Antonio Soto es un pintor vasco (Bergara, Guipúzcoa, 1964), que vive en el pueblo cordobés de Montemayor. Y aunque sus pies están puestos en el Sur (y su corazón en la Cruz), desde allí, gira y gira su mirada (su emoción, quiero decir, su solidaridad, su conmoción ante el drama de los prójimos). Así es como abarca el planeta de los desposeídos, explotados, desahuciados… es, decir, la inmensa mayoría de la población mundial.
Su compromiso con el ser humano que sufre injusticias le viene dado por
la lectura integral que ha hecho del Evangelio de Jesús. Él no tiene vergüenza al decir que sigue a Cristo, pero lo suyo está muy lejos de esas hipocresías que tanto abundan entre quienes se dicen ‘cristianos’ (sean de una confesión u otra, que para estos efectos mucho se semejan), pero que usualmente sólo están atentos a sus egos, a sus postureos religiosos, a su espiritualismo celestial, a su proceder como modernos fariseos que van rápido hacia el templo sin volver la mirada a los costados, donde están los excluidos. Ni regulares samaritanos son…
Soto viene colaborando, desde hace años, con ONGs que trabajan con inmigrantes o en la propia África (por ejemplo, con Emsimisión, una ONG de médicos que realiza su labor en Burkina Faso). Dona parte de lo que obtiene con la venta de sus obras; se implica en campañas de sensibilización, especialmente con niños y jóvenes en colegios e institutos, lugares idóneos para despertar conciencias ante la inmensa desigualdad que propician los poderosos.
Esto lo ha hecho antes. Esto lo viene haciendo ahora, con mayor entrega, si cabe. Y es que
acaba de publicar un hermoso libro (no sólo porque es un bello volumen), donde reúne 15 pinturas, retratos de niños sometidos a abuso infantil, a los traumas de los conflictos bélicos, bien como víctimas directas o como niños-soldados; retratos de personas sin techo de aquí mismo, inmigrantes que llegan en pateras o no pueden cruzar las vallas…
Los Nadies (2013, pp. 62, con magnífico diseño gráfico de Elena Blanco) se llama este libro, como la colección de pinturas, como el poema de Eduardo Galeano en el que se inspiró para realizar esta serie de obras tan conmovedoras. He aquí el texto de Galeano, extraído de “El libro de los abrazos”:
Los Nadies
Sueñan las pulgas con comprarse un perro
y sueñan los nadies con salir de pobres,
que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte,
que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer,
ni hoy, ni mañana, ni nunca,
ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte,
por mucho que los nadies la llamen
y aunque les pique la mano izquierda,
o se levanten con el pie derecho,
o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados,
corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal,
sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
En el libro hay textos en prosa de Juan Francisco Muela, Lidia Casas, David Tapia, Elena Carmona, Marcos Ana, Tirsa Tapia Zamora o Samuel Díaz-Pinto Montoro. También del propio pintor, quien, además inserta un par de poemas suyos.
Para adquirir el mismo y para entrar en contacto con Antonio Soto, puede visitarse esta dirección:
http://www.antoniosoto.org/esp/nadies.htm
Ahora bien,
el cuaderno central, a modo de encarte, está constituido por unos poemas escritos especialmente por Marcelo Gatica, un poeta evangélico al no le arredran las antípodas. Nacido al sur del sureño Chile (Cauquenes, 1976), estos últimos años ha vivido en Salamanca, Tallin y Luxemburgo. Por ejemplo, en la capital de Estonia, en las antípodas de su patria, se casó con la filóloga Helina Aulis (a quien conoció en Salamanca, en la Iglesia de Paseo de la Estación). Allí, fruto del amor y del mestizaje, nació una bella criatura llamada Lukas.
Ahora de nuevo está en Luxemburgo, mientras culmina su tesis para obtener el doctorado en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Salamanca. Aquí, en la dorada capital del Tormes lo conocí, y aquí me parcialicé con su poesía.
Siempre me parcializo con la excelencia, con la savia poética que conmueve y vivifica:la obra de Marcelo Gatica ha sido madura desde su juventud, algo inusual, salvo en los poetas-poetas que nacen para escarbar en el prematuro caos.Detenta un lenguaje ígneo con el cual va esperando el prodigio, como danzando dentro de lo que oprime, como siendo partícipe de un vértigo maravilloso: lo suyo no es toser o eructar sobre los profetas menores; tampoco contrariar la sintaxis de la magna Revelación, del Apocalipsis con noticias ya desembalsamadas.
