Dios nos regala la libertad para tomar decisiones, e interviene cuando debe hacerlo, sin que nada le tome por sorpresa.
Sorprendidos. Así se encuentran los físicos desde hace unos cuantos años, debido a los resultados de las investigaciones de la física cuántica. Se creía que el átomo era lo más pequeño que existía, pero a finales del siglo XX se descubrieron partículas subatómicas que siguen unas leyes radicalmente diferentes, desconocidas hasta entonces.
La investigación en la física subatómica nos enseña que existen movimientos aparentemente incomprensibles dentro de los elementos de los átomos, porque no obedecen a las leyes de la física clásica, sino a otras leyes completamente diferentes. La incertidumbre de su estado es tal que no podemos medir la posición de una partícula y su movimiento al mismo tiempo. Se podría estar hablando de que la “libertad” en el interior de los átomos de cada uno de los cuerpos materiales es real. De ahí que Heisenberg expusiera el llamado “principio de incertidumbre”, porque si un elemento se comporta como una partícula sabes su posición, pero no puedes medir su movimiento; mientras que si conoces su velocidad es porque se está comportando como una onda. De hecho la radiación electromagnética está formada por cuantos de energía que son partículas, pero a su vez también se comportan como ondas… Lo que ha llevado a muchos a hablar de “azar cuántico”, en el sentido que a veces no podemos controlar las reacciones que suceden dentro de los átomos, pero sabemos que todo “funciona” a la perfección.
Ese hecho fue el que llevó a Albert Einstein a afirmar aquello de que “Dios no juega a los dados”, porque pensaba (¡Y creía!) que detrás de todo tenía que haber una fuerza que “controlara” las reacciones en cierta manera, porque el azar, en sí mismo, no es un principio del que podamos fiarnos… Incluso Richard Feynman fue más allá al explicar que una partícula no sigue un camino en el espacio (y en el tiempo) como describía la física clásica, yendo de un lugar A a otro B, sino que puede ir por todos los caminos posibles, y ¡a veces toma más de un camino al mismo tiempo! Aunque algunos no se atreven a decirlo, es el cuidado del Creador el que sostiene el universo.
Lo asombroso es que Dios construyó un universo en cierta manera indeterminado en su esencia, como nos muestra la mecánica cuántica, quizás para que comprendiéramos que El concedió de forma similar al ser humano la posibilidad de tomar decisiones libres, sin necesidad de intervenir en cada momento, porque puede conocer nuestras decisiones y prever sus consecuencias. La discusión entre dos mundos, en uno de los cuales Dios no puede actuar porque las leyes del Universo lo impiden (un universo cerrado por sistema) y el mundo en el que Dios interviene en cada momento y el hombre no tiene libertad alguna (una supuesta predestinación de todos los hechos) está absolutamente superada, porque ninguno de esos dos mundos son reales. Dios nos regala la libertad para tomar decisiones, e interviene cuando debe hacerlo, sin que nada le tome por sorpresa.
Una vez más tenemos que volver a lo que sucede dentro de los átomos para descubrir que esa indeterminación de alguno de sus elementos, nos permite influir en ellos; no sólo la información puede modificar el movimiento de las partículas, sino también el observador que está midiendo esos movimientos. La física de partículas nos enseña que éstas pueden comportarse de diferente manera dependiendo si alguien las está observando o no, con lo cual muchos han comenzado a exclamar que entramos en la “metafísica” de las leyes cuánticas. No es extraño que incluso físicos no creyentes como Frank J. Tipler hablen de la “espiritualidad” de algunas leyes.
Si el observador puede llegar a influir en el movimiento y la dirección de las partículas, aunque no haga nada, simplemente examinando lo que ve, la aplicación en la vida espiritual es la certificación de una verdad bíblica impresionante: Dios mira a los que lo aman, y con esa simple mirada, nuestra vida cambia porque con su Espíritu nos ayuda a decidir bien, nos cuida y nos guía ¡aún sin limitar nuestra libertad y nuestros movimientos! La expresión tantas veces repetida que Dios hace brillar su rostro sobre nosotros es muchísimo más que una imagen poética ¡Es la certificación de su gracia y amor por cada uno!
Esa es una de las razones por las que no debe extrañarnos que Dios pueda añadir información en el universo, sin cambiar absolutamente nada en las leyes, y esa información puede influir en la materia. Esa puede ser una de las maneras más sencillas para explicar que Dios puede moverse libremente e influir en el pasado, en el presente y ¡en el futuro! sin “tocar” absolutamente nada, y respetando la libertad de las decisiones de cada persona. La “imposibilidad metafísica” que muchos filósofos y científicos argumentaron para explicar que los milagros no son posibles, ha caído por su propio peso desde el mismo momento que hemos podido comenzar a “descifrar” (aunque sea mínimamente) el interior de las partículas del universo.
