El luteranismo pasó de Alemania a Francia, Italia y España traído por los soldados luteranos de Carlos V.
Uno de los principales componentes de la introducción de la Reforma en España fueron los conversos judíos y moros, marranos y moriscos o cristianos nuevos. Sin embargo, otros fueron también los lugares por donde penetró tempranamente el luteranismo y el calvinismo, como fueron los Tercios españoles con muchos soldados judeoconversos.
La infiltración judía en el clero, con monasterios como los jerónimos llenos de conversos fue otro de los lugares de penetración del protestantismo, que consideraremos en otro apartado más abajo. No nos olvidaremos de la repercusión de los extranjeros europeos en la España del siglo XVI que activarían algunos sectores artesanales, introducirían la Reforma y aliviarían las arcas de la Hacienda pública que estaba en bancarrota (1575 y 1597) y que trataremos en otro apartado.
Dice Julio Caro Baroja que el capitán de los ejércitos del emperador Carlos V, Gonzalo Fernández Oviedo, a principios de del siglo XVI, había visto que en las compañías de soldados alemanes que pululaban por Italia existía una proporción regular de soldados judíos y por ellos se extendían las herejías luteranas. Menéndez y Pelayo tratando del luterano Francisco de San Román dice que “algunos arqueros de la guardia del emperador, contagiados de las nuevas doctrinas, recogieron los huesos y cenizas del muerto, a quien tenían por santo y mártir.”
Evaristo de San Miguel en su Historia de Felipe II, también dirá que el luteranismo no solo se concretó en Alemania, sino que pasó a Francia, Italia y España traído por los soldados luteranos de Carlos V “pues en las filas imperiales tenían cabida todas las sectas y naciones”. San Miguel culpabiliza a las tropas de Carlos V de las profanaciones en el saqueo de Roma. Dice: “Una gran parte de los excesos, sobre todo de las profanaciones que se cometían en Roma durante su ocupación por las tropas de aquel príncipe, se atribuye a los soldados luteranos”. Este autor también busca un chivo expiatorio de este saqueo en los “soldados luteranos” y defiende al emperador frente al Papa diciendo que “los mismos soldados de Carlos V y enseguida de Felipe II eran los introductores de la peste (luterana) en cuya extirpación mostraban con tanto afán ambos príncipes”.
Hablando del saqueo de Roma, Menéndez Pelayo no acusará a los soldados luteranos como lo hace San Miguel, sino que lo considerará el justo castigo de Dios ante los vicios y torpezas de la corte de Roma. Sin embargo, cita al secretario de Carlos V, Francisco de Salazar, diciendo: “Y este secretario, que debía de parecerse algo a (Alfonso) Valdés y estar un tanto contagiado de doctrinas reformistas, añade: “Es gran dolor de ver esta cabeza de la Iglesia universal tan abatida y destruida, aunque en la verdad, con su mal consejo se lo han buscado y traído con sus manos. Y si de ello se ha de conseguir algún buen efecto, como se debe esperar, en la reformación de la Iglesia, todo se tendría por bueno; lo cual principalmente está en manos del emperador y de los prelados de esos Reinos. Y ansí plega a Dios que para ello les alumbre los entendimientos...” Para Menéndez Pelayo, Salazar está a la altura de Valdés y contagiado de las mismas doctrinas. Bataillon relaciona a este secretario Salazar con Alfonso de Valdés en cuanto a que el Diálogo de Lactancio y un Arcediano, cuya paternidad Usoz lo adjudica a Juan de Valdés, está basado en los hechos relatados por Salazar.
Ana Vían Herrero comienza su comentario al Diálogo de Lactancio haciéndonos ver la Roma de finales del siglo XV promocionada para un turismo de peregrinos que podían visitar las ermitas donde se podían ganar indulgencias, pudiendo visitar otros edificios significativos para los cristianos. En el devoto recorrido los peregrinos podían visitar los lugares de reliquias más impactantes con el objetivo de que el viajero fuese impresionado por Roma. Pero además Roma era una gigantesca maquinaria financiera y burocrática, “paraíso de la trapacería internacional”, ciudad culta y libre en sus costumbres y en su forma de expresarse. “La religión y la política daban el prestigio internacional a Roma. Por eso, en las polémicas del siglo XVI, se denunciaron con más vehemencia la superstición de las reliquias o la ilegitimidad del poder temporal de los papas.” Con esta ciudad acabaron por un tiempo los soldados de Carlos V. En La Lozana andaluza de Francisco Delicado se describe así este saqueo: “…sucedió en Roma que entraron y nos castigaron y atormentaron y saquearon catorce mil teutónicos barbaros, siete mil españoles sin armas, sin zapatos, con hambre y sed; italianos mil quinientos, napolitanos dos mil, todos estos infantes, hombres de armas seiscientos, estandartes de jinetes treinta y cinco, y más los gastadores que casi fueron todos, que si del todo no es destruida Roma es por el devoto femenino sexu y por las limosnas y el refugio que a los peregrinos se hacían agora”.