Respecto a la obra poética de Gatica escribí hace algún tiempo: “El buen Marcelo ha frotado y unido los soplos y las carnes de cada versículo de la Palabra, para, después de entrañarlos espiritualmente, devolverlos como exquisita ofrenda enamorada, nadando en el corazón de los creyentes, cual versos nunca famélicos: Grato reencuentro con Salomón y su semáforo de sabiduría: estupenda encomendación junto a Miqueas: versos puestos al servicio del Trono de la inocencia. Veamos una esquirla de algo escrito tiempo atrás, suerte de poética magnetizada por un éxtasis que no enloquece, porque atraviesa centurias y porque sólo afloja su rienda al encuentro de Dios”.
Y es que para este libro,
Marcelo Gatica, un cristiano realmente comprometido con el Evangelio sin sesgar, con toda la enseñanza de Jesús para con los más desprotegidos, ha puesto su poesía al servicio de la pintura de Soto: fértil connubio, como antes, como siempre: dos lenguajes que comunican una verdad, que enseñan belleza, cierto, pero que también claman. En el cuaderno hay siete poemas, siete miradas a distintos dramas retratados por el pintor vasco. Aquí les dejo con dos de ellas, dos lacerantes llamadas de atención:
A CARLOTA
Despierta el jardín de Gramacho
Amanece el oleaje de sus gigantescos cerros
de bolsas de colores.
Aterrizan un hormiguero de buitres;
bestias negras que compiten con los catadores
por presas de aluminio y alimentos
extinguidos.
Mareas de camiones abren sus fauces
entre millones de mosquitos
y el olor a mierda
que son el pan de cada día.
Somos cazadoras
amazónicas de plástico dice - mi madre
Entretanto mi padre carga
cientos de cables de computador
como si fueran serpientes
eléctricas.
Aunque vivimos
entre los escombros de la ciudad
nos hicimos visibles
en un documental artístico
de
Vik Muniz.
Apagada la cámara
El jardín se convirtió
en un bello monstruo.
Quizás,
por la oda a la basura del pintor
Quizás,
porque de alguna manera extraña
también reciclamos las miserias humanas.
A SHIRKAM
La prima ha rozado los 540 puntos.
Las pérdidas Facebook desde que salió a la bolsa alcanzan a un 24%.
Si paramos la liga perjudicamos a un 85% de los jugadores.
Gol del niño Torres a los 11 minutos. España 4 Corea del Sur 1.
Un retrato de la amante de Piccaso Dora Maar, subastado por 6,3 millones de euros.
Soy el 132, universitarios mexicanos protestan contra sistema-televisivo-político azteca.
Dictamen 50 años para Taylor, ex-presidente de Liberia,
llamado el señor de la guerra y de los diamantes en sangre.
(Último subtítulo de un telediario de mayo de 2012)
En la danza de los números y las cifras
no hay traducciones, y las palabras circulan como mercancías,
estallando en diminutos fragmentos.
El último subtítulo se expande en la memoria
de hombres que nunca pudieron ser niños:
miles de criaturas atravesadas por el hierro,
miles de sueños que estallan en el desierto verde.
Alejados en una esquina silenciosa de GOOGLE.
El reino de
Firestone se avista gracias a la inocencia televisiva
del diamante de
Noemí Campbel,
quien moduló cinematográficamente
- sólo recibí unas piedras pequeñas y sucias.
Pausa:
Una granada late como un corazón
en las mano de otro niño.
No hay cuadernos, no hay columpios, ni cometas
que abran las nubes.
Un entrenamiento:
Es muy distinto jugar a matar desde
una pantalla plana.
En el desierto verde
se confunden 1.000.000 de aullidos maternos
con el vértigo que produce disparar a la realidad.
Hay un punzante sol pero hace frío cuando recuerdo
el diamante con la sangre del cuerpo congelado.
Y aunque mis manos se mezclan con sus manos,
es decir, la misma carne destinada
a la nada verde
cierro la ventana para salir
a pescar nuevos recuerdos.
(*) Aquí puede oírse un fragmento del poema de Eduardo Galeano, musicado e interpretado por Álex Roop, responsable de GBU para Madrid y Castilla y León -
soli Deo gloria.mp3
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