían visto sus vidas arruinadas por los abusos del alcohol y las drogas.
Algunos dicen que Dylan tuvo una visión de Jesús como Rey de reyes, en un hotel de Tucson (Arizona). Lo cierto es que si hubo una persona clave en su conversión fue una mujer afroamericana llamada Mary Alice Artes, que había llegado a formar parte de una pequeña iglesia evangélica en el valle de San Fernando de Los Ángeles, fundada el año 74 por un pastor y cantante de origen luterano llamado Ken Gulliksen. Al ser una iglesia pequeña, carecía de local propio, por lo que se reunían en lugares alquilados o en la misma playa.
A principios del 79 Artes puso en contacto a Dylan con dos pastores de esta comunidad, llegando a entrar en una escuela de discipulado, donde estudiaron la Biblia cada mañana durante más de tres meses. Los dos fueron bautizados aquel mismo año. Es evidente que estaba buscando algo que diera sentido a su vida. Estaba angustiado e inquieto. Abusaba del alcohol, y se sentía culpable y desorientado.
Su nueva fe le empezó a inspirar canciones tan diferentes, que pensó en cedérselas a una de sus cantantes afro-americanas, pero finalmente decide grabar Slow Train Coming en 1979, un disco que habla directamente de su nueva relación con Jesucristo. Sus primeros conciertos en San Francisco muestran a un Dylan diferente, que se niega a cantar sus antiguas canciones, repitiendo las palabras de Pablo a los Corintios: “Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.
Bob oraba antes de los conciertos con las cantantes afro-americanas que le acompañaban y sus músicos, a los que se veía a menudo cogidos de la mano en círculo. Vestido con su cazadora de cuero negra, parecía un cantante de rock, pero hablaba como un predicador. Sus sermones provocaban la respuesta a gritos de un público que no sabía cómo reaccionar ante todo aquello.
La mayoría de los críticos le ridiculizaron entonces terriblemente. “Divinamente horroroso”, titulaba su crónica uno de los comentaristas. Otro decía: “Dylan ha escrito algunas de las más banales canciones de toda su carrera, carentes de toda inspiración e imaginación”. Y el principal diario de San Francisco profetizaba de hecho que “años después, cuando los historiadores sociales miren atrás hacía estos años, la conversión de Dylan será una concisa metáfora del inmenso vacío de esta época”.
Hoy en día nadie duda de la sinceridad de su experiencia. En ¿Qué puedo hacer yo?, Dylan cantaba a Dios: “Tú me has dado vida para vivir”. Y su oración era sincera. Podía decir: “He escapado de la muerte tantas veces, que sé que sólo vivo / por la gracia salvadora que está sobre mí”. Dylan estaba verdaderamente agradecido. Creía de verdad lo que cantaba, y al final sufría por hacer pública su fe. Ese es el cuadro que hace también el pintor Francesco Clemente en otro libro sobre aquellos días, en que parecía tan empecinado e inamovible en sus creencias. Pero enseguida descubrió otra realidad dentro de él: “Son los caminos de la carne, / la guerra contra el espíritu, / 24 horas al día, / puedes sentirlo, puedes oírlo” (Solid Rock).
¿Qué ha quedado de su fe? Es difícil saber algo con seguridad acerca de esta leyenda viva. Sus entrevistas suelen basarse en lacónicas declaraciones, apenas tiene vida social, y rara vez dice algo en medio de las canciones de sus conciertos. Una de las últimas biografías, dice claramente que Dylan no ha renunciado nunca a su fe en Jesús. Aunque las letras de algunas de sus canciones muestran una lucha espiritual.
Es por eso que algunos seguimos rogando a Dios por Bob, para que encuentre la paz que todavía no ha encontrado. Porque como él bien sabe, ya que es una de sus canciones preferidas: “Tienes que servir a alguien, / puede ser al diablo, / o puede ser al Señor, / pero tienes que servir a alguien” (Gotta serve somebody).
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