Los soldados españoles fueron los que más libertad religiosa y tolerancia disfrutaron en la España del XVI. Dice Werner Thomas que la Inquisición sabía del contagio de los ejércitos en Flandes por el continuo tráfico de soldados españoles que se trasladaba a aquellas tierras norteñas afectadas por el protestantismo. A pesar de todo, no fueron los más molestados como lo fueron los extranjeros que vivían o viajaban por España que eran acusados de luteranos. Aparecen procesados, sin embargo, algunos soldados como Alonso del Bustillo, acusado de luterano en el auto de 13 de junio de 1568, Rafael Roca, quien había escuchado sermones luteranos, procesado en 1571, Gonzalo Hernández Bermejo, sastre y soldado en 1561, Julián de Tapia de Cuenca en 1556, Juan Ruiz obrero y soldado en 1567, Juan de León de Toledo en 1596, Francisco de Aguirre y muchos de los luteranos procesados en el Nuevo Mundo entrarían en esta categoría de soldados. Es preciso comentar la fecha de 1596 cuando este soldado, Juan de León, es procesado, después de cuarenta años de los autos de Valladolid y Sevilla. Sin embargo, es famosa la ferocidad de los soldados españoles, saqueando, pidiendo impuestos revolucionarios, cortando cabezas, degollando y quemando ciudades, que nada tiene que ver con la paz evangélica.
LOS MORISCOS Y LOS PROTESTANTES
Mercedes García-Arenal cita cerca de 6000 procesos de moriscos solamente en el tribunal inquisitorial de Cuenca. Muchos de los moriscos también hablan con intenciones protestantes no solo porque relacionan a Mahoma con Lutero como el cristiano nuevo de moro Cosme Abenamir, sino porque también están acostumbrados al Texto Revelado. Otro estudio es el de Louis Cardaillac en el que pone de manifiesto que la postura inquisitorial frente al mahometano y el luterano es diferente, por cuanto al protestantismo no se le suponía germinando desde dentro (postura que sostienen muchos autores, pero que nosotros consideramos prorrumpiendo sin apenas influencias exteriores en el alumbradismo español) sino que venía de fuera, mientras el morisco estaba dentro, en el mismo territorio. “El católico no se defiende ante el musulmán, sino que trata de borrar sus costumbres para imponer las propias”. Para L. Cardaillac “no se puede estudiar el problema morisco sin interrogarnos sobre las relaciones que hayan podido existir entre moriscos y protestantes; en particular este estudio debería permitirnos precisar si la polémica de los moriscos es verdaderamente anticristiana o únicamente anticatólica”.
Las investigaciones de Cardaillac iban encaminadas a demostrar una comunicación bilateral que pudo servir para la difusión de bastantes ideas y sobre todo formando un frente anticatólico. En los procesos inquisitoriales del siglo XVI ya aparecen claras estas identidades entre moriscos y luteranos, no solo porque era evidente la disidencia de ambos grupos y en este sentido daba lo mismo ser moro o luterano, sino porque en muchas cuestiones teológicas (sobre la virgen María, las imágenes, la Eucaristía) el mahometano estaba más inclinado al luteranismo. No hemos de olvidar que muchas de las iglesias de Aragón aparecían sin imágenes de la Virgen y sin la exposición del Santísimo. También la defensa de los protestantes era manifiesta. Guadalajara y Xavier, dice: “Con esta justa Expulsión bolvió nuestro invictisimo Rey por el honor de España: dando à entender con ella a los Protestantes, Calvinistas, Luteranos, y hereges de los Payses, quan falsamente imputan a los Españoles la decencia de destos Sarracenos: pues quedan purificados y limpios todos nuestros Reynos. Y à mas desto tapa y cierra las infernales, satyricas y desenfrenadas bocas de los pasquinistas y murmuradores (con aplauso del Vulgo) que sin tener para esto privilegio ni pagarles Republica, se arrojan temeraria y falsamente.”