Es más, muchos de los físicos que estudian la fusión y la fisión nuclear viven asombrados de que no haya ocurrido un colapso nuclear y que el Universo se mantenga perfectamente equilibrado debido a “no se sabe qué energía que lo sostiene” Que nadie se preocupe porque eso no ocurrirá, porque el Universo está en manos del Señor Jesús, Él lo mantiene y El sustenta las leyes físicas y cuánticas por medio de su Palabra: información inteligente, perfecta y exacta porque es la Verdad con mayúscula. El propio Einstein afirmó que daría lo que fuera por conocer la mente de Dios, porque sabía que esa mente era lo que mantenía al Universo funcionando de una manera perfecta.
¡Espero que no hayas renunciado a seguir leyendo para saber hasta dónde quiero llegar! Uno de nuestros mayores problemas es que nos comparamos con Dios, creyendo que Él vive en las mismas dimensiones que nosotros. Como nos cuesta mucho tener algunas situaciones bajo nuestro “control”, pensamos que a Dios le pasa lo mismo. Dios es inmensamente grande, tanto que no podemos hacernos ni la menor idea de cómo es, porque Él es energía infinita e información perfecta. Para que nos entendamos, basta reseñar un ejemplo muy simple en nuestro universo: el sol quema cuatro millones de toneladas de hidrógeno por segundo y a Dios ni le “preocupa”, porque Él es la fuente de la energía (De hecho Dios es energía pura, Luz infinita) y puede permitir que los millones de astros y estrellas derrochen toda la que “quieran”.
Esa es una de las cualidades de Dios que no se suele estudiar en teología, y que puede ser mal interpretada por el significado de la palabra, pero podríamos afirmar que el Creador es “Incontrolable” en el sentido que nadie puede llegar a lo profundo de lo que Él es y hace. Nadie puede decirle lo que tiene que hacer porque lo hace todo de una manera perfecta y buena, y nada escapa a su sabiduría, su poder y su amor. Él no necesita tenerlo todo “controlado” en el mismo sentido que nosotros: Sabe lo que va a ocurrir en todo momento, y las decisiones que vamos a tomar, porque vive más allá de toda limitación de tiempo, materia y espacio, así que, debido a ese amor, sabiduría y poder perfectos, nos ha regalado la libertad de tomar nuestras propias decisiones.
Si llegáramos a comprender (aún con nuestras limitaciones) de qué estamos hablando cuando discutimos sobre “predestinación y libertad” e intentáramos verlo todo tal como Dios lo ve, entonces la mayoría de nuestros problemas desaparecerán. La Biblia nos enseña que Dios es luz, y por lo tanto, la fuente primera de la energía del Universo: millones de millones de átomos que forman cada una de las millones de millones de galaxias que existen, se mueven de una manera “libre” sin que Dios pierda el control de nada ¿Nos parece increíble que él conozca las decisiones libres de unos pocos miles de millones de personas? Creo que más de una vez tiene que haber sonreído cariñosamente al escuchar nuestras discusiones sobre la libertad, la predestinación, la elección, las razones para cada uno de nuestros actos y de Sus actos, etc. Creo que de la misma manera que cuando nosotros éramos niños y construíamos con nuestros amigos una casa con palos y mantas, y nuestros padres sonreían al escuchar nuestros argumentos sobre la fiabilidad de nuestra construcción.
Muchas de nuestras discusiones (¡y nuestros enfados!) son absolutamente ridículos, porque Dios vive en una dimensión (¡en muchas más, El es Espíritu Eterno!) completamente diferente a la nuestra, y por lo que sabemos, y en eso coinciden tanto la Biblia como la ciencia, completamente ajeno al tiempo; de tal manera que cuando leemos “antes” y “después” en algún lugar, siempre debemos interpretarlo de acuerdo a nosotros, pero no en relación a Él, porque Dios vive más allá de cualquier tipo de temporalidad. El tiempo sólo existe cuando la energía opera en la materia y el espacio.
Esa libertad que Dios nos ha regalado, va más allá de lo que podamos imaginar. Los seres humanos toman decisiones y Dios lo sabe. Conoce incluso lo que podría haber sucedido si hubiéramos tomado otra decisión; conoce tanto lo posible como lo probable. Y no porque Él lo determine, sino porque sabe lo que hay en nuestro corazón. A veces no somos capaces de aplicar los principios más sencillos que se derivan de las historias que están en la Biblia, por ejemplo, en el primer libro de Samuel (23:11-12) David ora y le pregunta al Señor “¿Me entregarán los habitantes de la ciudad?” Dios le dice que sí, y entonces, David toma una decisión diferente y no entra en Keylá. ¿Estaba predestinada la decisión de David? ¿Lo probable que podría haber sucedido? ¿Lo posible que sucedería si hubiera entrado en la ciudad? Dios conocía lo que podría suceder y no sucedió, pero el hecho que Él lo conozca no nos puede hacer afirmar que Él lo ha predestinado, porque en muchas ocasiones, lo posible y/o lo probable no salen a la luz. Una vez más, la grandeza del Creador no está en tenerlo todo “controlado” a imagen y semejanza del ser humano, sino en prever y conocer cada una de nuestras decisiones, sean cuales sean.
