La bandera trascendental es la que Dios ha levantado para nuestro bien.
La bandera es un símbolo tras el cual hay una idea o una causa, representando en la mayoría de los casos a una nación, aunque no necesariamente, porque la Cruz Roja tiene la suya, los Juegos Olímpicos también y hasta la tiene la tregua y rendición en un conflicto bélico. Sea como fuere, lo cierto es que la bandera comunica un mensaje, para lo cual debe enarbolarse a fin de que destaque y sea bien visible.
En la Biblia también aparece el término hebreo que puede traducirse por bandera, estandarte o enseña, dado que no siempre necesariamente se refiere a un trozo de tela. De hecho, en el texto de Números 21:8-9 la palabra traducida por asta equivale a estandarte. Uno de los estandartes más famosos de todos los tiempos fue el que usaron las legiones romanas, en el que estaban grabadas las letras SPQR, esto es, el Senado y el Pueblo Romano. Pero mucho antes de que los romanos hicieran uso de su estandarte, ya aparece el uso de uno en la Biblia en el pasaje aludido, que dice así:
‘Y el SEÑOR dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente y ponla sobre un asta [estandarte]; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá. Y Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta [estandarte]; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía.’
La escena por la que Dios ordenó hacer esa efigie de bronce fue a consecuencia del pecado que Israel cometió, cuando de forma reiterada se quejó por las condiciones en el desierto, algo que ya en otras ocasiones había hecho. La murmuración contra Dios y contra Moisés fue el desencadenante de la ira de Dios, que envió contra los murmuradores serpientes venenosas, causando la muerte de muchos. Siempre hay una relación entre pecado y muerte. La muerte no es un fatal accidente que hizo acto de presencia en la humanidad por alguna causa fortuita, ni tampoco es una necesidad intrínseca concomitante a este mundo, sino que es el resultado del primer acto deliberado de desobediencia que nuestro primer padre cometió. La muerte existe, pues, porque hubo pecado. Y en esta escena hay muerte porque ha habido pecado. La muerte es hija del pecado.
Pero lo grandioso en esa escena de exterminio, es que es Dios mismo quien proporciona el remedio, a través del estandarte que manda fabricar. En el estandarte está representado el delito de los transgresores y la mirada al estandarte portador del delito es el medio de salvación. Eso significa que se trata de un acto de la gracia salvadora de Dios, que de haber aplicado solamente la justicia no habría habido remedio para los transgresores. También significa que se trata de un acto de imputación, porque el estandarte es hecho delito. Además, consiste de un acto de sustitución, porque el delito de los desobedientes se carga al estandarte, para que ellos, mirándole, puedan ser librados del mismo.
Siglos después Jesús aludió a ese estandarte, declarando que era un anuncio de lo que él había venido a hacer. Del mismo modo que el estandarte antiguo portaba el delito, así Jesús llevó nuestro pecado en la cruz. Pero a diferencia del remedio en el desierto, que fue físico y temporal, la salvación provista por Cristo crucificado es completa y perpetua. A Cristo crucificado Dios le imputó nuestro pecado y como resultado también la consecuencia que se desprendía del mismo, esto es, la condenación eterna. Pero para que esa imputación de nuestro delito a él nos sea provechosa, es preciso que le miremos. Pero no mirándole como si fuera un mártir de una buena causa o un ejemplo a imitar. La mirada salvadora a Cristo crucificado comporta dos cosas; la primera es ver nuestro pecado; la segunda es verlo puesto en él. Si al mirar a Cristo en la cruz no ves tu pecado es que no eres consciente del mismo, lo cual no significa que no seas responsable. Un acusado puede no sentirse culpable o creer que no es culpable y serlo, porque la culpabilidad no la determina el acusado sino el tribunal.
Gálatas 3:13 afirma que Cristo fue hecho maldición por nosotros, para redimirnos de la maldición y 2 Corintios 5:21 atestigua que fue hecho pecado para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. Me llama la atención el uso del verbo ‘hacer’ en ambos pasajes. Cristo fue ‘hecho’ maldición y fue ‘hecho’ pecado. Es el mismo verbo que se emplea en Números 21:8-9, cuando Dios le ordena a Moisés: ‘Hazte’ una serpiente ardiente y cuando dice que Moisés ‘hizo’ una serpiente de bronce. Aquella serpiente fue ‘hecha’ delito para ser estandarte de sanidad, lo mismo que Cristo ha sido ‘hecho’ delito para ser estandarte de salvación. El único estandarte bajo el cual podemos acogernos para recibir remedio, fruto de la gracia salvadora de Dios.
Hoy hay muchos estandartes enarbolados y muchas banderas ondeando al viento. Pero la bandera, o el estandarte, trascendental es el que Dios ha levantado para nuestro bien. De él pende nuestro todo.
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