La Historia eclesiástica de Alzog y de la Fuente une los episodios de los autos de fe de Valladolid y Sevilla con los de Aragón, aunque estos hechos sean posteriores. Evidentemente muchos pueblos de los Lanuza eran de moriscos. Dice: “Eran todos los presos de Valladolid, Sevilla y Toledo, “personas harto calificadas: los nombres de los cuales yo quise callarlos aquí por no mancillar con su ruin fama la buena de sus mayores. Eran tantos y tales, que se tuvo creído que, si dos o tres meses más se tardara en remediar este daño, se abrasara toda España, y viniéramos á la más áspera desventura, que jamás en ella se había visto”. De resultas de los movimientos que hubo en Zaragoza (1582), algunos de los partidarios de Antonio Pérez entraron por la montaña de Aragón con algunos centenares de hugonotes, y saquearon la iglesia de Biescas. Alzáronse los montañeses, armóse el Clero y vecindario de Huesca y Jaca al saber que los hereges penetraban en España, y lejos de hallar secuaces, el desalmado Martin Lanuza (primo del Justicia decapitado) solo halló por do quiera perseguidores.”
Por 1580 las relaciones de los moriscos aragoneses y valencianos con los protestantes Bearneses son estrechas y permanentes. Algunas delegaciones de moriscos son invitadas a participar en las reuniones de los hugonotes. Esto reforzaba la tesis de que los moriscos eran unos traidores y debían ser expulsados. Un caso típico de estas relaciones pudiera ser el del palaire Juan de Secas que procedente del Bearn predicaba por los pueblos moriscos zaragozanos de Letux y Lagata, teniendo que defenderlos de la villa de Azuaga que la formaban cristianos viejos. Este hugonote esperaba que la penetración del protestantismo entrase en estos pueblos en alguna invasión que tuviese el propósito de extender el Evangelio en estos pueblos de Aragón. Pocos años después, en 1578 el capitán hugonote Francisco Nalias, procedente del Bearn, había negociado con varios capitanes hugonotes para que le dejasen negociar con los moriscos de Aragón para que estos se sublevasen. En Zaragoza el capitán Nalias hablaría con Lope de Arcos quien aprobó la propuesta. Acordaron que los moriscos reunirían diez o doce mil ducados para pagar a los soldados hugonotes a la vez que enviarían cartas al Gran Turco para que invadiera el país en el momento de cruzar los Pirineos los hugonotes. Cuando todo estaba listo para la invasión, Nalias envió a Serra, un clérigo de misa en traje de lego, para que diese a los capitanes que esperaban en el Bearn la contraseña convenida: “los sombreros no se han podido hazer”. (W. Thomas. La represión… pág.106)
Juan del Escudero sostuvo, tres años después en Blesa (Teruel), que “no se perdería nada que fuésemos todos de una ley de los luteranos o de los moros” y esperaba desde hacía dos años una invasión simultánea de moros y de luteranos contra los cristianos. En 1586 el pastor bearnés Guillén de Casanova, enseñaba su luteranismo (¿calvinismo?) en Almonacid de la Sierra y muchos franceses del Bearn ayudarían a pasar la frontera siendo guías de los moriscos.