En ese sentido, existen múltiples decisiones diferentes de cada ser humano ¡Aún delante de las mismas situaciones! porque Dios nos ha regalado la libertad para tomarlas. Esa es parte de la inmensa belleza de su carácter: Dios nos enseña en numerosas ocasiones en su Palabra, que no sólo escucha nuestras oraciones y las contesta, sino que ¡Incluso que se deja “influir” por los deseos de nuestro corazón! Imposible de entenderlo o explicarlo, porque nuestra limitada mente se echa a temblar simplemente con el deseo de anhelar ver lo que está sucediendo.
Jamás debemos olvidar que la religiosidad empequeñece a Dios siempre, porque lo hace vivir con las mismas limitaciones que nosotros: hablamos de un dios que no puede permitir la libertad del ser humano, un dios que tiene que hacer esto o aquello porque nosotros lo decimos, o que está limitado por las normas que nosotros le ponemos en nuestra finita y egoísta mente. Si no me crees, piensa sólo por un momento en lo que un gran maestro en ajedrez puede hacer: disputar más de un centenar de partidas simultáneas sin preocuparse por los centenares de movimientos “libres” que sus contrincantes van a hacer. Si eso lo puede hacer una mente finita ¿qué no podrá la mente sabia, infinita y eterna de Dios?
Escribo lo de “mente egoísta”, porque no sólo estamos limitados por el espacio y el tiempo, sino también ¡sobre todo! por nuestro egoísmo y nuestro orgullo. Creemos que el mundo gira a nuestro alrededor y que somos capaces de saberlo todo, así que, en cualquier situación, enseguida dividimos a las personas entre los que están con nosotros y los que no… ¡Aún en las cosas espirituales! Nos encanta poner adjetivos, definir a las personas y, por lo tanto, separarlas. Dios ama y expresa su gracia a todos. Sus hijos no se identifican por las definiciones sino por su compasión. El Señor dijo que nos conocerían no por la defensa de nuestros principios, sino por el amor. La verdad se define en amor, no de ninguna otra manera, porque Aquel que es la Verdad también es Amor en esencia.
Para explicar un ejemplo muy simple que no hiera a nadie (¡porque hasta en eso tenemos que tener cuidado!) Fíjate que el Señor sanó a un ciego en el capítulo nueve del evangelio de Juan untándole barro en los ojos (v. 6) mientras que devolvió la vista a otro ciego en el evangelio de Marcos capítulo diez, simplemente con su palabra. Si los dos ciegos fueran como a veces somos nosotros, ya tendrían una razón para discutir y excluirse mutuamente: seguro que habrían creado la denominación de los “barristas” y los “antibarristas”, con los argumentos “bíblicos” correspondientes y sus respectivas escuelas teológicas.
Todavía no somos capaces de comprender que cuando defendemos nuestras ideas por encima de todo, dejamos de descansar en el Señor hasta caer en el miedo. Sin querer hacer daño a nadie déjame decirte que la vida es como la historia que tiene noticias buenas y malas: La buena noticia es que todos tienen razón, por una parte, Dios nos da una libertad plena, y por la otra, nada escapa a su sabiduría y su poder. La mala noticia es que el miedo puede acabar venciendo a las dos tendencias: muchos “arminianos” viven con miedo a perder la salvación y muchos “calvinistas” tienen miedo a no ser salvos por no ser parte de los “elegidos”. Para unos y para otros me encantaría dejarles, con todo cariño, el texto de Romanos 8:15 “Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu] de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” Nuestro Padre celestial es quién nos cuida y elimina nuestros miedos. El Espíritu de Dios es el que nos recuerda que somos sus hijos, y el Señor Jesús no cesa de recordarnos “No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo” (Juan 14) ¡La Trinidad por completo se “compromete” con nosotros!
Es el momento de aprender a vivir descansando en la gracia y el poder de Dios. El resultado del miedo siempre son los súbditos con sus dientes apretados de rabia, dispuestos a rebelarse contra su amo a la más mínima oportunidad. El amor crea siervos con una sonrisa en sus labios, dispuestos a revelarse como la mejor fotografía de Aquel a quien aman y sirven.
Por eso el hijo “perfecto” el que vive libremente decidiendo conforme a los valores de su Padre, que es la Vida con mayúscula. Aún hasta en eso Dios revela su carácter, porque su voluntad es que le amemos, que nos relacionemos con Él y que crezcamos más cada día. Nuestra libertad le costó la cruz, porque su amor absoluto quiso pagar un precio absoluto y eterno, de tal manera que nadie puede echarle en cara absolutamente nada: derrochó su gracia mucho más allá de lo que nadie hubiera imaginado y desde luego, ¡Muchísimo más allá de lo que nadie hubiera merecido! Tanto, que esa libertad es más valiosa para Él, que la regala, que para nosotros mismos, que la disfrutamos, porque jamás habríamos podido conseguir absolutamente nada.Entregarnos por completo al Señor Jesús es la decisión más sabia que podemos tomar.
Un día Jesús enseñó que su Padre cuida las aves, lo más cercano y conocido en aquel momento, y de la misma manera nos cuida a todos. Quizás hoy podría decir: “Dios sustenta miles de millones de galaxias; ¡No te preocupes! El tiene poder para cuidarte a ti”.
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