En 1608 otro pastor del Bearn, Gracián de Barcus, expresaría su asombro ante sus compañeros de ministerio y “estaba espantado cómo los inquisidores hacen lo que hacen a los nuevos convertidos de apremiarlos a lo que los apremian sin dejarlos vivir en su ley porque la ley vieja es la que vale y no la que corre ahora”. Esta crítica a favor de los conversos y antipatías hacia los inquisidores y otras hacia la bula de la Cruzada, hizo que fuesen calificadas, estas proposiciones, de heréticas y luteranas. Además, la bula de la Cruzada, constituyó un inicio importante de complicidad entre luteranos, moros y musulmanes en la Península Ibérica. El principio doctrinal luterano hacía innecesarias las bulas porque no conducían al ser humano al cielo, ni quitaban las penas del Purgatorio pues el papa no tenía poder para quitar la paga del pecado. La resistencia ante las bulas también vendría en 1574 por parte de un visir turco que envió una carta circular a los moriscos españoles para que concluyesen una alianza con los protestantes. (Hess “The mosriscos” pág. 17-19)
Esta simpatía y complicidad entre luteranos y moriscos preocupó más a los inquisidores ante la penetración de la “herejía luterana” que venía de fuera. El morisco estaba controlado y era español, en tanto que los inquisidores creían que la herejía venía de fuera, aunque los alumbrados españoles demostrasen ser anteriores a Lutero. En el caso del carpintero Juan Soutrach, que había exclamado un día de tormenta que “Mahoma era el que atronaba”, no le preguntaron si tenía simpatías hacia el Islán sino si había luteranos en su tierra. Estas confusiones y complicidades cruzadas se vieron en muchos procesos en los que la esposa vio que el esposo “no comía tocino, por lo cual lo tenía por luterano”. Algunos frailes mercedarios de Madrid, en 1616, habían preguntado al ensamblador Martín de la “la Iglesia Nueva” si en Inglaterra y en los Países Bajos “todos eran moros y no creían en Dios”. A lo que tuvo que explicar que eran calvinistas y no moros.
Son conocidos algunos reformados españoles descendientes de moriscos como Juan González y sus hermanas que fueron quemados en el auto de fe de 24 de diciembre de 1559 en Sevilla e igualmente parece ser morisco el traductor de la Biblia del oso, Casiodoro de Reina. En el auto de fe de 26 de abril de 1562 aparecen Jerónimo González “de generación de moros” relaxo en persona por luterano; Ana de Illescas morisca, reconciliada por luterana y pocos más conocemos. Sin embargo, entendemos que entre los muchos moriscos que aparecen en todos los tribunales inquisitoriales puede haber muchos otros luteranos, que figuran entre los sambenitos simplemente como “herejes”.
El autor que más ha insistido en esta relación que pudo haber entre moriscos y protestantes en territorio hispánico, ya hemos indicado que es Cardaillac, en su “Morisques et protestants”. Este autor es al tema de los moriscos lo que Bataillon significa respecto al estudio de Erasmo, autoridad máxima de reconocido prestigio. Fundamentalmente la identificación de los dos grupos de disidentes aparece ya en el siglo XVI en los procesos inquisitoriales que hemos visto y por ejemplo en el caso de Cosme Abenamir en 1556 donde se relaciona la figura de Mahoma con la de Lutero, o la de Juan Pagés al que se le acusa de moro y luterano, porque mostraba síntomas y analogías propias de un moro, pero era luterano en la práctica. También aparece en Jayme Bleda en su tratado anti morisco, donde ya se dice en el capítulo 34, en su título: “De la conveniencia que ay entre las sectas de Mahoma y de Luthero, Calvino, y los demás hereges de nuestros tiempos, y la estrecha amistad que professan.” Dice: “Quitó Mahoma la veneración, y reverencia a todos los santos, mártires, vírgenes, confessores, y aun a los Apóstoles, y a Nuestra Señora la Virgen Sacratísima María. Lo mismo hizo Luthero, y todos los otro hereges nombrados, diziendo como impíos ignorantes, que reverenciarlos, o invocarlos, es idolatría, es hazerlos dioses: todas estas blasphemias escrivieron en la apología de la confession Augustana.” Ibidem. p. 108.
También compara España y Alemania y ve que la grave crisis religiosa está relacionada con los moriscos y los luteranos: “En Alemania de seis millones que ay de gente, los cinco son hereges: Flandes, Hungría, Polonia, Estiria, Carintia, o Austria estavan oprimidas de hereges: y España que es el rincón más Católico tan llena destos apostatas Mahometanos, y de los Christianos nuevos convertidos de Judíos, o Marranos de Portugal, de cuya fe se tenía casi la misma opinión que de los Moriscos; y con lágrimas concluyo, exhortándome a que encomendásemos a Dios nuestro Señor, se apiadasse en tan calamitosos tiempos de su Iglesia.” Ibidem. p. 972.
En 1598 Giovani Botero en su “La Razón de Estado” trasmite la idea de que protestantes y musulmanes son el mal al que debe hacer frente el catolicismo romano, porque Lutero se había identificado con el Turco uniéndose religión y seguridad política en esta defensa. Según lo expresa Sánchez Montes esta relación entre el Turco y Lutero, nació de las propias palabras del líder protestante: “El mismo Lutero da pie a esta identificación. De él son las palabras que siguen: “¿Qué mal hace el turco? A fin de cuentas, conquista un país, pero deja que todos sigan con sus creencias. Diez veces peor que los turcos es el régimen del papa” o “Luchar contra el turco es luchar contra Dios, que se valga de este medio para castigar nuestros pecados.”
“Debemos tener en cuenta que, tras la expulsión de los granadinos de su reino de origen se convirtieron en un pueblo nómada. Conocido es el caso de los moriscos, algunos de ellos junto con los aragoneses y valencianos, que recorrieron las tierras de norte a sur estableciendo una sólida red de contactos con los territorios musulmanes de África del Norte o con los turcos, y también con los protestantes franceses, a cuya cabeza estaba el príncipe de Bearne. De hecho, sabemos que algunos de ellos se encomendaron como súbditos de la monarquía francesa, tal y como demuestra un texto encontrado de un morisco de Segorbe, Hamete Musrif que en 1602 se declaró servidor de la “Sacrée, Royale Majesté” de Enrique IV en nombre de tagarinos y valencianos, hecho que fue crucial para que éste les acogiera tras ser expulsados y ayudara a su conversión al protestantismo”. “Ambos compartían el mismo interés, como dijimos, el tratar de aislar el poder católico, el de crear una inestabilidad en su seno con el fin de poder difundir sus costumbres e ideas. Compartían no sólo el odio hacia la figura del papado y su perversión de la Sagrada Escritura, además negaban la eucaristía y la transubstanciación. Reprobaban los ayunos, los sacramentos del bautismo y de la confesión, la existencia del purgatorio, las procesiones y flagelaciones, las bulas, indulgencias y jubileos, la misa y el agua bendita. De hecho, tal y como defiende Cardaillac, los moriscos estaban al tanto de las doctrinas luteranas que iban introduciéndose de modo clandestino en la Península. Uno de los aspectos de mayor interés, será conocer cuáles fueron estos escritos conocidos por los musulmanes. Dice Cardaillac que los moros eran por lo tanto conscientes de las doctrinas protestantes, a través de los muchos libros que llegaban clandestinamente a España. Es interesante observar -dice-, incluso si es sólo una mera coincidencia, que las penetraciones de las obras de Lutero en España (Valencia, Aragón, Granada, Castilla), son las provincias pobladas de muchos moriscos ("Cardaillac,L., "Moriscos y protestantes", en Al Andalus.)
Los libros más difundidos fueron los de Cipriano de Valera y supusieron en el hispánico mundo de las ideas la difusión que hiciera Cipriano de Valera de los textos de Calvino. Los musulmanes comparten con él, por ejemplo, la citada idea de la corrupción de los textos por parte del papado. Sin embargo, nos interesará mucho más destacar las relaciones de moriscos y protestantes españoles ya que la larga lista de procesados moriscos tiene un sinfín de matices doctrinales. Es evidente que en este tema Pino Valero sigue las corrientes de los hispanistas más preclaros que siempre consideran al protestantismo español solitario, errático y desvinculado de las preocupaciones políticas y sociales, sin conexión con otros grupos disidentes como eran los moriscos y judeoconversos, pero estamos viendo que tales vínculos existieron tanto en las guerras de las Comunidades, como en las guerras de los moriscos. Por eso reconoce Pino Valero que la curiosidad por la Reforma protestante ha sido mayor de lo que pudiera pensarse y no parece que los pocos reconocidos luteranos que existieron hayan expresado opinión alguna en este sentido acerca del Islam.
No dejan de preguntarse Cardaillac y Segesvary si este acercamiento mutuo fue altruista o ambos grupos se beneficiaban mutuamente, tanto en el campo político que ya hemos visto, o también en el ámbito religioso. Para estos autores había un claro interés de arrinconar a los católicos, pero es evidente que los protestantes también realizaron una dura crítica sobre los musulmanes asemejándolos a la figura del Anticristo. Por tanto, parecen más razones coyunturales y circunstanciales, puesto que el protestantismo solo pretendía volver a las fuentes del cristianismo, reformar la iglesia, aunque fuese de una manera revolucionaria, mientras los musulmanes solo pretendían herir de muerte al catolicismo y destruirlo. Los argumentos a favor de los protestantes por parte de los musulmanes serían solo por concitar la división interna del cristianismo.
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